ACERCA DE LAS AUTORAS

viernes, 18 de febrero de 2011

RÓMULO GALLEGOS, SU TIEMPO EN VENEZUELA Y EL MUNDO

Mireya M. Vásquez Tortolero



INTRODUCCIÓN

Hablar de Rómulo Gallegos, de su vida, de su situación en el mundo de las letras, aunque parezca un tema sencillo, no es fácil abordarlo. Tal vez sea el literato de quien más se ha hablado en las críticas sobre literatura venezolana; sin embargo todo redunda sobre la misma situación. Existen muchas disquisiciones acerca de la obra y el tema galleguiano, mucha se habla de si están o no agotados, pero estos análisis sobre este autor venezolano se han hecho sin aparente objetividad. Hay dos corrientes en este asunto: los que consideran la obra de Gallegos encuadrada dentro de los grandes clásicos de la literatura occidental, y los que piensan que no está en el momento literario que le corresponde.

Los que defienden a Rómulo Gallegos se han olvidado de que para el momento cuando él escribe, segunda década del siglo XX, ya existían escritores que habían roto con las formas tradicionales de la narrativa. Estos novelistas y poetas, en su mayoría, se encuentran en Europa y Norteamérica, muy escasamente en Latinoamérica, y menos en Venezuela. En el mundo literario ya habían hecho su aparición escritores de gran calibre como son William Faulkner, James Joyce, Marcel Proust, Franz Kafka, para crear una fábula con recursos como presente/pasado, campo/ciudad, yo/él. Los que lo atacan, no se han dado cuenta de que para el momento cuando el maestro compone sus obras, la literatura venezolana no muestra los avances técnico-literarios de otros países, y quienes escriben de otra manera en nuestro país, son unos privilegiados, como sucede con Teresa de la Parra y Enrique Bernardo Núñez. Por lo tanto, los analistas de esta corriente deberían darse cuenta de que Gallegos es un hombre de letras de su época. Tiene unos antecedentes literarios muy tradicionales y muy arraigados a la tierra. Sus padres en esto son, entre algunos: Eduardo Blanco, Rafael María Baralt, José Rafael Pocaterra, Luis Manuel Urbaneja Achelpohl.

Querer encontrar en la obra de Rómulo Gallegos rasgos de contemporaneidad resulta muy difícil. Los críticos que han querido defenderlo caen en este punto, pues tratan de ver detrás del realismo de sus obras, intuiciones poéticas vinculadas con el sueño, el mito, los arquetipos y los símbolos. Los que lo atacan, no han querido ver la situación de compromiso que tiene este escritor con el momento que vive Venezuela, y que Rómulo Gallegos no sólo se dedica a la literatura, sino que adquiere compromiso social y político con su país, y es por medio de su escritura más que por la palabra hablada o la acción, como él consigue prodigar sus ideales. Sus artículos didácticos y sociales y sus obras narrativas serán sus voceros para lograr su empeño. Algo que no se le puede negar al maestro Gallegos es que alrededor de su obra se han desarrollado las más dilatadas y encendidas polémicas literarias del país.

Por lo dicho anteriormente, se obviarán los elementos más discutidos de la obra galleguiana y se dará una visión general de lo que puede ser la obra más discutida: DOÑA BÁRBARA. No se hablará de la estructura general de la novela, ya que de ese tema se ha especulado bastante, además no se logrará dar un aporte nuevo a lo que tanto se ha discutido. Se verá cómo Gallegos pertenece a su época dando una ubicación espacio-tiempo del autor en Venezuela y el mundo. Luego se tocará el tema del escritor y la Venezuela que se hace él como centro polémico y, finalmente, se dará una visión nueva del autor. Se analizarán los aspectos de su obra que puedan reflejar los puntos a discutir, lo mismo aquellos documentos de su Ideario Político que destaquen lo anteriormente expuesto.

I. UBICACIÓN ESPACIO/TIEMPO DE LA OBRA

A. Tiempo de Venezuela y tiempo del mundo

Rómulo Gallegos forma parte de esa gama de escritores de su época que lograron traspasar las fronteras de las letras de habla hispana, aquellos que, según José Ramón Medina (1969), son clásicos del género narrativo. Acompañan al maestro Gallegos: Manuel Díaz Rodríguez, Rufino Blanco Fombona, José Rafael Pocaterra y Teresa de la Parra. También habría que ubicar dentro de este grupo a Pedro Emilio Coll y Luis Manuel Urbaneja Achelpohl. Es sabido por todos que la narrativa venezolana surgió tardíamente en el siglo XIX. El movimiento positivista de 1895 va a dar el empuje al cuento y a la novela. Los antecesores de Gallegos dan pie para que este autor se ubique dentro de su tiempo histórico. Desde el período de la Emancipación, en Venezuela, algunos escritores intentaron verter en sus obras, de carácter épico, los aspectos nacionalistas; exaltaban los valores telúricos y geográficos en función de una toma de conciencia de lo americano.

Comienza con la literatura política, la cual se reduce casi toda a la oratoria y al periodismo. La encabezan Juan Germán Roscio, con sus artículos publicados en la Gazeta de Caracas; Simón Rodríguez con sus escritos sobre política y principalmente sobre educación, y Simón Bolívar con sus cartas y discursos. La obra de este último constituye el material más representativo del nuevo estilo: muy afrancesado, coloreado y apasionado, metafórico y entrecortado, que responde a las circunstancias históricas. Posteriormente, Juan Vicente González y Eduardo Blanco intentarán convertir esas escrituras en material literario. Fermín Toro y Rafael María Baralt, entre otros, también tantean los caminos de una narrativa nacional.

Hacia finales del siglo XIX, surgen dos manifestaciones literarias que van a significar, en cierto modo, los verdaderos antecedentes de nuestra narrativa. El Tradicionismo que insinúa en relato de época que mucho tiene de regazo colonial en cuanto a que sus cultores tienden, precisamente, a revivir aspectos olvidados o desconocidos de aquella apacible edad venezolana, lindante a veces casi con la memoria desdibujada de una fábula tierna.(Medina, ob.cit. p.135) El Costumbrismo tiende a descubrir ágiles facetas de la vida real de la época, ejerciendo el costumbrista oficio de pintor liviano de hechos, tipos y costumbres de la sociedad venezolana decimonónica con preciso sentido de actualidad, sal de ingenio popular y hasta ironizante crítica que muchas veces se regocija, humorísticamente, con los males o supuestos males de la pequeña circunstancia de la existencia criolla.(Medina, ob. cit. P. 135) Mantiene una sintonía entre la realidad social, histórica, geográfica y la realidad de ficción. 
Estas dos manifestaciones serán el material de nuestra literatura de ficción; darán a conocer los escritores, según su propia visión un sentido venezolano de la vida, un aliento autóctono en temas y problemas de exploración literaria que en su mayor edad habrán de servir de elementos de creación para una calificada hueste de narradores, crecidos en perspectiva y mensaje de trascendencia.” (Medina: 1969, 135). A principios del siglo XX, está en boga en nuestro país el Modernismo, movimiento de una gran riqueza estilística, de una nueva sensibilidad frente al fenómeno literario, y de actitud más humana ante la historia viva. Va a ser este movimiento la fuente directa del Criollismo venezolano que, con la novela En este País de Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, hará los cimientos de la narrativa nacional de comienzos de ese siglo. Toda nuestra literatura, hasta ese momento, se apoya definitivamente en la realidad y no en la escritura, o en el juego de la imaginación y el lenguaje.

Basado en sus antecedentes, el escritor venezolano de principios del siglo XX, tiende a tomar parte, a ser combatiente y juez de su narración. Está, por ejemplo El Cabito de Pío Gil; El Hombre de Hierro y El Hombre de Oro, novelas de Rufino Blanco Fombona; Política feminista y Tierra del Sol amada de José Rafael Pocaterra y algunos de sus cuentos. Todos ellos, quienes se comprometen con su país, y políticamente sufren los quehaceres de la dictadura, convierten su obra en una denuncia realista y satírica. No penetran en el estudio psicológico de sus personajes, sólo reflejan las lacras nacionales, tipos ciudadanos pertenecientes a diversas clases sociales, no con una función literaria sino bajo una responsabilidad social.

Gallegos condena maravillosamente los valores vernáculos, trata de hacer un arte literario más ambicioso y universal. Todo ese proceso anterior es como una preparación para fijar un rumbo al arte nacional de novelar, con sus grandes facultades creadoras fija las posibilidades de un nuevo estilo, a las oportunidades de los escritores citados anteriormente, Gallegos, según afirma Medina (1969) “agrega una desbordante pasión de contornos humanos, de arraigo—elementos, primario, sobre la realidad, que lo coloca en el centro de un vasto campo de autenticidad nacional, lindante con la épica.” (p. 157). Así se ve cómo Venezuela se encuentra totalmente aislada con respecto a la literatura de otros continentes. Este apartamiento es lo que hace que Gallegos sólo se centre en el campo social del país.

Juan Liscano (1973) afirma:

“Con Gallegos culmina una etapa de nuestra narrativa, aquella de inspiración nativista y costumbrista, de corte realista, de lirismo descriptivo. Cesa el confinamiento naturalista; se toma del modernismo cierta virtud estetizante, cierta riqueza lingüística y adjetivante, lo subjetivo queda relegado y el novelista se convierte en espejo de la realidad multiforme de su país: geografía, fauna y flora, humanidad variada, historia y destino.” (p. 43)
B. Elementos de su obra

1. Vocacionalmente fue escritor pues, al igual que sus antecesores, es un diversificado. En Venezuela, ni hay profesionales de la literatura. El escritor es a la vez diplomático, periodista, educador. Pero, a diferencia de ellos, Gallegos crea todo un mundo de ficción, y se dedica a escribir.

2. Cohesión dentro del criterio tradicional de la novela. Unifica todo un mundo de cosas de la realidad de su época.

3. Lo que el Criollismo, como escuela, había dado a conocer dentro de la narrativa nacional, Rómulo Gallegos los valora y los hace arte.

4. Dentro de la Venezuela literaria de su época, no es atrasado, sino que engrana en los lineamientos claramente establecidos.

5. El tema social dentro de la literatura venezolana es profundizado y tratado con delicadeza, por él.

6. Venezuela, para cuando Gallegos escribe, no conocía los avances del mundo ficcional, por lo que el maestro encuadra muy bien y fácilmente en su época
.C. El tiempo literario de Venezuela no es el tiempo literario del mundo.

Se ha advertido, anteriormente, el atraso, el aislamiento que Venezuela tiene con respecto al resto del mundo. Esto se debe, según Efraín Subero (1974) a tres aspectos:

1. Aislamiento entre el creador y el público. Ha faltado el instrumento que los unifique. Los creadores sienten que el contexto histórico europeo los agobia. No hay originalidad en Hispanoamérica. “Ese es el grave problema nuestro. La inteligencia no ha regido el destino de nuestros países. La inteligencia ha denunciado realidades o propuesto soluciones que se han quedado en el plano ideológico” (p.37). Venezuela ha tenido grandes pensadores: Simón Rodríguez, Andrés Bello, Cecilio Acosta, pero las ideas se han quedado allí no ha habido quien las haga progresar. El pueblo se mantiene marginado.

2. Aislamiento entre una región y otra del país. Cada quien anda por su lado; los escritores urbanos ni conocen a los foráneos. Poco se ha hecho por solventar este aislamiento a nivel nacional.

3. El aislamiento Continental. A Venezuela, todos los avances culturales llegan tardíamente. Apartando la gran obra de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, hasta la primera década del siglo XX, las obras literarias se mantuvieron bajo unos lineamientos estipulados, entre otros, por Aristóteles, Horacio y Boileau. José Balza (1976) afirma que:

“Durante siglos, el arte de novelar atendió a convicciones que derivaban –por error—de la Poética (Aristóteles) y de hábitos orales o escritos típicos en ciertas narraciones populares. Así el desarrollo lineal del relato, “La figura” del personaje, los componentes del paisaje, se juntaban alrededor de un tema político o amoroso, para crear novela…” (p. 15)
Con la publicación, en 1931, de Por el Camino de Swan, de Marcel Proust, se opera un cambio en la noción de la novela. Se podría decir que “ha surgido el desarrollo corporal del relato” (Balza: 1976, 16). Con Proust aparecen Kafka, Joyce, Faulkner, John Dos Pasos, Huxley, Durrell, Robbe-Grillet, Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Guillermo Meneses, Julio Cortázar, y otros, quienes lograron plasmar en la literatura las innovaciones técnicas.

Con estos escritores, aparecen dos ejes de la ficción; el tiempo y el espacio narrativo. La base de la anécdota va a ser la palabra. Ella constituye la tercera unidad mínima para percibir, seleccionar e identificar la realidad. También el punto de vista del narrador varía. Ya no sólo sería el narrador omnisciente, conocedor de los más recónditos mundos internos de sus personajes, sino que ellos mismos (los personajes) se dan a conocer. Surge el monólogo como base de ese mundo interior, hay un cambio de él a yo. En las transformaciones que hace la novela en este siglo, y lo que verdaderamente es literatura, Guillermo Meneses (1977) dice:

“…todo es literatura y todo sirve a la literatura y, en cambio, la literatura no puede ser utilizada fuera de su propio y exacto significado (que es la expresión del hombre artista) sin desvirtuarla y destruirla. Sin embargo, hay escritores para quienes el ejercicio de escribir tiene que ser utilizado. Son los que suponen que el contenido de una obra es superior a su forma, que la expresión es menos importante que la imagen del mundo que el autor quiere dar. Son esos escritores los que afirman que la literatura existe para enseñar deleitando, para esconder en el grato exterior una profunda lección…” (p. 25)
Visto de esta manera, no se puede dudar que Rómulo Gallegos no encuadra en el tiempo literario del mundo. No lo está Venezuela, por lo tanto tampoco lo está él.


II. RÓMULO GALLEGOS Y LA VENEZUELA QUE SE HACE

Las primeras tentativas ideológicas, Rómulo Gallegos las hace por medio de la revista “La Alborada”, la cual tenía una orientación política, y quienes escriben en ella tienen su interés puesto en Venezuela. Según observa Juan Liscano (1969, 44) los que escriben en esta revista “estaban mucho más pendientes de fijar posiciones ante la realidad social y política venezolana que de adquirir sobre las búsquedas de los artistas y de los escritores noveles de París, Roma o Londres.” Además, también hay que agregar lo difícil de los medios de comunicación entre los países americanos y Europa; estos eran muy lentos para los primeros años del siglo XX, los movimientos literarios vernáculos estaban al margen de las corrientes más nuevas y de la actualidad. Por eso, los redactores de la revista “La Alborada” suprimen la publicación de sus números cuando advirtieron que el gobierno dictatorial de Juan Vicente Gómez no permitiría más el debate sobre los problemas del país. El Gobierno de Caracas fijó normas a las que debían someterse los redactores en sus publicaciones. Esto llevo a Enrique Soublette, unos de los principales redactores de la revista, a decir: “La Alborada a Muerto”. Sólo aparecieron 8 entregas de esta revista, del 31 de Enero al 28 de Marzo de 1909.

“Dos series de artículos publica Gallegos en La Alborada. Estos escritos formulan con precisión las orientaciones de sus pensamientos. Serán los mismos que le guiaran a lo largo de su vida y de sus obras, y sus novelas ilustraran en la viva materia de la ficción, esos planteamientos iníciales”. (Liscano, J. 1969, 45)
Gallegos utiliza la revista como el primer instrumento para difundir sus ideales reformistas, en el campo de la acción social. Se siente comprometido en la lucha. Lyll Barceló (1983) “Introducción”, dice que:

“Gallegos y “Los Alborados” proponen la mirada hacia la tierra, pero no como recreación de un costumbrismo que se fue con el siglo XIX, sino más bien como denuncia para obtener el cambio necesario (…) el maestro, el educador, que en 1909 había expuesto un ideario, se plantea la integración de todos nuestros valores como factores constitutivos del ser y del sentir venezolanos, dela idiosincrasia nuestra, de la nacionalidad y la expresión culturales autenticas” (Citado por Lyll Barceló, 1983, 13)
Posteriormente también utilizará la novela, como medio principal, y todos sus escritos, como arma de pelea, la necesidad de dar a conocer su ideología lo llevan a hacer de sus obras el vehículo para acercarse a su pueblo. Hay que hacer ver, como bien dice Ángel Damboriena (1960), que “Gallegos a sabido acercarse al dolor de su patria con amor de padre y no con indiferencia de medico ni amargura de resentido; su aproximación se ha realizado con hondo calor humano, con una actitud libre de prejuicios doctrinarios y con una visión directa, limpia de influencias exóticas” (p. 38). Gallegos conocía la historia de Venezuela, donde aparecían constantemente alzamientos, revoluciones y enguerrillamientos, todos ellos para traer sólo males y victimas al país. El intelectual frente a esto y ante las tradiciones del machismo, del hombre de presa, de la guerra civil y del asalto a poder quiere la voluntad civilista deseosa de establecer entre los venezolanos un régimen de convivencia y respeto por los sentimientos nobles de una moral tradicional. Ya en la novela Reinaldo Solar, Gallegos va a mostrar su empresa novelística. Angel Damboriena (1960) dice:
“La aparición de la Asociación Civilista en la novela está íntimamente ligada con los ideales de “La Alborada” y con la actuación de Enrique Soublette en los primeros años de la dictadura de Juan Vicente Gómez (…) Aunque sin identificarse del todo quizá, la Asociación Civilista responde a las aspiraciones que abrigaba el propio Gallegos al exponer la necesidad de una organización de intelectuales que fuesen como el fermento generador de la masa popular” (p. 187).
Después de analizar los problemas de su país, luego de sentir ese “dolor de patria”, el maestro decide “… exponer el origen del mal y proponer el remedio que, en concepto de novelista, lo soluciona, es el planteamiento esquemático de toda su novelística” (Damboriena: 1960, 176). En el tema de todas sus novelas, se ve, solapadamente, el cumplimiento del deber y la consagración a una tarea humana y humilde como único medio de regeneración nacional. En cada una de ellas, junto con el valor literario, se aprecia una proposición civilizadora. Una llamada al lector para que asuma su responsabilidad ciudadana. Así, La Trepadora, (1925), Doña Bárbara, (1929), Cantaclaro, (1934), Canaima, (1935), Pobre Negro, (1937), El Forastero, (segunda versión, 1942), La Brizna de Paja en el Viento, (de ambiente cubano, 1952) y Tierra Bajo de los Pies, (cuya acción acontece en México, publicada después de la muerte del autor), realiza de alguna forma las propuestas da “La Alborada”, en cuanto se refiere a la responsabilidad del venezolano en la orientación de su pueblo; el rechazo a la violencia, a la inmoralidad, al facilismo irresponsable, a la ausencia de ideales, a la improvisación y la incultura.

El tema de la civilización y la barbarie estará presente en toda la obra de Gallegos posterior a Reinaldo Solar. Ya en La Trepadora lo enfoca, pero siempre con un sentido optimista, con la mirada de maestro. Según Damboriena (1960) “la batalla que libran la Civilización y la Barbarie en los llanos venezolanos, tal como se nos presenta en Doña Bárbara es una lucha singular y en cierto modo caballeresca al modo de los juicios de Dios medievales. En esta lucha, no se trata únicamente de medir las fuerzas individuales de los contendores trabados en una pelea singular, sino que se ventila toda una causa cuyo éxito depende del lado al que se incline la victoria” (p. 333).

En la novela Doña Bárbara se podría decir que aparece un doble propósito: político y literario. Políticamente, tiene el propósito de mostrar la edificación de Venezuela, la situación que vive el país para ese momento. Aquí Gallegos desarrolla su planteamiento más elocuente del problema de evolución o revolución, civilización o barbarie, justicia o iniquidad. Por medio de los dos personajes principales va incrementando su tesis, y en los personajes secundarios pinta con gran veracidad las características del hombre venezolano, tal vez mejor que en los centrales, como muy bien dice Arturo Uslar Pietri (1953) en su obra Letras y Hombres de Venezuela: “los personajes vivos pululan en sus páginas y algunos alcanzan la inmortalidad del prototipo. Pero hay mucho más vida y verdad en los personajes secundarios que en los héroes centrales” (p. 952).

Como es sabido, cuando Gallegos escribió su novela, Venezuela se encontraba bajo la dictadura del general Juan Vicente Gómez y las ideas evolucionistas del novelista lo impulsan a escribir para defender LA DEMOCRACIA. Presentaremos ahora algunas constantes muy significativas presentes en sus artículos y novelas que sirven para interpretar un poco su actividad política. Podemos subrayar las siguientes:

1. La asunción del compromiso político sin la mayor reserva, tanto que Gallegos inicia su carrera literaria por la vía conceptual. Sus artículos de La Alborada muestran sus ideas sobre la realidad del país.

2. El tono optimista de sus escritos, principalmente los primeros, donde mantiene una opinión favorable a Gómez, aunque después esto valla a cambiar por la realidad presentada por el dictador.

3. El planteamiento de los problemas del país desde una perspectiva de influencia positivista. Tal como afirma Liscano (1969) “Gallegos se manifiesta como partidario de las tesis evolucionistas y de las soluciones científicas…” (p. 25).

4. El rechazo al caudillismo, a las guerras civiles a la corrupción política, a la perversión moral, a la ausencia de principios e ideales como expresión de un estado de cosas que debe superarse.

5. La oposición entre civilización-barbarie, entre la ciudad y el monte, en los términos ya descritos por Sarmiento, pero con una visión mas optimista del problema.

6. Una visión paternalista del pueblo que debe ser dirigido por los mas capases y cultos hacia una plena conciencia de si mismo, de derechos y deberes.

7. Una absoluta fe en la educación como instrumento del cambio en lo político y en lo social, sin consideración de los factores económicos que inciden sobre el hecho educativo.

8. Una proposición de reforma total del sistema educativo a fin de que la escuela no se limite a instruir, y cumpla con la función de formar ciudadanos cabales con iniciativa propia e independencia, de criterio, capaces de aportar soluciones a los problemas de la nación.

9. La certidumbre de que los intelectuales tienen un papel decisivo, como agentes de la moral, la cultura y la civilización en la evolución de la sociedad y en la conducción de la República. Y la exhortación para que asuman tal responsabilidad y le ejerzan por todos los medios a su alcance tanto en Venezuela como en Hispano América.

10. La confianza en que la transformación del país puede lograrse por medio de una gestión educativa, laboriosa y paciente dentro del respeto de la ley.
Lo único bueno que no se le puede negar al periodo gubernamental del General Gómez es el que hubiese logrado unificar a Venezuela, que hasta ese momento se mantenía dividida en rivalizantes regiones. La novela de Doña Bárbara trasluce situaciones en este sentido, aunque la finalidad de su autor no sea exactamente ésa. Anteriormente se dijo que según Rómulo Gallegos eran los intelectuales quienes tenían a su cargo mostrar cómo era Venezuela para la primera y segunda década del siglo XX. Él mismo define cuál es el propósito de su obra cuando dice:

“no soy un escritor de novelas, ni para solazarme en humanas miserias, ni para evadirme de la realidad, sino, antes bien, para captar y fijar en obras estimuladoras de algún interés los rasgos característicos de lo cotidiano sobre los cuales debemos poner atención; pero tampoco un realista, de posición asumida dentro de un encasillamiento exclusivamente artístico que se limite a copiar y a exponer lo que observó y comprobó sino que por su obra de costumbre docente(...) aspiro a que mi mundo de ficción la restituya el de la realidad sus préstamos con algo edificante” (Gallegos : 1964, 129)
En ese mismo articulo dice lo que quiere reflejar por medio de su novela: “pero hay que advertir, para que mejor se entienda lo que luego viene, que eso de barbarie imperante no era sólo de los llanos, sino tragedia de Venezuela entera bajo una dictadura oprobiosa, dimanente de las guerras fraticidas que durante largos años habían ensangrentado el país” (p.127). Como educador que era, no por profesión sino por vocación, siempre trató de analizar los problemas que aquejaban a la nación con espíritu docente. Felipe Massiani (1984) afirma que

“La primera noticia de Gallegos como educador hay que situarla en el año de 1912. En aquel tiempo lo encontramos como Director del Colegio Federal de Barcelona (…) Las actividades docentes de Gallegos no lo alejaban, pues, sino todo lo contrario de la constante relación con lo más sustantivo del espíritu nacional…1912 a 1918 lo encuentran de subdirector del Liceo Caracas, el centro oficial de mayor importancia para la segunda enseñanza. De 1922 a 1930 dirigió el mismo liceo…Profesor de psicología y director del liceo, su influencia de educador y aun de amigo mayor y maduro, gravitó hondo sobre la sensibilidad y la inteligencia de la muchachada, que comenzaba a cobrar conciencia de la tragedia de Venezuela bajo la dictadura.” (pp. 52-53)
En sus artículos de La Alborada sobre este tema (la educación) señala como fuentes para que se acentúen los males que aquejan al país, a las diferencias educacionales. Considera que reformando el sistema educativo se podría conseguir alguna solución a los males nacionales. “Nuestra educación, herencia latina que conservamos como un timbre de raza, es la menos apta para exaltar, no diremos para crear, las virtudes que se requieren en un pueblo para su engrandecimiento, y la más ineficaz para destruir en el nuestro los vicios atávicos. (Gallegos, R.: 1964,58)

Influenciado por los Positivistas europeos, Gallegos considera el sistema educativo como el centro de los problemas nacionales. “El panorama de la escuela venezolana no puede ser más tétrico, ni más sombrío, en lugar de formar hombres, produce esclavos; en lugar de contribuir al progreso de la nacionalidad, es el factor más poderoso para fijar detenidamente las condiciones de la barbarie nacional” (Damboriena, A. ob. cit., 148). Plantea la necesidad de reformar el sistema educativo y para ello confía en el venezolano preparado, en los intelectuales. Europa debe ser la fuente puesto que es un Continente maduro; allí está el conocimiento, la técnica, la cultura. Á. Damboriena (1960) hace un resumen de las ideas educativas de Gallegos:

“…la enfermedad venezolana, uno de cuyos síntomas es el caudillismo y la barbarie, tiene su raíz profunda en la inestabilidad racial que ha originado el mestizaje de los pueblos (…) la educación disociadora que reciben los niños venezolanos en la escuela y en el hogar; una educación que se limita a insistir en conocimientos inútiles e impropios y una deformación de criterios para la conducta que refuerza tendencias raciales de estos pueblos al desprecio de las instituciones y el temor sumiso hacia los caudillos. La moral católica, que insiste en el principio del temor y del castigo –según Gallegos—el sacerdote que educa en la hipocresía y ejerce una influencia fatal sobre el niño, son los principales responsables de que el pueblo no comprenda la necesidad de independencia y crea que su deber para ganar el cielo sea la más abyecta sumisión…”
“… La solución que exige el problema venezolano es la europeización cultural; no la simple imitación de lo europeo, en la corriente vital venezolana. Esto no se puede lograr por mera instrucción de las masas; sería utópico pretenderlo en Venezuela. En la gran lucha entre Civilización y Barbarie, sobrevivirán los más aptos, según la ley darwiniana; y por lo tanto, hay que fortalecer a los representantes de la Civilización para que su victoria sea definitiva. Ellos pertenecen al grupo de los intelectuales (…) pero que tienen que ser progresistas, libres de prejuicios, abiertos a las nuevas ideas y preocupados con los problemas sociales, al modo de los intelectuales socialistas europeos (…) Ello significará el triunfo de la Civilización sobre la Barbarie. (pp.164-165)
Gallegos es un escritor de corte clásico; su lenguaje y su técnica son capaces de llegar a todo tipo de lector. Conoce la necesidad del pueblo, falto de educación, y piensa que a través de la lectura de obras literarias, también se puede enseñar. El lenguaje utilizado en sus novelas es sencillo, claro, robusto. Cuando utiliza los modismos, las expresiones coloquiales, está justificando la riqueza de nuestro idioma.

La intención del maestro al enfocar en sus obras literarias la realidad venezolana, no le resta, desde el punto de vista formal, nada a sus escritos, (prosa poética). Pretende, por medio de sus escritos, hacer tomar conciencia al lector cuál es la problemática del país. En las descripciones que hace en su novela Doña Bárbara, se ve un fluir de figuras literarias, páginas espléndidas cargadas de un lenguaje metafórico, como es, por ejemplo, cuando describe el alba de los llanos con sabor a tierra bravía, con ritmo salvaje de vida exuberante y rica.

“Avanza rápido el amanecer llanero. Comienza a moverse sobre la sabana la fresca brisa matinal, que huele a mastranto y a ganados. Empiezan a bajar las gallinas de las ramas del totumo y del merecure, y el talisayo que las espera, les arrastra el manto de oro del ala ahuecada y una a una las hace esponjarse de amor. Silban las perdices entre los pastos. En el tranquero de la majada una paraulata ajicera rompe su trino de plata. En bulliciosas bandadas pasan los voraces pericos, hacia los conucos donde ya cuajan los maizales del norte; más arriba, la algarabía de los bandos de güiriríes, los rojos rosarios de corocoras; más arriba todavía, las garzas blancas, serenas y silenciosas. Y bajo la salvaje gritería de las aves que doran sus alas en la tierna luz del amanecer, sobre la ancha tierra por donde ya se dispersan lo0s rebaños bravíos y galopan las yeguadas cerriles, saludando con un ritmo amplio y poderoso la vida libre y recia de la llanura. (Gallegos: 1964, 119)
En la palabra, en los modismos, en la frase, en el diálogo, en las descripciones, está presente el alma ruda del llanero venezolano, y a quien Gallegos conoce profundamente. Las faenas campesinas, las escenas de la doma, el rodeo, la marcha por los tremedales, la caza de caimanes, los cuentos de aparecidos, fantasmas, almas en pena, fechorías del diablo, revelan ese conocimiento de la idiosincrasia racial que tiene este novelista. Y los plasma en forma literaria, y esto lo convierte en un gran escritor. El fenómeno de “síndrome de la pasión por Venezuela”, lleva al maestro a un alejamiento de la literatura contemporánea, ya presente en su época. Gallegos no busca caminos nuevos, ni técnicas modernas para mostrar su obra, simplemente lo que hace es pintar la realidad venezolana. Su obsesión por el planteamiento social lo limita en el campo literario. Respecto a esto Massiani (1984), afirma:

“La novela de Gallegos significa una fecha en la trayectoria de las letras nacionales. Representa hasta ahora la versión más amorosa y acertada del paisaje venezolano, y de las vicisitudes cordiales del hombre que dialoga con él: fija una nueva manera de acercarse a ese mismo paisaje, manera que lo vivifica y dramatiza. Significa asimismo, desde otro punto de vista, extraliterario, pero trascendente. La actitud responsable del intelectual frente a la realidad político social; las posibilidades de mantenerse dentro de esa posición saludablemente polémica sin violentar o adulterar la pureza de los medios artísticos…” (p. 159)
Por su parte, Domingo Miliani (1975) habla acerca de las limitaciones de Gallegos en el campo técnico…

“…No podía pedirse del todo a Gallegos, la realización insólita del desarrollo técnico, en las estructuras de planos, porque su incorporación a los contextos hispanoamericanos empieza a ser materia de experimentación a partir de 1940. Exigir, además, un tratamiento técnico al gusto de los lectores de hoy, sería incurrir por otra vía, en el mismo vicio crítico normativo del deber ser social en la literatura, al reclamar soluciones esperanzadas, happy end revolucionarios en todas las novelas…” (p.43)
Este escritor venezolano se mantuvo subyugado por convenciones que Europa había descartado años atrás: el tiempo y la narración lineal, la descripción física y psicológica de los personajes y paisajes, el narrador en tercera persona, conocedor del mundo interior de sus personajes. Viéndolo de esta forma, hoy, en el siglo XXI, la pasión por Venezuela podría hacer a un gran ciudadano, pero, difícilmente a un escritor de dimensiones universales.

III. RÓMULO GALLEGOS, CENTRO POLÉMICO

Para el momento cuando escribe Gallegos, la generalidad de las obras latinoamericanas planteaban el problema de la tierra, pero por medio de la violencia. La lucha nunca era noble, sino que en ella se aceptaba la violencia como surgida inevitablemente de la miseria del rebelde. A lo largo de su obra Doña Bárbara, Gallegos desarrolla ampliamente una gran preocupación por el problema de la evolución o revolución, de justicia o iniquidad, de civilización o barbarie. El protagonista de la novela, Santos Luzardo, aunque ha nacido en los primitivos llanos, creció y se educó en Caracas; su lucha, noblemente concebida y realizada en contra de Doña Bárbara, surgida de su mismo ambiente, es el medio de que se sirve el autor para propagar sus ideas.

La crítica a Gallegos es constante, unas veces positivamente y otras en forma negativa, pero sea cual sea la línea a tomar, no se puede negar el tratamiento realista que da al ambiente en su obra. En la novela se entrecruzan lo real con lo poético; es descriptiva, de costumbres rurales, de acción y de caracteres, y si se quiere, también es psicológica. Mucho se ha hablado del verdadero protagonista de esta obra literaria, muchos dicen que es el paisaje; sin embargo, esto no le resta importancia a los personajes, los cuales interesan tanto por lo que son como por lo que hacen. Si el autor hace una descripción bastante buena de los personajes principales, logra un verdadero tratamiento en los colocados en segundo plano. Su magistralidad está en el realismo de su presentación. Un ejemplo podría ser la del peón Carmelito López:

“Un hombre de facciones cuadradas, cejijunto, nada simpático al primer golpe de vista. Uno de esos hombres que están siempre “encuevados” como dice el llanero, sobre todo en presencia de extraños.” (Gallegos: 1964, 74)
El mismo autor defiende su posición en cuanto el objetivo principal de su obra:

“No soy un simple creador de casos humanos, puramente, que tanto pueden producirse en mi tierra como en cualquier otra de las que componen la redondez del mundo, sino que apunto hacia lo genérico característico que como venezolano me duela y me complazca. O sea, no soy un artista puro que observa, combina y construye, por pura y simple necesidad creadora, para añadirle a la realidad una forma más que pueda ser objeto de contemplación (…) yo (…) no he compuesto a Doña Bárbara, sino para que a través de ella se mire un dramático aspecto de la Venezuela en que me ha tocado vivir y que de alguna manera su tremenda figura contribuya a que nos quitemos del alma lo que de ella tengamos”. (Gallegos: 1964, 116-117)
No se puede olvidar que Rómulo Gallegos se compromete con Venezuela política y literariamente, de allí que le dé ese carácter social a toda su obra. Pero lo que algunos críticos reclaman a Gallegos es que, habiendo escritores venezolanos que en esa época lograron insertar sus obras dentro de los lineamientos contemporáneos, también él, con su gran capacidad, pudo haberlo hecho. Su novela se mantiene dentro de una secuencia lineal en el tiempo. El punto de vista es de narración omnisciente, que conoce hasta lo más íntimo de sus personajes, y que con sus continuas intervenciones le quita el sentido poético que pueda tener una descripción o un hecho en sí

“Finalmente, de otra conversación con el mismo Antonio, al día siguiente, se le ocurrió una idea, ya más de acuerdo con el plan de civilizador de la llanura.--Hoy cachilapiamos unos cincuenta orejanos en una sola paradita de lazo –díjole Sandoval. Cachilapear, es decir, cazar a lazo el ganado no herrado que se encuentra dentro de los términos del hato, es la pasión favorita del llanero apureño.” (p.164)
Está aquí presente el educador, aquel que debe explicar el significado de las palabras. No deja al lector para que por sí mismo haga la interpretación de lo expuesto por los personajes. Sus personajes principales, Santos Luzardo y Doña Bárbara, no son universales, es decir, son planificados, tienen una función. Santos Luzardo, personifica la Civilización, donde no cabe un error porque puede ser la destrucción de toda su ideología. Es un personaje pensado precisamente para cubrir su enseñanza. Rómulo Gallegos había destinado a Santos Luzardo a una obra civilizadora sobrehumana y lo plasmó con un carácter apropiado a tal fin. (La obra de la civilización no puede ser en manera alguna efecto de un ímpetu ardoroso, pero inconsciente, de un heroísmo que se desgasta al primer esfuerzo).

La Civilización se lleva a cabo a punta de sereno planteamiento de la situación y de los problemas que presenta de una aplicación esforzada pero constante e irremitente a las duras tareas que exige la implantación de un orden nuevo en los dominios de la Barbarie…Santos Luzardo es un flemático de Actividad y Secundariedad muy elevadas. En cambio, y como condición indispensable para la tensión anímica que exigía su empresa, la Emotividad es más elevada que la de un flemático típico, sin que se pueda afirmar que sea tan pronunciada como para transformarlo en un temperamento pasional característico (…) Gallegos no podía haber creado un carácter más completo para realizarla (su empresa); la serenidad del flemático combinada con el dinamismo del pasional.” (Damboriena: 1960, 359)

Gallegos deseaba que sus compatriotas tomaran conciencia para lograr el cambio en su país; deseaba darles armas para dinamizarlos. Sin lugar a dudas, sintió la necesidad de conseguir un círculo de lectores más amplio que los grupos elitescos y llevarlos a la acción. Santos Luzardo fue su vehículo:

"Santos Luzardo contemplaba el animado espectáculo con miradas enardecidas por las estufadas de los recuerdos de la niñez, cuando al lado del padre compartía con los peones los peligros del levante. Sus nervios, que ya habían olvidado la bárbara emoción, volvían a experimentarla, vibrando acordes con el estremecimiento del coraje con que hombres y bestias sacudían la llanura, y ésta le parecía más ancha, más imponente y hermosa que nunca, porque dentro de sus dilatados términos iba el hombre dominando la bestia y había sitio de sobra para muchos.” (Gallegos: 1964, 236)
En lo que se refiere a Doña Bárbara como personaje, aunque Gallegos se haya inspirado en un personaje real, Doña Francisca Vásquez. “Una mujer que era todo un hombre para jinetear caballos y enlazar cimarrones. Codiciosa y supersticiosa, sin grimas para quitarse de por delante a quien le estorbase…” (Gallegos: 1964, Prólogo a Doña Bárbara, 24); en realidad es muy difícil encontrar, para aquellos momentos, una mujer así en Venezuela, una especie de Doña Bárbara. Doña Francisca Vásquez de Carrillo, a quien, tiempo atrás, había conocido Andrés Ely Blanco, fue inmortalizada por don Rómulo Gallegos en su novela. El poeta venezolano la describe así:

“Y doña Pancha era fea, oscura, casi negra. En su juventud quizás hermosa y juncal; ahora se había puesto gruesa, muy gruesa. Lo único hermoso en ella eran los profundos ojos negros y cierto reposo, cierto dejo hospedador, cierto señorío llanero en el brindar la mesa plena, (…) A pesar de sus carnes, doña Pancha era un jinete extraordinario, y la pistola en sus manos era prolongación de un ojo. Sin detener el gran caballo piñalero al galope, tendió el brazo, disparó y arrancó en vilo, del tope de una palma seca, un gavilán caricari. Pero con todo, no era más que eso que vivía allí; una mujer que tenía que defenderse, sola en aquel medio y que para defenderse tenía que agregar a su valor personal una serie de leyendas acerca de sus poderes ocultos y sus cordiales relaciones con lo sobrenatural.” (Blanco,1952, agosto: 18-19)
Fue esta la mujer a quien Gallegos despersonificó, y con su gran imaginación poética hizo de doña Pancha una imagen sugestiva y terrible al mismo tiempo de la llanura venezolana.
Después de haber sido brutalmente violada por los hombres del bongo…“Ya sólo rencores podía abrigar su pecho y nada la complacía tanto como el espectáculo del varón debatiéndose entre las garras de las fuerzas destructoras. Maleficios de Camagüey –Minare-- siniestra divinidad de la selva oriqueña--, el diabólica poder que reside en las pupilas de los dañeros y las terribles virtudes y las hierbas y raíces con que las indias confeccionan la pusana para inflamar la lujuria y aniquilar la voluntad de los hombres renuentes a sus caricias, apasionándola de tal manera que no vive sino para apoderarse de los secretos que se relacionan con el hechizamiento del varón.” (Gallegos, ob.cit. p.63)
Es el personaje real que el novelista convierte en personaje de ficción (ente de papel), y así se representa uno de los símbolos de la realidad nacional.

IV. UNA NUEVA VISIÓN DE GALLEGOS

En las dos posiciones de la polémica, como fue expresado anteriormente, los críticos se han extralimitado en sus opiniones. Decir, como afirma Liscano, (1979), que “lo esencial en la obra de Gallegos, sobre todo en la trilogía Doña Bárbara, Cantaclaro, Canaima, no lo componen la trama, lo descriptivo geográfico, lo costumbrista, lo sociológico e historicidad, lo populista, sino las penetrantes intuiciones poéticas vinculadas con el sueño, el mito, los arquetipos, los símbolos” (Schärer-Nussberger,M. 1979,9) es hacer una afirmación que va en contra de toda la ideología del escritor.

No se puede negar la presencia del realismo y la descripción poética en la novela Doña Bárbara. La narrativa actual está cargada de elementos simbólicos y oníricos. Muchas obras contienen referencias mitológicas y ficcionales, pero las de Rómulo Gallegos, muy poco o casi nada. Tal vez, sólo en el capítulo “La Tempestad” de Canaima, puede destacarse algo de esto. Acerca de la obra Doña Bárbara, podría decirse que en algunos de sus personajes hace un, tal vez no intencional estudio psicológico, como sucede con SANTOS LUZARDO.

Altamira, hato de Santos Luzardo, fundado por don Evaristo Luzardo, y como el mismo Rómulo Gallegos lo define: “…uno de aquellos llaneros nómadas que recorrían –y todavía recorren—con sus rebaños, las inmensas praderas del Cunaviche, pasando de éste al del Arauca, menos alejados de los centros de población.” (Gallegos, 1964,45), fue uno de los más prósperos de la región. Todos los descendientes de su fundador lucharon por mantenerlo, durante mucho tiempo fue motivo de rencillas familiares, pero siempre lo conservaron los Luzardo, hasta llegar al último de ellos: Santos. Este, hombre educado en la ciudad, universitario, quien ha estudiado leyes, se ha desligado totalmente del medio bárbaro de sus ancestros, y trata de apaciguar sus tendencias y someterlas a un ideal. Cuando llega al hato, con la idea de venderlo, comienzan a luchar en lo más íntimo de su ser, dos fuerzas la ciudad que significa el progreso y el lleno que representa su origen.
“Eran dos corrientes contrarias, propósitos e impulsos, decisiones y temores. Por una parte lo que había sido fruto de reflexiones ante el espectáculo de la llanura el deseo de consagrarse a la obra patriótica, a la lucha contra el mal imperante, contra la naturaleza y el hombre, a la búsqueda de los remedios eficientes. Pero en aquella decisión hubo también mucho de impulsivo escapado de la disciplina del razonador, el contacto con el medio propicio: la llanura semibárbara “tierra de los hombres machos” como solía decir su padre…” (p. 91)
Durante toda la obra, se van presentando estas dos posiciones y esa lucha interna. En el capítulo “La lanza en el muro”, se inician los impulsos dormidos. Y como dice O. Araujo (1962)
“El hombre civilizado que hay en él se subleva y decide luchar contra la poderosa Doña Bárbara porque luchar contra ella no significa sólo salvar a Altamira, ‘sino contribuir a la destrucción de las fuerzas retardatarias de la prosperidad del llano’ (Doña Bárbara, 55) Mas en el fondo de su alma dormían las tendencias a impulsos de sus antepasados. Al contacto con las tierras salvajes estas tendencias e impulsos van a despertar y a enfrentarse con el ideal que el hombre civilizado se ha propuesto.” (pp. 134-135)
Todo esto va tomando cuerpo, hasta que al final de la novela vende el razonador y el progreso.

“Llegó el alambre de púas comprado con el producto de las plumas de garza y comenzaron las trabajos. Ya estaban plantados los postes, de los rollos de alambre iban saliendo los hilos y en la tierra de los innumerables caminos por donde hace tiempo se pierden, rumbeando, las esperanzas errantes, el alambrado comenzaba a trazar uno solo y derecho hacia el porvenir.” (Gallegos: 1964, 451-452)
Marisela es otro logro en este sentido, por un lado la tenemos como figura montaraz: “Era una muchacha desgreñada y cubierta de inmundos harapos, que portaba un haz de leña sobre la cabeza y trataba de ocultarse detrás de una palmera.” (Gallegos: 1964, 136). Luego se verá en ella el renacer del llano. Ella constituye el fruto de la barbarie, y queda abandonada a su suerte. Está hundida en el sopor de la nocturnidad, en la oscuridad de la inocencia. Se hizo mujer junto a su padre, ya convertido en el “Espectro de la Barquereña” , quien sumido en su inconsciencia, no vela por ella, como tampoco lo hizo su madre. Allá en el “Palmar de la Chusmita”, tierra de nadie, tabú de los Luzardo y los Barquero, creció como un animalito salvaje en medio de la naturaleza.

No sólo su exterior mostraba su rudeza, en particular, su modo de hablar , acompañado de gruñidos brutales, denotaba la completa ausencia de modales de gente civilizada. Arisca como animal salvaje, tenía, sin embargo, una innata ingenuidad y cierto pudor al ocultar instintivamente la desnudez de sus piernas ante la prese4ncia de extraños, y para defenderse de su curiosidad usaba un lenguaje brusco, pero firme.

“…no me moveré de este sitio mientras no me hayas dejado ver tu cara. He venido sólo a conocerte, porque me han dicho que eres muy fea y no quiero creerlo hasta que lo vea con mis propios ojos…--¡Zape! –exclamó ella--. Yo no tengo más familia que mi taita, porque ni mi mae puedo decí que la conozco. La mención de la madre disipó la jovial disposición de ánimo que estaba poniendo Santos en la charla, y ella, como temiendo haberlo disgustado de veras… insistió: --¿No ve que usté no es na mío. Como dice?. Si juera, no se habría quedao tan callao” (pp. 152-153)
En el transcurso de la narración, Marisela sale de aquel encantamiento, de aquella miseria y nace verdaderamente a la vida. Su entrada a ella es por medio de una especie de bautismo. La joven se encuentra sí misma en el instante en que Santos Luzardo la llama a la existencia lavándole la cara y hablándole de las bondades del agua y de la limpieza. Experimenta en su interior una sensación jamás conocida, a tal punto que …abre los ojos, lo mira y se le cuajan de lágrimas; así le asalta la idea de conocerse a sí misma. Fue inmensa su alegría cuando Santos hizo que se mudaran, ella y su padre para Altamira. En su nueva morada inicia una vida distinta: empezó a educarse, a instruirse bajo la dirección de su primo.

Con ella empezaba la obra “civilizadora” de Santos Luzardo. Ya comienza a ceder la barbarie en la pureza e inocencia de Marisela. Fue él quien le mostró la belleza; fue él quien cinceló la piedra bruta, y poco a poco la fue esmaltando. Sin embargo “…en el fondo de esta gruta resplandeciente que rea su corazón dichoso, se había quedado en tinieblas un pequeño rincón: la fuente de la ternura, y se había quedado en tinieblas porque sólo el dolor podía revelárselo” (p. 385). Lorenzo Barquero es presentado por Gallegos como una de las numerosas víctimas de Doña Bárbara, ya que fue transformado poco a poco en una criatura sin fuerzas. El hijo menor de Sebastián Barquero y Panchita Luzardo. Se había educado en Caracas, pero…

“Acometido de un brusco acceso de misantropía, abandonaba de pronto las aulas universitarias y los halagos de la vida de la capital, para ir a meterse a un rancho de los campos vecinos. (…) solo, mudo, sombrío como una fiera enferma dentro de un cubil (…) tomó el camino del llano para precipitarse en la vorágine del drama que allí se estaba desarrollando.” (pp. 64-65)
Espíritu débil que se dejó ganar por el ambiente, pero también su mundo interior, su compleja y malograda mentalidad, perturbada por todo lo que hubo de malo y destructor en la infancia y en la adolescencia, acabó por convertirlo en un espectro. No tuvo voluntad para enfrentarse a Doña Bárbara, y ella le quitó todas las tierras de la Barquereña. No le quedó más remedio que refugiarse en el rancho de “La Chusmita”, y ahí siguió su proceso de animalidad salvaje, extremado ahora por los latigazos del alcohol que diariamente ingería. Sólo hay en la novela de Doña Bárbara cierta relación con la mitología cuando se compara a “la devoradora de hombres” con la representación de la “naturaleza madre”.

“¡De más allá del Cunaviche, de más allá del Cinaruco, de más allá del Meta! De más lejos que más nunca –decían los llaneros del Arauca, para quienes, sin embargo todo está siempre ‘ahí mismito’, detrás de aquella mata—De allá vino la trágica guaricha” (p. 56)
Se puede identificar al personaje de Doña Bárbara como un arquetipo de fémina primordial, expresión destructora de la naturaleza en su aspecto maligno de procreadora y devoradora de su propia creación. Su origen no se conoce: “Fruto engendrado por la violencia del blanco en la sombría sensualidad de la india, su origen se perdía en el dramático misterio de las tierras vírgenes.” (p. 56). Según afirma Juan Liscano(1969):

“La rige el destino; es decir, la ciega ley de la fatalidad terrestre, está emparentada con Zali y con Lamia, con Lilith y con Coatlicue, todas ellas figuras de la Gran Madre procreadora de la vida y la muerte, de la Gran Prostituta, oscura divinidad de los tiempos en que los hombres adoraban los elementos y los atributos generadores de la especie.” (p. 104)
Se puede ver así como Doña Bárbara, la Dañera, la Devoradora de Hombres, la Esfinge de la Sabana dentro de la magia literaria se confunde en el plano de los símbolos, de las divinidades oscuras con la representación de la Naturaleza prepotente, que era adorada en épocas antiguas por ser la energía creadora y destructora. Le dice Lorenzo Barquero a su primo cuando éste lo fue a visitar:

“…Lo mismo te a pasado a ti; oíste la llamada. Ya te veré caer entre sus brazos y enloquecer por una caricia suya. Y te dará con el pie, y cuando tú le digas “Estoy dispuesto a casarme contigo”, se reirá de tu miseria y…Se mesó los cabellos. La idea fija, que no poco antes se había deslizado en su discurso, logró, por fin, apoderarse de él (…) y hundiendo la cabeza en el pecho, se quedó murmurando:--¡La devoradora de hombres!” (p. 148)
Dentro del plano mítico, Doña Bárbara es identificada con el Mal, y lo grande, según los críticos defensores de la teoría de la contemporaneidad de Gallegos, es que la Doña no es vencida por ningún acto de violencia, sino por medio del Amor. Ella comienza su cambio cuando se enamora de Santos Luzardo. Su pasión por este hombre llega a su punto culminante en el capítulo La Estrella en la Mira: “Cuando a punto de disparar sobre su hija, de quien está enamorado Santos Luzardo, descubre dentro de sí misma lo que desconocía: la piedad, el recuerdo de Asdrúbal y el amor maternal.” (Liscano, J: 1969, 105) Aquí vuelve por entero a su condición personal. Sale de su representación mayor: “La Gran Prostituta Sagrada”, la Sabana, la Naturaleza, la cual termina por devorarla.

“Doña Bárbara se detuvo a contemplar la porfiada aberración del ganado, y con pensamientos de sí misma materializados en sensaciones, sintió en la sequedad saburrosa de su lengua, ardida de fiebre y de sed, la aspereza y la amargura de aquella tierra que lamían las obstinadas lenguas bestiales…” (p. 449)
Voluntariamente se va, se pierde en la llanura que se la traga, regresa al vientre de la naturaleza que la engendró. “La noticia corre de boca en boca: ha desaparecido la cacica del Arauca. Se supone que se haya arrojado al tremedal, porque hacia allá la vieron dirigirse, con la sombra de una trágica resolución en el rostro…” (p. 451)

V. LO FICCIONAL EN LA NOVELA DE DOÑA BÁRBARA

Sólo por el hecho de ser novela, ya DOÑA BÁRBARA es una obra de ficción. El ambiente creado por Rómulo Gallegos, aunque pueda existir realmente, es invención, pues brota de la imaginación del autor. Los seres que realizan la acción son simplemente “entes de papel”, no personas. Surgen de la concepción del escritor. No son universales, son como vivos símbolos, pero pura creación novelesca. El llano que pinta Gallegos, para cuando él escribe la novela, no existe de esa forma. El abandono era casi total, y por el sentido de la búsqueda del bien social que lo domina, quisiera que existiera como él lo plasma en la novela.

¿Trata Rómulo Gallegos de crear espejos en sus personajes.? Realmente no, porque Gallegos lo que hace es realizar una pintura de caracteres y ambientes, sin buscar más allá. Ninguno de sus personajes es él mismo. Sólo aparece el narrador como conocedor y manipulador de ellos mismos, sin que intervenga el mundo interior de los personajes, pero sí refleja en ellos situaciones angustiosas. El atraso del campo venezolano y la falta de cultura del hombre de su país es algo que preocupa al escritor y lo hace patente en su obra. Sin embargo, el libro tiene como finalidad dar un mensaje de optimismo y verdad al pueblo venezolano.

No sólo en esta novela sino en toda su narrativa “el valor como tesis, como enfoque de éste o aquel problema que afecta a la vida nacional en un momento determinado de su historia, es en apariencia un valor relativo y perecedero. Así tiene que ser todo el mensaje que se dirija a estos hombres de carne y hueso que el autor tiene ante sí, que viven su propia época y su propio drama y con quienes él quiere, o mejor, siente la necesidad vital de comunicarse.” (Araujo, O.:1962,64)

Si tomamos el concepto de espejo como el reflejo de casos particulares de individuos, podría decirse que entonces sí hay en algunos personajes de la novela la presencia de este aspecto. Un ejemplo podría ser Mujiquita, quien muestra un tipo de hombre en particular: mediocre y fácil de manejar.

“Los bigotes, el cabello, las pupilas, la piel, todo parecía tenerlo empolvado, con aquel polvo amarillo que alfombraba las calles del pueblo, todo en él daba la impresión de esos pobres árboles de orillas de camino, que no se saben de qué color son (…) Hasta cuando quería demostrar contento, sólo se le escapaban exclamaciones quejumbrosas.” (p. 191)
Más adelante dice:

“Y Mujiquita sonriente:--No te calientes, chico. Ponte en mi caso. Y en el del general, porque en la vida hay que tomarlo todo en cuenta …--Y como tú estás aquí para complacer a Ño Pernalete y no para administrar justicia –atajó Santos. Y Mujiquita, encogiendo los hombros:--Yo estoy aquí para completarles la arepa a mis hijos, que la pulpería no me la da completa…” (pp. 353-354). Ño Pernalete representa la autoridad mal llevada, y el cumplimiento de las leyes arbitrariamente.“… --Por eso yo, cuando se presenta por aquí un litigio, me informo por la calle quien es el que tiene la razón y me vengo aquí y le digo al señor: “Bachiller Mujica, quien tiene la razón es fulano. Sentencia ahora mismo a favor suyo.” Y al decir así, descargó todo el peso de su dictatorial machete sobre el escritorio del juez…” (p. 356)
Así como estos, hay otros personajes secundarios que pueden considerarse espejos.


IV. CONCLUSIONES

No se puede buscar en la obra de Rómulo Gallegos cosas que él no pretendió dar. Su posición en la vida y su compromiso con el país lo expresó muy claramente. Fue, ante todo, una artista que con una gran imaginación poética supo utilizar lo que la sociedad le mostraba. Con mirada penetrante y oído avisor, logra captar la situación de su tierra. Los problemas, vistos en forma artística, y encarnados en personajes verosímiles, ofrecen a los lectores sus grandes novelas.

Se podría decir que con Gallegos culmina lo que algunos críticos consideran la escuela Criollista. Lo que sus antecesores habían esbozado dentro de esta corriente, él lo llega a concretar, ya que por un lado está el contenido: todo lo referente a la geografía nacional. Por otra parte, el lenguaje, posibilidad trascendente de formas dialécticas en múltiples estratos, presencia del folklore, tipificación de las regiones por las particularidades del habla.

DOÑA BÁRBARA como toda buena obra, es una integración literal donde hay un lenguaje cargado de recursos metafóricos; un tema muy bien definido y una trama claramente expresada dentro de una corriente tradicional. El propósito que se impuso lo logró: hacer una narración y una descripción de la Venezuela tradicional. Una pintura de lo que era su país para la época de su juventud y madurez.

No podía pedirse al maestro un desarrollo técnico que encuadrara en las estructuras de planos. Realmente, él no fue un escritor de Vanguardia. Además, la incorporación de estos nuevos métodos a los contextos hispanoamericanos, comienza a realizarse en forma experimental a partir de 1940. Rómulo Gallegos trabaja su obra en cuanto a la formación y creación ficcional, pero no en la búsqueda de nuevas formas de expresión novelesca. Y como dice Domingo Miliani (1975):
“Si la técnica galleguiana sigue aferrada a cierta morosidad rítmica –descripción estática del paisaje, punto de vista omnisciente, desarrollo psicológico de unos personajes desde fuera de ellos mismos—importa hacer notar que en ella se logra el equilibrio, llevado casi a sus consecuencias finales, entre un proceso de fatalismo geográfico, una concepción del regionalismo social y un afán reformista, si bien por una vía más espiritual y moral que revolucionaria, porque ya se observó que esa era su cosmovisión de la realidad venezolana.” (p. 43)
Por eso, a Rómulo Gallegos se le debe ubicar en su época y en su espacio, conociendo su intención novelesca, y no pretender hacer de él un sociólogo, ni tampoco un escritor contemporáneo, no siendo ésas sus intenciones.

LISTA DE REFERENCIAS

I. DIRECTA

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II. INDIRECTA

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