PROLOGO
Liduvina Carrera
Con estas páginas, una invitación calurosa para recorrer el hermoso sendero de recuerdos y sentimientos que, en cuatro cortos capítulos, nos entrega la novel escritora Olga Carrera en su cuento “El viajero de América”, relato adornado de intimismo que raya en el lirismo poético y ofrece una vivencia nostálgica de un ser querido: José Carrera, padre de la autora y mío también.
¿Cómo comenzar el prólogo de un relato que tantas remembranzas llevan a mi presente? Resulta difícil aproximarse a un texto cuyo contenido es capaz de mover las fibras más recónditas de mis propios recuerdos; sin embargo, quien lo disfrute con su lectura, también podrá apreciar que está adornado con un rico lenguaje poético y con reminiscencias infantiles de la autora. En todo caso, aunque ella se haya inspirado en el torbellino de la vida diaria, la obra ofrecida constituye un canto al recuerdo del ser amado y una búsqueda constante que arrojan respuestas textuales, una vez que ha desaparecido el ser que las inspiró; el canto a la ausencia del padre sirve de pretexto para evocar lejanos momentos y dedicarle a la niñez y a otras épocas de la vida, páginas de hermosos recuerdos. La dedicatoria evidente: “Para mi papá, José Carrera”, invoca la imagen del padre: “era un hombre alto y delgado. El nerviosismo le salió por los poros”; usaba: “lentes de montura de carey”; “siempre con corbata y saco y su inconfundible sombrero” y sobre todo, su halo religioso y caritativo como San Francisco de Asís: “el espíritu franciscano le acompañó hasta la tumba”, “persona de profundos sentimientos religiosos, con la habilidad de usar un rosario como sedante”. En este sentido, es evidente que “El viajero de América” da cuenta de una etapa precisa del personaje, cuyo referente en la vida real fue el patriarca del hogar Carrera Pedroza, donde se crió la autora del relato y, por eso, hay presencia de comunión en los hechos relatados y la vivencia textual ¿biográfica? de la autora.
Encontré un manuscrito... |
Procurando organizar los espacios ficcionales, el lector podrá conocer la historia por medio del viejo recurso de los pergaminos hallados: “encontré un manuscrito (…) parecía un relato” (…) “Mi viaje a España, leía el título, fechado en 1959”. La presencia de un legajo de papeles es un recurso muy utilizado en literatura y constituyen pretexto para la elaboración del texto. En “El viajero…” la primera narración intercala otros relatos, como matriuskas rusas (una muñeca dentro de otra). En este caso, el escrito intercalado presenta una historia completa con una fábula tan elaborada que el lector olvida progresivamente la fábula básica, donde la protagonista organizaba su hogar para una mudanza de vivienda y encontró los papeles aludidos. En este sentido, Olga Carrera va más allá de la anécdota que será apreciada por el lector, no sólo en el material que tiene ante sus ojos, sino por el contexto de la escritora y del suyo propio, en el momento en que actualiza la obra: “lo que encontré en ella me llenó de nostalgia” (…) “me eché sobre la cama para leerlo con más comodidad”.
El texto ofrece un relato con distorsión temporal, con la ayuda del salto atrás o el flash-back, la autora trae al presente imágenes del año 1959, junto a los recuerdos de su propia vida y algunos referentes históricos: “la dictadura de Fulgencio Batista”, “las fuerzas comunistas del joven revolucionario Fidel Castro”, “el gobierno de Rómulo Gallegos”, “la dictadora de Francisco Franco en España y la guerra civil”, entre otras. En esa época, el referente textual había viajado hasta el viejo continente para visitar a su familia; así lo recuerda Olga Carrera, quien con un cambio brusco de las tiempos, logra que la voz ficcional vaya guiando al lector por diferentes espacios textuales del relato, incluso convirtiéndose en coprotagonista de un viaje onírico, nombre con el que la escritora ha bautizado su experiencia escritural: “lo perdí de vista a pesar mío” “quise correr tras él”, comenta cuando el “viajero” aborda el avión que lo llevaría a Lucillo, pueblito español que lo vio nacer; a partir de ese momento, lo acompaña en un recorrido de encuentros e interrogantes.
Lucillo |
Casa del pueblo: Lucillo |
Con las imágenes líricas se asciende hasta el motivo emocional del texto y se añade una notoria claridad espiritual; este cuento posee gran variedad de imágenes visuales y cada línea remite a una percepción diferente que une el mundo sensible con la visión de la autora, el resultado es una nueva significación; las imágenes de Lucillo, pueblito olvidado en la historia y en el tiempo, están presentadas con una nitidez amorosa: “la verde campiña”, “rebaño de ovejas”…”más de medio siglo en el pasado, visitar Lucillo fue como regresar a la Edad Media”. En las líneas de “El Viajero”, se observa cómo el valor referencial se queda atrapado en el mundo sensible por la visión de su autora; allí se mencionan con nostalgia los nombres de la “madre Pascuala”, las “hermanas Josefa, Amalia, Ludivina y su hermano Daniel”; en sus líneas, el texto nos da a conocer cómo “los hombres usaban boinas, camisas remangadas hasta los codos, pantalón con correa y sandalias sobre sus calcetines”. En este contexto, precisamente, cuando se describe a los paisanos del pueblo, se conoce la frase que da nombre al cuento; en boca de una mujer del pueblo se oye un saludo castizo: “¡Es José! ¡Venid a verlo! Ha llegado el viajero de América”.
Al releer estos textos, se puede apreciar que la autora no ha partido desde cero en el uso de sus recursos literarios, al contrario, ella ha tomado de la realidad concreta todo aquello que ha llamado su atención, lo ha extraído del nivel funcional de la comunicación, ha ampliado los detalles y ha logrado la interpretación con sus propias sensaciones en el sistema significativo más amplio de la literatura Por eso, ha usado las palabras como símbolos de nostalgia, alegría y tristeza y, con ellas, ha asumido una actitud personal ante la vida. Este relato conmueve el sentimiento y la autora utiliza interrogaciones retóricas, cuyas respuestas quedan en su propia búsqueda existencial: “¿Qué me está pasando? ¿Este es un sueño? Todo se ve demasiado real”. Con este recurso, se convocan emociones y se buscan respuestas; de aquí, pues, la presencia de la función emotiva del lenguaje con sus rasgos subjetivos en la presentación de las acciones. En este mismo orden de ideas, se puede apreciar cómo con la descripción anímica de los datos referenciales, la narradora hace posible un tratamiento más personal e íntimo de los recuerdos traídos al presente con tanta nitidez. “el pasaporte rojo no el de la República Bolivariana de Venezuela”; la “máquina de escribir negra, marca Underwood”; el “Avión K.L.M. azul y blanco…Douglas DC-4” cuyas “hélices giraban a toda velocidad”.
Douglas DC-4 |
Evidentemente, el cuento tiene un carácter marcadamente subjetivo, desde el mismo momento en que la voz textual asume un discurso propio y utiliza la primera persona del singular como narradora protagonista: “recuerdo haber contemplado muchas fotos de mi padre”. En todo caso, esa narradora de papel no es otra que la misma voz de Olga Carrera, prestada a su protagonista para que interprete tantos recuerdos y la ayude a organizar ficcionalmente los episodios más significativos de su relato.
Castañuelas |
En una obra literaria, el uso de recursos retóricos es significativo, porque constituyen la selección elaborada por el autor para expresar sus sentimientos; en el cuento hay una amorosa presencia de castañuelas, a las que proporciona vida propia con su onomatopeya musical: “clac, clac, clac”; por otra parte, sobre la base de sus estudios en Comunicación Social, Olga hace gala de técnicas cinematográficas, en lo que se refiere al tratamiento del juego temporal y, al final del relato, existe un momento en que la imagen se detiene en el espacio textual y se congela la escena como un puente para pasar del pasado al presente; la imagen recurrente de las castañuelas dará un final inesperado a este bello producto literario que da cuenta del amor filial de mi hermana Olga hacia el progenitor de nuestros días. Pero, no les pienso contar el final…lean el texto y disfrútenlo tanto como lo hice yo.
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