PROLOGO
Bajo la óptica de un narrador omnisciente, en tercera
persona, Olga Carrera nos presenta su primera novela El antifaz fragmentado; esta obra nos ofrece diferentes
acontecimientos y enredos en los que se ven envueltos sus personajes; está
estructurada en un Prefacio y dieciséis capítulos; cada uno de ellos, a su vez,
está subdividido en varias partes. Los nombres de estos espacios textuales son
los siguientes: el Prefacio “El crepúsculo de una vida”; Capítulo 1, “San Pedro y San Pablo”, Capítulo 2, “Cuando el
cielo se encapota”; Capítulo 3, “El paraíso escondido”; Capítulo 4, “El milagro
de la vida”, Capítulo 5, “Desafíos de un casamiento”; Capítulo 6; “La imagen
del espejo”; Capítulo 7, “El pecado contra Alá”; Capítulo 8, “El primer respiro y el último
aliento”; Capítulo 9, “Mentiras piadosas”; Capítulo 10, “Entre cielo y tierra
no hay nada oculto”; Capítulo 11, “Revelaciones del más allá”; Capítulo 12, “Quien
bien te quiere te hará llorar”, Capítulo 13. “Latitud Cero”; Capítulo 14, “El Antifaz
Fragmentado” (que da nombre a la obra); Capítulo 15, “Lo que se llevó el rio” y
Capítulo 16, “Mar adentro”.

En las páginas de la novel escritora, llama la
atención el ludismo con el que se han unido las variadas historias junto a la
riqueza de regiones y costumbres ecuatorianas, que sirven de plataforma a sus entes ficcionales, los personajes: Renata Sangiovanni, sus hijas Clarita
y Sirena, Omar Haffar, Carlos Alberto Torres Villavicencio y Luis Fernando
Velásquez, entre otros. Los escritores experimentales juegan con el texto y
convocan la enciclopedia de sus lectores; por esta razón, éstos recuerdan otros
conocimientos al leer las líneas que tiene frente a sus ojos. En el caso de
esta obra, la figura del lector se ve resaltada en importancia dentro del juego
ficcional, porque debe poner en juego su competencia cultural; la novela de
Olga Carrera se ha impregnado de las intertextualidades de otros textos y otros
géneros como las noticias de prensa, el diario íntimo, las partidas de
nacimiento y las canciones; de esta forma, utiliza géneros paraliterarios y juega con el blanco de la hoja, para llamar
su atención y obligarlo a la reelaboración ficcional.
Uno de los aspectos lúdicos de la autora, está
presente en el juego espacial con la hoja; Olga Carrera, como posible autora
experimental, tiene ante sí el papel en blanco, inspirada, juega con ella y
organiza la disposición de sus textos. En algunas oportunidades, la presencia
de estos microtextos conforma recortes periodísticos que dan cierta visión
ficcional de contexto: “Monterrey, 27 de
julio de 1981. Fatal accidente aéreo deja un saldo de 30 muertos en el
aeropuerto de Chihuahua”. Así como en el
macrotexto literario, la novela, la función dominante es la poética, en los
microtextos periodísticos, la función es la referencial; sin embargo, se debe
destacar que al estar ubicados en el contexto ficticio, cambian su función
referencial y se incorporan a la obra.

De igual manera, al presentar el fluir temporal de sus
personajes, la escritora utiliza otros recursos, como la interpolación de
relatos; en la obra, existe una alternancia y esto consiste en contar la fábula
de forma interrumpida, para tomarla más adelante o adelantando situaciones que
luego resolverá en otras páginas; de esta manera y procurando organizar los
espacios ficcionales, el lector podrá conocer la historia que rodea Renata
Sanguineti, como hilo conductor de historias, y el resto de los actantes que la
acompañan en sus vivencias textuales. La novela de Olga Carrera presenta
cambios temporales bruscos para un lector no acostumbrado a esta forma de
abordar textos; la autora sabe jugar con el tiempo ficcional y lo alterna ante
los ojos del lector, quien debe ser "macho" o "cómplice" (en
acepción del escritor Julio Cortázar) para ser capaz de reelaborar de nuevo el
texto y organizar en su mente el rompecabezas que le ha presentado la autora;
en otras palabras, el lector debe organizar el texto como si fuera su co-autor. Al respecto, Olga es precisa en muchas fechas: “terremoto 4
de agosto 1988”; “todo comenzó en diciembre de 1997”, “el primer encuentro
entre Renata y Carlos Alberto ocurrió a mediados de 1968”, “finales de junio
1998, Manabí”; como si quisiera dejarlas grabadas en la memoria del lector para
que lo guíen en su lectura; pero, no es así, porque si está acostumbrado a leer
un material organizado, con personajes delimitados, un tiempo ordenado y el
ambiente de fácil construcción mental, tendrá que releer este rico material, de
nuevo, para disfrutar sus trampas narrativas..
El juego
experimental de la autora distribuye las líneas de la novela con un “moroso”
regodeo; por eso, no sería errado considerarla como una novela intelectual; la obra ofrece erudición, ludismo y síntesis
combinatoria; se presenta como un logro de otras escrituras convocadas por la
autora, surge entonces la intertextualidad o la transtextualidad que pone al
texto en relación manifiesta o secreta, con otros textos; es el caso, por
ejemplo, cuando incorpora la letra de la canción: “Estuve enamorado, de
ti...Estuve enamorado de ti...Pero ya no siento nada, Ni me inquieta tu mirada…
Como ayer” del cantante Raphael. Esta
novela requiere un lector crítico, capaz de percibir la vinculación entre
textos y extraer de sus recuerdos, las referencias convocadas. Dentro de una
relación transtextual, los escritores ficcionalizan sus conocimientos, que
serán denominados “hipotextos”, y las obras convocadas por estos escritos se
denominarán “hipertextos”; es similar al uso de los link en los materiales
digitalizados, se abre una nueva pantalla delante del lector-usuario y también
se incrementa una serie virtualmente infinita de lecturas posibles. En el caso
mencionado, el relato inicial o hipertexto (la novela) atrae al hipotexto que se corresponde con la
canción convocada y, además, escrita en grafía diferente.


Liduvina Carrera
Febrero, 2012.