ACERCA DE LAS AUTORAS

jueves, 1 de abril de 2010

DE “ALMENA DE SAL” A VIAJE INVERSO

Liduvina Carrera



    A decir de Luis Barrera Linares (1992: 12), la búsqueda experimental de Carrera, que más tarde sería denominador común en la obra ficcional del autor, comenzaría a mostrar sus primeros atisbos en el diseño de los relatos integrantes de su segundo libro Almena de sal (1976). En el cuento que da título a la obra: "cobra cuerpo un personaje abrumador, fuerte, conciso, capaz de golpearnos como lectores, quien más adelante será la excusa primordial del proyecto narrativo más ambiciosos y más polivalente que hasta el presente haya emprendido su autor: Viaje inverso, novela que verá la publicación en 1977 (Barcelona: Seix Barral) para hacerse merecedora del Premio Municipal de Narrativa del Distrito Federal en ese mismo año".
    La génesis de la novela existe, pues, en el cuento “Almena de sal” . En 1968, este relato breve había sido galardonado con el Premio Unico - ex aequo - del Concurso de Cuentos del diario El Nacional, compartido con Orlando Araujo. Desde el mismo epígrafe, el conocedor de la narrativa carreriana, es invitado a recordar el título de la novela: “ya que es lo más difícil contar una parte y no poder contarlo todo. Pedro Aloysius del Lázaro. Viaje inverso”(Carrera, G. L. 1992: 57). Conociendo estos antecedentes, resultaría un tanto infructuoso el hecho de abordar la novela sin tomar en cuenta el cuento que ha prestado su semilla para la macro inspiración.

 1.-¿Quién eres, Pedro Lázaro? O la búsqueda de una identidad.
Según Barrera Linares (1992b: 138) existe una tendencia anecdótica-experimental en los escritores posteriores a los años sesenta, que se fundamenta en un equilibrio entre la historia y la experimentación lingüística: "la década de los setenta se inclinó mucho más hacia la forma que hacia la historia narrada, quizá imbuida de los aportes de experimentalismo ". Gustavo Luis Carrera, como cultor de la palabra, constituye un ejemplo de esta posición. En efecto, aunque juegue con los recursos formales en su novela, existe una anécdota posible de reconstruir en el texto.
    Para abarcar la estructura global del texto (Barrera Linares, L. 1995: 56), debemos insistir en el título dado a esta parte del estudio. Es evidente que la búsqueda de identidad forma la macroproposición global del discurso. El personaje del cuento, lo mismo que en la novela, mantiene el camino constante para encontrar su propia identidad; se plantea un viaje a Cumaná mientras procura descifrar los escritos de Pedro Lázaro, documento que en el transcurso de su interpretación, dará la clave de la propia existencia del narrador. Desde el comienzo, la voz textual en primera persona se encuentra obsesionada por la búsqueda del autor de los pergaminos y el ambiente aparece íntimamente ligado a la búsqueda existencial del personaje: “Subí las escaleras semiderruidas sin detenerme, y en el primer plano miraba hacia cada rincón, en busca de una sombra, de un vestigio que me designara a Pedro Lázaro”. (Carrera, 1992: 56). La pregunta se hace insistente a lo largo de las páginas el relato “Almena de sal”:
Vuelvo al título rasgado en la primera hoja: Viaje inverso, y la pregunta se destila a lo largo de todo mi cuerpo: ¿quién eres, Pedro Lázaro? (…) ¿quién eres, Pedro Lázaro, además de El Redivivo, además del dueño de aquellos papeles enloquecedores? (…) Volvía Pedro Lázaro a llamarme con sus ojos sumergidos en el silencio. (…) ¿qué eres, Pedro Lázaro? (…) ¡Pedro Lázaro, cómo negar el hechizo de tu nombre, de tus palabras, si me había llevado hasta la soledad de aquellas tierras duras sin más explicaciones! Pero, ¿hasta cuándo la opresión?. (…)¡Pedro Aloysius del Lázaro¡ ¿Qué eres, al fin? ¿Hombre permanente o encarnación de las cosas y sangre de las bestias y el viento?. (Carrera, 1992: 57, 58, 66)
De la misma manera, en la novela Viaje inverso, la voz textual aborda una búsqueda que parte desde su angustia interior y desconcierto por conocer todo lo referente a esa imagen enigmática de Pedro Lázaro, conocida ya en “Almena de sal” y solicitada inútilmente en los viejos folios.
Confieso que ya no pude detenerme. Leí todas las hojas envejecidas en una tarde y media noche. Cercado por los aires del mar y de la ansiosa búsqueda, no pensé en otra cosa en los días sucesivos. (…)Vine a buscar no sé qué y terminarán por enterrarme junto a uno de esos pilotes del sal (Carrera, G.L. 1977: 7)
    Paulatinamente, la novela presenta un espacio textual más elaborado y se va construyendo la identidad de Lázaro, dentro de la mente obsesionada del protagonista quien convoca su presencia:
Me dominaba aquella búsqueda empecinada. Fui sorprendido por una reflexión ingenia nunca antes enfrentada: ¿por que habría Pedro Lázaro de surgir para mí? ¿De dónde una revelación remota en espera de un solicitante que debía ser yo y no otro? (…). Llamé a Pedro Lázaro una y otra vez: grité y nada decía (…). Lo único que me removía por dentro era la esperanza fija de aclarar lo de Pedro Lázaro. “Lo de Pedro Lázaro”. (Carrera, G.L. 1977:12,20 y 49)
    En la insistencia febril por el personaje que guía sus pasos y sus pensamientos, la voz del narrador recuerda otras épocas vividas con anticipación al momento en las que las percibe como reales: “He encontrado en esta tierra mi propia serenidad en esta gente mis propios recuerdos. (…) Entonces supe que yo seguiría contando de un pasado apenas a un grito de distancia”. (Carrera, G.L. 1977:79); “No es posible desdeñar el pasado impunemente”, me dije sentencioso y ridículo (…) el propósito de mi viaje, ratificación de una verdad que configuraba mis ideas desde cierto tiempo atrás (“el tiempo de Pedro Lázaro”, he debido decir)”. (ibid:161); “Yo iba en pos de Pedro Lázaro de nuevo (…) ¡Pedro Lázaro! ¿Quién eres? ¿Y por qué habías de vencer?. Saltaban mis palabras contra mí, al tiempo de que era el propio Redivivo quien disponía abroquelarme con familiares lecturas” (ibid:241).
    En un itinerario constante y tormentoso, se confunden identidades tras la sombra enigmática de Pedro Lázaro, centro de todas las apreciaciones. La imagen de este ente ficcional se superpone a otras y el narrador textual, confuso, cree encontrarla entre los rostros de sus amigos y conocidos, pero sólo se refleja su propia imagen en el espejo: “Seguía mezclando mentalmente a Benedicto con Pedro Lázaro. (113). (…) Benedicto Pereda y Pedro Lázaro (…) no dejaba de ser una correspondencia tentadora” (Carrera, G.L. 1977: 163).
    La obsesión confunde de la misma manera tanto al narrador, como al lector, este último debe estar muy atento para organizar la ficción elaborada por Carrera (l977 y 1992). Las claves están en el propio texto porque el mítico Pedro Lázaro lleva de la mano a su “organizador ficcional” para que asuma el rol protagónico al que se le ha invitado desde los pergaminos.
Pedro Lázaro avanzó, memoria en mano (…) No sé si Pedro Lázaro se detuvo por sí mismo o por mí, pero ésas son las cosas sensibles que lo tornan callado y en ningún momento (…) que son mi presencia y mi acecho los motivos reales de su parquedad. (309)
    Al final del texto, y después de una búsqueda angustiosa, ocurren encuentros entre las dos identidades: la de Pedro Lázaro y la del protagonista de la novela, quien está en una búsqueda continua. Igual al mito de Narciso que ve su imagen en el agua y se enamora de ella, el protagonista de este insólito encuentro, sólo ve el reflejo de su propio rostro en los papeles de Pedro Lázaro. De aquí que el lector aprehenda la figura del narrador sobrepuesta a la de Pedro Lázaro, porque se trata de su popia imagen reflejada en los folios. El narrador encontrará su propio especulum en el autor de los pergaminos y comenzará de nuevo el relato.
Entre Pedro Lázaro y yo (…) no había fusión de ningún tipo: llamarlo por su nombre era tocar en realidad la puerta de al lado; un viaje inverso, como hubiera dicho él mismo. (…). Aunque, Pedro Lázaro, no te atreviste a terminar con las palabras que te robo y con las que debo empezar mi propio relato y la vida misma de lo que vi y no me será fácil sacarme del pellejo sin más. Comienzo, entonces. (Carrera, G.L. 1977: 310-311)

2.- La salina como obsesión temática.

    El viaje sicológico del protagonista avanza paralelo con la construcción del espacio geográfico/textual. La Salina se va organizando por las frases de la voz ficcional y por los textos de Pedro Lázaro. Esta obsesión por descubrir los misterios de la Laguna Madre, están presentes a lo largo de las páginas del cuento “Almena de sal” y de la novela Viaje Inverso. El tema se presenta de forma especial en la obra de Carrera, G.L., a quien el misterio de la Salina subyuga y atrae. En el cuento, existe la imagen repetitiva, a modo de leit motiv:
Rodeé la laguna hasta un punto diametralmente opuesto al de la salida. (…) En el fondo: la sal en formación: diminutos sistemas montañosos, prismas perfectos, pirámides de juguete. El olor penetrante depositaba partículas de gusto en los labios (65)
    Los folios de Pedro Lázaro también son significativos porque contienen parte de ese misterio que el protagonista desea descubrir:
EL SOL SIN tregua. Aunque bajo la brisa se diluía el calor: hacia el mar, hacia la otra costa, azulosa a la distancia y al mediodía.(…) Las pirámides de sal como pórticos de un mundo propio y desconocido (…) Sólo techos y paredes podían con la carga de luz y brasa. (…)Así comenzaban las hojas que dibujé lentamente, casi letra a letra, para decir por completo lo del viaje, y en especial todo lo de Pedro Lázaro ligado a mi íntima historia. (55)
    Viaje inverso, la novela, insiste recurrentemente en la revelación de un misterio encerrado en lo profundo de la Laguna Madre. Los folios amarillentos con letras cursivas de Pedro Lázaro dedican espacios reiterados a la belleza y blancura del paisaje imponente.
    Pocas cosas me interesaban tanto como poder ir hasta el propio centro de la Laguna Madre. Al punto medio de la albufera nace la sal sembrada sin surcos ni simientes y de allí se expande como la hierba maligna o las mieses redentores. En esa piedra primigenia me contemplo a mí mismo y yo no sé cómo soy fuera de aquellos filamentos vitales (160)
    Lo mismo sucede con el protagonista del relato, quien subyugado por las líneas leídas en los folios y por la vivencia en las Salinas de Araya, también escribe con frecuencia acerca de el tema: “Por última vez probé a vencer en mi empeño de trasladar a las palabras escritas y ordenadas lo que ahora contemplaba en la laguna” (65). De esta forma, resulta evidente cómo el tema de la Salina es de común atractivo entre Pedro Lázaro y la voz textual del relato: “El tema que tanto me atraía. (…) la contemplación de la Laguna Madre” (120); y en ambos textos, tanto el cuento “Almena de sal” como la novela Viaje inverso, ocupa un lugar especial de reflexión.

3.- Los pergaminos de Pedro Lázaro o la metaficción textual.
    En ambas narraciones carrerianas, existe una literatura autoconsciente o lo que se ha denominado metaficción. Ortega, J (1991: 5) opina que: “la nueva novela latinoamericana es un género en ensayo, en revisión profunda y amplia: mientras se va haciendo hace también su propia crítica, duda de sí misma”. En Carrera, las dos obras proponen una búsqueda textual del propio proceso de construcción.
Gaspar, C (1996: 19) opina que: “a partir de la década del cincuenta, puede plantearse la existencia de un corpus de textos metaficcionales” y Genette, G (1989) hace referencia a la metaficción de la década siguiente: “La famosa estructura en abyme tan apreciada por el noveau roman del decenio de 1960”. Entre los textos metaficcionales, precisamente, aparece la narrativa lúdica de Gustavo Luis Carrera, quien asumió esta forma para abordar sus textos ficcionales. En “Almena de sal”, surgen insistentes las líneas de Pedro Lázaro; son unos folios que, a su vez, están siendo descifrados por el mismo narrador:
No quería acudir a Pedro Lázaro para no dejarme seducir por la tentación de repetir sus viejos signos, pero a veces no me quedaba otra alternativa. Madre, eres raíz de la tierra misma, junto al agua, la piedra y la partícula vegetal. Tienes la vida del viento y la medida del sol (63)

    De igual forma, el lector puede apreciar los folios del propio organizador textual, quien escribe y anota sobre los pergaminos de Pedro Lázaro: “Escribo estas cosas porque me gusta hacerlo”. (61)
Bien ha observado Gaspar, C. (1995: 70) cuando alude a la metaficción narrativa como un texto que está siendo no sólo contado, sino también elaborado por su sujeto productor. “La mirada y el acto de escritura se ponen al desnudo, narran aspectos de su construcción y hacen partícipe al lector de la organización ficcional”.
    En la metaficción narrativa, el mismo autor se representa en la ficción y, por esta razón, el acto de contar o de escribir muestran una autoconsciencia narrativa del texto. Este será el producto de una intencionalidad narrativa, de una construcción cuyo productor es representado en el discurso. (Gaspar, 1995: 71). En Viaje inverso, son evidentes las palabras del narrador:
Percibí que la mano de El Redivivo estaba detrás de todo esto y me dejé conducir por él: De la vida se hacen líneas que la sangre recorre hasta surtir fuentes donde nos reconocemos y se desprende uno de nuestros rostros, para satisfacer entonces la ansias de otro, hasta el morir, en la tierra calcinada y las piedras bruñidas por el mar (116)
    Como bien apunta Bustillo (1995 b: 6), metaficción es la ficción que habla de sí misma, es la ficción que se centra en su propia categoría de artificio, para replantear la problemática relación entre ficción y realidad. “Almena de Sal” como génesis y luego Viaje inverso como propuesta acabada, construyen otra realidad por medio del desciframiento de los folios de Pedro Lázaro: “Copié los papeles de Pedro Lázaro: Si hay una raíz, es el agua de almagre, adonde acuden los hilos vitales hasta crear una trama esencial de cristales hermosos como habitantes del mar” (121). Estos documentos contienen el espacio donde se espejea la propia ficción del protagonista, quien sin saberlo va construyendo un personaje que lo refleja a sí mismo.
Lo que parece ser objetivo del texto: la imagen de una búsqueda, se convierte en el eco de desencuentros, en un universo ficticio que se reconoce como tal. Cuando se habla de mise en abyme argumenta Bustillo (1995 b:102), quizá lo que menos importa son las duplicaciones, muchas veces evidentes, de historias dentro de la historia, porque “el sentido y la trascendencia estará en las refracciones entretejidas en medio de redes de significación que desafían la competencia del lector”.
El recuerdo de Pedro Lázaro me detuvo desde adentro (…) todo era tal como había leído en los folios amarillentos, carcomidos en los bordes (…)Desde el viejo ferri contemplé insaciable la costa que me confirmaba paso a paso lo que de ella traduce Pedro Lázaro, como en un película ya aprendida de memoria. ( 8)
    Las páginas de “Almena de sal” se construyen en la medida en que el protagonista organiza los papeles de Pedro Lázaro:
No era indagación caprichosa; ya todo lo había leído con asombrada anterioridad (…)
Acabo de recorrer estas líneas y me sobresalto en preguntas desmesuradas. Leo una y otra vez y despuntan atroces semejanzas. Pongo una marca entre los papeles y repito de memoria el paisaje. (59)
Creo ver claras insinuaciones en el párrafo repasado con total detenimiento. La lectura no me ha dado tregua (64).
    Y, al final del cuento, surge la novedosa propuesta de un relato que cierra para volver a construirse en la voz de quien lo lee y lo descifra:
Termino de leer estas últimas líneas de los papeles de Pedro Lázaro al tiempo que advierto el agudo dolor de mi cabeza. Ya la madrugada se consume y ha aumentado el frío. (…) El golpe de la barra había formado una almena en el borde de la pirámide cristalina. Por ella, (…) miré la distancia. (…) No divisé los ansiados perfiles humosos de Pedro Lázaro. Sólo me vi a mí mismo corriendo y en seguida resguardado, a corta distancia del hombre reprimido. (68)
    Lo mismo va a ocurrir en la novela Viaje Inverso, porque existe una presencia constante de la metaficción. El personaje se construye a sí mismo en la medida que lee los textos de El Redivivo:
Y ahora la mano que traza estas líneas vacila, al llegar a la terminación de su tarea; desearía seguir tejiendo la trama y llenar un poco más de espacio con la continuación de estas aventuras (…) (154) (…) Volví a los papeles infatigables del viaje de Pedro Lázaro y recorrí con él aquellos restos de cruel historia. Pedro Lázaro describe el castillo palmo a palmo, como casa íntima (9).

No quería acudir a Pedro Lázaro para no dejarme seducir por la tentación de repetir sus viejos signos, pero a veces no me quedaba otra alternativa. Madre, eres raíz de la tierra misma, junto al agua, la piedra y la partícula vegetal. (63)

Pedro Lázaro ya no me ofrecía sino una alternativa: Madre, ¿cómo no reconocerme en ti, si eres el mismo mar o el sol de todos? (91)
    Hasta aquí, textos espejeantes que se construyen sobre su misma ficción, “ficción dentro de la ficción o mise en abyme; el desdoblamiento del texto en su propio comentario crítico o en las claves de su desciframiento; (...) la invención de unos personajes por otros". (Bustillo, C. 1994: 16)

4.- El ambiente ficcional.
    Si se asume el lugar como elemento de la fábula o “posición geográfica en la que se sitúan los actores y en la que tiene lugar los acontecimientos” (Bal, M. 1990: 101), se puede afirmar que en la ficción, el lugar se relaciona con la forma física de las dimensiones espaciales, que el lector complementará con sus facultades imaginativas. Este, en su horizonte de expectativas, terminará de “interpretar todos los significados implícitos de un texto” (Barrera Linares, L. l995: 23).
    El ambiente reflejado en ambas narraciones está ubicado en Araya. Es posible vivir junto a los personajes cada uno de los momentos en los alrededores de la Salina y visitar los bares de la región, donde confluyen los recuerdos y las inquietudes de los asistentes. En el cuento, con frecuencia se topa el lector con situaciones cotidianas. El bar es uno de los elementos incorporados al texto y no faltará la rokola con sus rancheras, tangos y boleros; donde: “están registradas (…) todas las instancias vividas o vivibles, imaginadas o imaginables por el enamorado hispanoamericano en su itinerario amoroso” (Castillo Zapata, R. 1990: 18). En el recorrido por la región, la voz que cuenta llega hasta ese lugar de búsquedas y encuentros fortuitos:
Poco después de las nueve de la noche fui en busca de una cerveza. En la mesita de maderas verdes se iban sumando las botellas (…) La rocola imponía su música desaforada. (…) sólo dos o tres mesas estaban ocupadas (57)

    El bar de Loña representa en la obra, un lugar propicio para la tertulia franca entre los amigos que “matan el tiempo” de horas calurosas con una cerveza fría por compañera y la eterna rokola, que ya tenía su espacio en “Almena de sal”.
El salón parecía reservado para mí: mesas rojas, verdes y vacías. Del techo colgaban papeles recortados, ya desteñidos, en profusión excesiva. El cantante del disco de turno gemía, por tercera vez consecutiva, su desgracia (…) se puso a hablar con Loña. (…) me molestó el taburete (duro, fatigoso) y la música de cristales de colores se tornó insufrible. Pensé abandonar de un golpe aquel estúpido recinto, pero recordé que antes debía pagar y no me atrevía a llamar a Loña (162)

Quedamos encontrarnos esa noche en el Rosa del Valle (120)
El botiquín Rosa del Valle casi no ofrecía sitio libre. En la rocola (…) giraba un disco de moda que había oído como el más reciente jit en Caracas. (113)
    El concepto de espacio sigue siendo aceptado por muchos escritores como parte de una estética. El espacio ficcional es el lugar "donde se desarrolla el argumento, en donde ocurren los acontecimientos" (Carrera, GlL. 1993: 50). Cuando se dedican secciones independientes de la narración y se presenta información sobre el espacio por sí solo, surgen las descripciones. El espacio no se indica entonces “de pasada, sino que es un objeto explícito de presentación” (Bal, M,1990 106); por eso, la novela ofrece un ambiente detallado, no sólo del bar de Loña, sino de la pensión de Mamá Camucha, donde el narrador se ha hospedado y a la cual describe con nostalgia:
Una casa azul, de puerta grande. Al llegar a la pensión - más grata de lo que esperaba - , lo primero fue pedir una cerveza bien fría, que tomé casi sin respirar, haciendo sólo una pausa para mirarme en un espejo amarillento que me observaba como a un extraño (10)
Mauricio había tenido especial interés en que yo conociese a Mamá Camucha y a su familia (17) Una cocina de querosén o de gas, porcelanizada, de dos hornillos - sin duda es un lujo considerable- (…) cómoda para colar el café y pasarlo a los pocillos de peltre o a las tazas de porcelana con florecitas y algún querubín regordete, y para hacer las arepas de harinapán y recalentar en la noche (…) el pescado frito que sobró en el almuerzo. Un televisor nuevecito, en cambio una nevera con las primeras marcas de óxido (…) (18)
     Otro espacio textual interesante, como para ser tomado en cuenta en esta lectura, está constituido por la presencia de El Castillo. En efecto, constituye un lugar enigmático por la (no)presencia de Pedro Lázaro. Es el lugar recorrido una y otra vez por el protagonista, tanto en su realidad textual como en los pergaminos que procura descifrar.
Resuelto a volver al castillo en busca de lo que aquella tarde me había dado sólo en señales secretas. (15)

Y entonces el Castillo, ¡concha ese Castillo!, siempre estaban pendientes del Castillo y al Castillo iban y se bañaban y todo el que llegaba tenía algo por qué preocuparse de llegar a Araya. (25)
    En el extremo occidental de la península de Araya está la punta de este nombre, célebre por la pesca de perlas, desde los primeros días de la conquista española. Al S.E. de esta punta se encuentra un montón de ruinas, resto del antiguo Castillo de Santiago o Real Fortaleza de Araya, construido a principios del siglo XVII. Una laguna de sal, más elevada que las aguas del golfo, se encontraba al este del Castillo (88)

Me bastó mirar el atardecer hacia el Castillo, la frescura del aire impalpable y un silencio que ni en el medio del mar. (99). (…) Cuando tomé el camino del castillo quedé profundamente sorprendido: la mole de piedra había crecido de manera evidente (…) Sin remedio me asaltaron las palabras de Pedro Lázaro. Ocurre a la piedra expandirse como sangre humana en riego que propicia sus raíces de gran árbol dormido (…) Tuve conciencia de la circunstancia cómplice de venir por la tarde al castillo (237)
    La presencia de este castillo reitera la idea del laberinto. La tradicional imagen/escena se abre ante los ojos del lector en una imagen/laberinto, llena de imprevistos y sorpresas. El laberinto posee una particular construcción espacial que posee infinitos significados simbólicos. Según Gubern, R (1996: 173) "el paso por el laberinto (...) formaba a veces parte de los ritos de iniciación, como ocurrió en el caso de Teseo, simbolizando su recorrido el hallazgo del centro espiritual oculto a la vez que el ascenso de la oscuridad hacia la luz".
    El castillo es la presencia de una búsqueda, se puede unir a la idea de la “bajada a los infiernos” (Campbell,J.1984:89-90) tras la iniciación que llevará al personaje hacia su propio descubrimiento. El héroe va hacia adentro para renacer. Su desaparición corresponde al paso de un creyente dentro del templo, donde será vivificado por el recuerdo de quién es y qué es. El personaje entra en el castillo como templo interior o vientre de la ballena. "una vez adentro, puede decirse que muere para el tiempo y regresa al vientre del mundo, al ombligo del mundo al Paraíso Terrenal". Alegóricamente, la entrada al templo y la zambullida el héroe en la boca de la ballena, Según Campbell, J (ibid): "son aventuras idénticas, ambas denotan, en lenguaje pictórico, el acto que es el centro de la vida, el acto que es la renovación de la vida".
    Hasta aquí, un puente entre la génesis y el producto, un lazo entre “Almena de sal” y Viaje inverso. Ambos relatos han estado unidos, no sólo por sus temas y propuestas experimentales, sino por los méritos adquiridos en su momento. Si el cuento “Almena de sal” fue galardonado con el Premio de Cuentos de El Nacional en 1968, no menos ocurrió con la novela Viaje inverso, merecedora del Premio Municipal de Narrativa del Distrito Federal en 1977.

Referencias bibliográficas.

Barrera Linares, L. (1992). "La múltiple voz en el cuento". En: Carrera, G.L. Cuentos. Caracas: Monte Avila Editores Latinoamericana.
Bustillo, C. (1995). El Ente de papel. Caracas: Vadell Hermanos.
Bustillo, C. (1995 b). La aventura metaficcional. Caracas: inédito.
Carrera, G.L. (1976). Almena de sal. Caracas: Monte Avila.
Carrera, G.L. (1977). Viaje inverso. Barcelona: Seix Barral.
Carrera. G.L. (1992) “Almena de sal”. En: Cuentos. Caracas: Monte Avila Editores Latinoamericana.
Eco, U. (1979). Obra abierta. Barcelona: Ariel.
Eco, U (1993). Lector in fabula. Barcelona: Editorial Lumen.
Gaspar, C. (1996). Escritura y Metaficción. Caracas: Ediciones La Casa de Bello.
Genette, G. (1962) Palimpsestos. España: Editorial Taurus.
Genette, G. (1989). Figuras III. Barcelona: Lumen.
Grupo 63 (1969). La novela experimental. Palermo 1965. Caracas: Monte Avila Editores.
Pacheco, C. (1993). “Criterios para una conceptualización del cuento”. En: Del cuento y sus alrededores. Caracas: Monte Avila Editores. Latinoamericana.
Poe, E. (1993). “Sobre la trama, el desenlace y el efecto. En: Del cuento y sus alrededores. Caracas: Monte Avila Editores. Latinoamericana.
Tacca, O. (1978). Las voces de la novela. Madrid: Editorial Gredos.

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