Ubicado en el marco de Los Textores por su escritura narcisista, José Balza asombra por su inclinación hacia la sugerencia en el cuento “La mujer de espaldas”. Una de las características ofrecidas en este relato breve es la anécdota difusa; en efecto, se trata de la historia narrada por un escritor, a quien un periodista realiza una entrevista. El narrador/escritor cuenta la historia oída al periodista, a quien, a su vez, se la había contado un limpiabotas. Éste había comentado que Francois, un francés, había matado en Puerto Cabello a una mujer porque le había robado todo su dinero, en el negocio que ambos tenían y lo había abandonado en Francia, hacía más de cuarenta años.
Obviamente que, con esta historia, el autor se aproxima al ludismo mediante una visión subjetivada, de una anécdota narrada mediante puntos de vista primordialmente intimistas. Como diría Barrera Linares; “por una indagación de los espacios internos relacionados con la conciencia de los personajes”.
Los espacios ficcionales
Partiendo de esta anécdota simple, el lector puede ubicar cuatro ambientes diseminados a lo largo del relato. Al comienzo, el entrevistador y el entrevistado permanecen en una oficina. El periodista conversa con el escritor para solicitar información acerca de su último trabajo editorial; un Diccionario. La ubicación espacial es evidente en las siguientes frases: “nuestra secretaria advirtió-desde el cristal vecino (...) trajo café para ambos” (p.28); “(mis compañeros de equipo, (...) más allá del vidrio de la oficina, imaginaban al periodista comentando nuestro Diccionario, mientras él narra su argumento)”(p. 29).
El segundo ambiente donde se mueven los personajes de este relato está ubicado en una plaza “La Plaza Central”. En ese lugar, el periodista había entrevistado al anciano, quien le había otorgado “esa interesante historia de l930” (p.29). Allí, el viejo limpiabotas narra la historia ocurrida años atrás en Puerto Cabello.
El tercer espacio ficcional ocurre en Francia, lugar donde ocurrieron los acontecimientos iniciales a la trama que finaliza en Puerto Cabello. Estos hechos fueron relatados por el propio Francois: “la historia se conoció por el asesino mismo. Le daba igual volver a Francia” (p. 30). Los lugares señalados oscilan entre Petite Ville, Marselle y el Puerto. En este último, proliferaban los negocios fraudulentos, el tráfico entre los barcos y las rivalidades.
Una cuarta ubicación geográfica está delimitada en Puerto Cabello; se menciona la casa y la gran fortuna de una mujer, se describe la pensión donde un personaje apodado el malandrito había escondido al francés. (Avanzada la lectura, es posible ubicar al “malandrito” como el mismo viejo limpiabotas que cuenta la historia en la “Plaza Central”).
Las voces de los personajes significativos
Si los escritores narcisistas parecen regocijarse con su escritura, Balza se regodea con los narradores de su texto. El relato ofrece cuatro voces y una doble descripción de “la mujer de espaldas”. El primer narrador es el personaje entrevistado: el escritor encargado de un equipo que trabajaba en un novedoso Diccionario, con clasificaciones que obliteraban el orden alfabético y, en cuya elaboración, habían tardado cinco años. Esta voz canta buena parte de la anécdota y, ayudada de incisos y explicaciones irónicas, probablemente constituya el recurso para emitir las opiniones del mismo escritor/Balza. Tiende a ser una voz irónica: “temí que destacara - más que el Diccionario- (...)dos inoportunos estornudos míos” (p.28). Critica el snobismo del periodista que lo entrevista: “pienso que hubiera dado cualquier cosa por ser, el entrevistado, él...” y la inexperiencia en escribir relatos: “no posee el periodista los claros hilos que exige un relato de muerte”. (idem). Este narrador asume la primera persona y cuenta cómo fue la entrevista realizada por el periodista. De este modo, también narra lo que le contó el entrevistador.
Una segunda voz narrativa está presente en el periodista que realiza la entrevista. Se le describe como “un joven periodista con más de treinta años, dos divorcios”, además es “prisionero del gran diario en el cual trabaja. Su simpatía su desparpajo cultural” (...) “puede improvisar preguntas como si supiera a qué se refieren y convencer a millones de lectores” (...) “quería que sus reportajes tuviesen algo de poema, de novela, de drama, o quería redactar noticias tan vivaces que fuesen como novelas” (p.28). Este segundo narrador cuenta la historia contada, a su vez, por el viejo limpiabotas: “adjudicó el argumento a un limpiabotas de la Plaza Central. De ese hombre anciano y fiel a su oficio, de ese niño que llegó en l910 al mismo lugar donde está hoy, el periodista había captado la extraña anécdota. Sí: ocurrió ayer, cuando en una manifestación más (...) entrevistó al viejo limpiabotas del centro” (p. 29).
Un tercer narrador está presente en el viejo limpiabotas, “el malandrito”, “el criollo”, “el anciano de la Plaza”, “el muchachito de l9l0 y anciano de ahora”.Este personaje ambiguo había ayudado al francés para que encontrara a la mujer en Puerto Cabello y, de viejo, relata la historia al periodista en la Plaza Central. Se le menciona de varias formas: “un cómplice venezolano”, “el niño limpiabotas de la Plaza, que narró la historia es el viejo que aún recuerda los titulares de la prensa”, “el malanadrito”, “el limpiabotas”, “el amigo resultó de gran utilidad: casi lo guardó en una discreta pensión”.(p.35).
El cuarto narrador es el propio Francois, el gordo que mató a la mujer: “la historia se conoció por el asesino mismo: no tenía deseos ni fuerzas para escapar. Le daba igual volver a Francia, quedarse en las cárceles de Guyana o morir envuelto por un clima y por un idioma que desconocía. Contó que durante cuarenta años había lamentado la ausencia de esa mujer...” (p. 30). El francés y la mujer habían estado relacionados por los negocios turbios y el tráfico en los puertos. Francois se describe como “un hombre gordo, envejecido, absolutamente desconocido, con sólo una semana en el puerto, mató a la extranjera, apuñalándola en un lunar con forma de lis, que tenía en la espalda” (p. 29).
La personalidad de la mujer refleja su doble vida, una en la juventud en Francia y la otra en Puerto Cabello, en Venezuela. Al principio se le conoce como Marie-Jos. Vivia en los Puertos y era una mujer joven que parecía haber vivido todo, pero no el amor leal que le ofrecía Francoise: “sin padres, sin familiares, la mujer había andado siempre entre hombres (...) carecía de amigos y quizá nunca tuvo prolongadas relaciones de afecto con otro ser” (p.30). Su presencia había sido una óptima oportunidad para los negocios, porque se rodeaba de una personalidad sensual y golosa, sin ser realmente atractiva. Era el contacto con los barcos y había muerto asesinada por los rivales de los negocios que frecuentaba: “la muerte de la muchacha interrumpió el ascenso de su fortuna. La tragedia ocurrió una noche, (...) al volver halló la casita arrasada: ni un billete ni una joya. Sangre en el piso y una cita a la morgue (...). La pérdida lo aniquiló todo” (p. 31)
Con el nombre de María Inés aparece de nuevo el mismo personaje, también difuso para el lector, en Puerto Cabello. Para ese momento tenía cierta edad y lucía también un lunar en forma de lis en la espalda, grabado de joven por Francoise. Esta dama algo mayor, estaba inclinada a las drogas y al alcohol. Se presenta como “marchita mujer”, “algo gorda, decaída, en nada se parecía a su graciosa muchacha de Marselle: pero en tal diferencia supo encontrarla: bajo cierta fijeza de los gestos, en la boca, en un olvidado movimiento de los ojos” (p. 35).
Las propuestas del relato
El cuento “La mujer de espaldas” pareciera criticar, entre otras cosas, el estilo periodístico que desea añadir sobrada ficción a los reportajes: “Narrar con fórmulas periodísticas”, “el new periodismo”. Se evidencia la práctica de convertir las noticias en piezas de teatro y la dificultad para diluir la trama (obra dramática) o convertirla en un texto policial. El periodista/segundo narrador comenta al entrevistado/primer narrador.“sabré esperar hasta que convierta (la historia) en ficción o en trazos de una cosa teatral” (p. 29).
Otras evidentes críticas al nuevo estilo periodístico están presentes en las siguientes líneas: “El periodista no posee claros hilos que exige un relato (...) se extiende en detalles, en la moda de los 30, interpola tonos locales, se complace en una frase” (p. 29). El cuento evidencia las mentiras noticiosas y la subjetividad de algunos periodistas: “¿Es producto del periodista o comentario verdadero del anciano limpiabotas?”, “¿Necesita un relato o un drama en dos actos la confesión del protagonista?”.
Otras sugerencias del texto de Balza, se refieren a la búsqueda de una historia policial para exponer la idea de que no debe ser manejada como ficción ni como trama por los periodistas. El autor de este relato, por boca del escritor, juzga a los periodistas que no preparan sus entrevistas antes “nisiquiera había (h)ojeado el ejemplar”. Por eso, la labor periodística no permite que trascienda el entrevistado con su trabajo en el Diccionario, por lo contrario, el periodista se luce porque es él quien invierte el tiempo en contar “su historia”.
El estilo del relato y su estructura interna
Balza explora y experimenta con las palabras y los enlaces de sus discursos. El estilo se presenta cortado y con abundantes paréntesis explicativos: “Lo inició como una vasta idea para su pieza de teatro (ha cundido ahora entre otros vicios, la creencia de que cualquier novelista escribe mejor teatro) con dos actos tensos e ineludibles”; “algunos empleados del puesto de asistencia (pasó por alto entonces que el cadáver no había sido llevado ...)ofrecieron mostrarle el cuerpo”(p. 31). José Balza utiliza, de la misma manera, interrogaciones que aparentan una reflexión personal dentro de sus relatos. Tabién es posible visualizar “apartes” como si se tratara de obras teatrales.
La mención ambigua de sus diferentes personajes, procura un ludismo con el que debe participar el lector. Curiosamente Balza presenta, con variedad de nombres, a sus entes ficcionales: “el malandrito”, “el limpiabotas”, “el anciano” y “el criollo” corresponden a una misma persona ficticia del relato; lo mismo se podría decir con “el francés gordo”, “Francoise”,”el asesino” o “el viejo Francoise”.
Con este relato dentro de otro relato y así, sucesivamente, el autor de este cuento juega con las Matriuskas o Cajas Chinas. La entrevista del periodista es el pretexto para la elaboración del texto. Es lo que Antonieta Madrid comentaría por boca de Vanessa, la novel escritora que elabora su novela bonsai: “Una novela dentro de otra novela. Novelas de mayor a menor, una dentro de la otra, como las muñecas rusas (...) un cuerpo dentro de otro cuerpo”. El autor relata todos los episodios de diferentes épocas en un presente, el lector cómplice debe cooperar para organizar mentalmente las acciones relatadas por las diferentes voces del cuento.
Una reflexión final
En el cuento “La mujer de espaldas”, como en el resto de la producción narrativa de Balza, no sólo se juega con la anécdota, sino con la presentación de ella misma. El lector va conociendo a los personajes involucrados en esta historia, por la presencia de la ambigüedad, la arbitrariedad y el narcisismo, características postuladas por Carmen Bustillo para la construcción de los personajes ficcionales de la narrativa latinoamericana contemporánea.
Este relato postula un lector capaz de compartir la invitación del juego balsiano: la búsqueda del doble, el intimismo y la subjetividad como centro del relato. Balza ofrece un juego literario, cuyo contenido asume la contraposición ciudad y puerto, ofrece el erotismo y el eterno mito de lo femenino y por último, sentimientos de soledad y existencialismo.
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