Liduvina Carrera
Para la mayoría de los lectores que han disfrutado de las páginas literarias de Andrés Eloy Blanco, quizá resulte curioso aproximarse a otra arista literaria del "poeta popular por excelencia" como lo ha llamado José Ramón Medina. (1979: 28). Pues bien, este cantor del pueblo, cuyo centenario de nacimiento se conmemora el 6 de agosto de 1997, entre otros "géneros", también es autor de relatos breves que, envueltos en elegante sátira, dan cuenta de su exquisita veta ficcional. En acepción de Osvaldo Larrazábal Henríquez (1975), la cuentística de Andrés Eloy Blanco ha sido recogida en el volumen titulado La aeroplana clueca, y corresponde a episodios de 1935. Este texto, originalmente, se imprimió en Caracas bajo el sello editorial Caribe y contenía los diez relatos breves que conocemos bajo los siguientes títulos: "La aeroplana clueca" (que da nombre al libro), "La gloria de Mamporal", "Noche de Reyes", "Susiche en Babel", "El niño que apagó la vela", "Jesús Napoleón Bolívar", "La mosca", "Alfonso El Sabio", "Toño Estrada vuelve a la guerra" y "El cazador de Betania".
La crítica ha estado de acuerdo en que la narrativa de Andrés Eloy Blanco posee el sello personal del autor. El mencionado José Ramón Medina (1979) ha comentado que "Las glorias de Mamporal" constituye una sátira de inspiración naturalista acerca de los pueblos del interior y, como tal, negaba el primer modernismo. Mariano Picón Salas (1961: 161) se ha fijado en el hecho de que junto al cosmopolitismo, y como necesario contraste, empieza a afirmarse, a partir del movimiento modernista, una conciencia de lo nativo en Venezuela. Las observaciones de Domingo Miliani (1985:97) dan cuenta de las siguientes líneas: "Andrés Eloy Blanco dejará testimonio de su calidad de narrador humorístico, en tratamiento de materias regionales: La aeroplana clueca [posee] rasgos de humor y anecdotismo pintoresco". Para Lizardi (1976: XXXI), Andrés Eloy Blanco vivió por su patria "inventándola y amándola (...) toda su prosa es una manera de inventar la tierra (...) una demostración de afecto y entrega total a Venezuela, alta manifestación creadora de su manera de sentirla y amarla".
Desde 1920 en adelante, es más difícil señalar las diferentes características de las sucesivas generaciones de cuentistas, a decir de Arturo Uslar Pietri (1940: 11); de tal suerte que el criollismo va alcanzando su plenitud y su depuración. A la vieja tradición del naturalismo francés se añaden nuevas y variadas influencias y se pueden señalar notas tan disímiles como la tendencia del mismo Andrés Eloy Blanco a un ingenioso humorismo satírico en sus cuentos. Este giro en la narrativa también ha sido comentado por José Ramón Medina (1979: 10) cuando se refiere a los poetas de la generación del 18 que han incursionado en narrativa. Comenta este crítico que el grupo abrió un conjunto de valores líricos en oposición a la gastada tradición modernista. El deseo era liquidar el modernismo en Venezuela y equilibrar los valores autóctonos (nativismo) con una nueva búsqueda más amplia y menos constreñida al ámbito regional.
Como Andrés Eloy Blanco perteneció a esta generación intermedia entre modernismo y vanguardismo, se nutrió de variadas influencias, y quiso revalorizar los elementos propios de la nacionalidad en la búsqueda de un mensaje propio que asumiera lo nacional. Para sus coetáneos, lo exótico era rechazado por principio, pero no rehuían el contacto ni la influencia de las fuentes extranjeras. El paisaje, sobre todo, recibió un tratamiento renovado que supuso un nuevo sentimiento de la naturaleza y una sensibilidad más fina y subjetiva. Por esa razón, Andrés Eloy Blanco fue fiel intérprete de su pueblo, se le recuerda como el juglar criollo que dio categoría lírica al verso anónimo, al refrán del pueblo, al mito y a la leyenda venezolana, llevados con amor a todas sus obras, incluyendo la narrativa.
Subscribiendo estas ideas, abordaremos la cuentística de Andrés Eloy Blanco, para dar cuenta de una temática criollista y cosmopolita. En todo caso, no se partirá de un deslinde radical entre dichas vertientes; al contrario, se podrá observar la forma cómo ambas se complementan en sus relatos breves; porque el escritor fundió en su búsqueda de lo originario, los vetigios de modernidad aún latentes en su quehacer literario. En el bloque de cuentos con huellas cosmopolitas, se enumeran los siguientes: "Susiche en Babel", "Jesús Napoleón Bolívar", "Alfonso el Sabio", "Toño Estrada vuelve de la guerra" y "El cazador de Betania". Los cuentos que resaltan más directamente lo autóctono o criollistas, como los hemos denominado, son: "La aeroplana clueca", "La gloria de Mamporal", "Noche de Reyes", "La mosca" y "El niño que apagó la vela".
La vertiente cosmopolita
El Modernismo y el Criollismo fueron corrientes nacidas casi en forma simultánea y coincidieron en la búsqueda de un nuevo lenguaje, capaz de superar la retórica y el tono oratorio de la prosa romántica; sin embargo, ambas vertientes poseen diferencias en cuanto a la orientación temática. Los escritores modernistas prefirieron lo exótico y lo cosmopolita; dieron rienda suelta a su imaginación hacia lugares y ambientes más universales y se mostraron casi en total indiferencia en lo referente a los problemas sociales y políticos del mundo que les correspondió vivir. Bajo este aspecto temático, hemos ubicado los cuentos titulados: "Susiche en Babel", "Jesús Napoleón Bolívar", "Alfonso el Sabio", "Toño Estrada vuelve de la guerra" y "El cazador de Betania". En ellos existen vestigios de universalidad finamente compartidos con lo nativo de nuestra región.
• "Susiche en Babel"
El relato parte del extraño exotismo anunciado por su título; está narrado en primera persona y posee una voz textual que comenta sus incursiones dentro de "la carrera literaria" y la admiración de "discípula a maestro" (p. 278) que este hecho ha producido en una amiga de extraño nombre: Susiche.
Desde el comienzo del relato, el lector se entera de que la amiga Susiche prefiere todo lo extranjero. Es la forma de burla refinada que Andrés Eloy Blanco utiliza en sus textos, para resaltar el esnobismo de algunas personas que caen en el ridículo, cuando no aprecian lo nacional. De este personaje femenino, comenta el narrador:
de repente, aparecían dos yanquis (...) saludaban a Susiche en inglés; y ya mi amiga perdía la cabeza; ya todo estaba mal; todo lo criollo era cursi (278).
Como "mujer nueva, de esa maquinilla ilustre e iletrada, lectora a ratos y a saltos", Susiche en su búsqueda de novedades fuera del país, se instala en Nueva York y "la correspondencia (...) se detuvo bruscamente" (p. 279). A partir de este momento, por boca del narrador "abandonado", surge la aparente crítica a lo nativo; decimos "aparente" porque parece un juego textual. Recordemos que el protagonista se ha quejado durante todo el relato de las actuaciones esnobistas de Susiche. Así, podemos leer: "me he sentido (...) pobremente criollo, con mi escaso capital lingüístico: castellano, un poco de francés y tres cosillas italianas" (280).
Una vez decidido a nuevas búsquedas fuera de su terruño, el narrador de este cuento comenta, siempre en primera persona como ya hemos observado al principio, que en N.Y. encuentra a su antigua amiga, acompañada siempre de su inseparable extravagancia. Tal es el caso, que Susiche le presenta diferentes amigos, cada cual lo más alejado posible de lo vernáculo: "El señor Legourmand" y "Her Braumenn, abogado alemán". Con cada uno de estos señores, el protagonista logra cierta comunicación, bien sea por medio del castellano o con la ayuda de su elemental francés. La joven se siente indignada porque sus nuevos amigos no son tan extranjeros como ella lo desea y por último presenta a "Bjkrespne...[el] novio", quien es finlandés y "habla un dialecto nórdico sagrado" (282). Como es un "extranjero en la más profunda acepción" (ibid), Susiche está feliz.
Como cierre, la voz textual del relato se pregunta en qué idioma hablará el futuro hijo de su amiga, ya que ella no puede comunicarse con su pareja por lo de la confusión de lenguas, al estilo Babel. De allí, el título del cuento, evidentemente, porque “La torre de Babel” simboliza la confusión; la palabra misma Babel viene de la raíz Bll que significa “confundir” (Chevalier, 1995: 167). El hombre presuntuoso se eleva desmesuradamente, pero le es imposible rebasar su condición humana. Desde el momento en que la protagonista proyecta una imagen vanidosa, surge la falta de equilibrio y la vacilación de su comportamiento ante situaciones propiciadas por ella misma. Al final, Andrés Eloy Blanco, por boca del narrador, resuelve la madeja con la siguiente reflexión: "Todo está arreglado (...) el hijo de Susiche será mudo" (282).
• "Jesús Napoleón Bolívar".
Con un significativo comienzo, el autor nos pone en guardia acerca de quiénes serán los protagonistas de su relato: "Para fastidio, la familia Bolívar Pérez de Quirós" (p 287). Una vez presentados los personajes del cuento y el ambiente "gris" que los rodea, cierra el párrafo inicial con un: "todo eso es lo mismo que meterse de cabeza dentro de un bostezo" (287).
Pero lo del fastidio no va con el lector ¡qué va!, el recurso de la presentación no significa que como lectores asumiermos un cuento tedioso. Al contrario, la curiosidad obliga a continuar con el relato en primera persona, de quien asume su presencia en ese hogar: "yo tengo deberes sagrados para con esa familia" (287). Por el narrador se conoce la fina humorada del autor, al dar una de las razones por las que se tiene agradecimiento a la dueña de la casa, doña Hortensia, quien no sólo había cuidado a la novia del narrador, sino que lo había halagado con un detalle especial: "además, un hermoso loro de la casa había sido bautizado con mi nombre" (287).
Todo el cuento está impregnado de cosmopolitismo contrastante con la búsqueda nativista. El autor de burla finamente de la falsa moral de doña Hortensia quien "apostrofa y sentencia contra la ligereza de las buenas costumbres" [comillas en el original, subrayado nuestro]. Esta matrona caraqueña, influenciada por los nuevos aires de modernidad, ha legado su amor por las serenatas de Schubert o romanzas napolitanas, a sus hijas; además, vive orgullosa por la alcurnia de sus apellidos. De tal suerte, nos enteramos por la ironía del narrador de lo siguiente: "De los Bolívar se habla hasta las diez de la noche; de los Quirós hasta las diez y cuarenta (...) de los Pérez no se habla" (288).
Toda la bufonada de apellidos y buenos modales converge con la llegada del "exterior del joven heredero del nombre y de las glorias tradicionales de los Bolívar Pérez de Quirós" (ibid). Con fina ironía, el autor lo describe "con cierta dosis de fastidio elegante y un tufillo remoto de malacrianza de niño que viene de Europa, donde no va todo el mundo" (289).
Es el hecho de que Jesús Napoleón Bolívar debe hacer frente ante las situaciones de la familia, con su buen nombre y sus relucientes apellidos; pero, resulta todo lo contrario, porque el joven se dedica a dormir en un diván y "desde lo alto de la rinconera de carretes, veinte generaciones le contemplaban" (ibid).
Andrés Eloy Blanco con humor encubierto, se burla de una sociedad que vive a la sombra de una fama cimentada en estudios europeos y costumbres extranjeras. Al paso del tiempo, el protagonista, de apellido sonoro y estudios exquisitos, cambia su manera de "muñeco de cuerda" y trabaja "sobre una mula, vendiendo encajes, [aunque] era una ofensa a los escudos de Bolívar y Quirós" (291). Ante un problema de honor, surgido por el rapto de una de sus hermanas, debe "complacer a los retratos" o sea, salvar la honra a la familia. Por esta razón, pide un revólver prestado. Cuando ha cumplido con su deber de caballero y el oficial de guardia lo interroga: "¿Es usted Jesús Napoleón Bolívar Pérez de Quirós?", él responde sin remilgos: "Ponga usted: Jesús Pérez, agente viajero" (292). De esta manera, concluyen al mismo tiempo, tanto la narración del hecho como el uso del famoso apellido.
• “Alfonso El Sabio”.
A modo de epónimo fiel al personaje aludido por este paródico título, surge la figura del Doctor Alfonso, "representante jurídico de tantas Compañías” y muy admirado en su bufete. Alfonso El Sabio se presenta como hombre culto, capaz de recordar al sabio de Castilla, cuya "influencia enorme contribuyó con el desarrollo de la cultura española" (Enciclopedia Barsa, 1957).
El ente de papel (Bustillo; 1995) de Andrés Eloy Blanco, se va construyendo desde las primeras líneas del relato. Para todo tiene una cita extraída de sus variadas lecturas; tanto así que una de sus facetas es conocida de la siguiente manera: “el día que este hombre diga lo suyo y no lo de los demás, todos comprenderemos que él tenía razón en estarse callado” (300).
En la medida en que, como lectores, nos apropiamos del relato, es posible actualizar otros textos, porque "toda obra de arte (…) está substancialmente abierta a una serie virtualmente infinita de lecturas posibles” (Eco, 1979: 98). El relato de Andrés Eloy Blanco convoca otros espacios ficcionales y juega con la transtextualidad, esto es: "todo lo que pone al texto en relación manifiesta o secreta con otros textos" (Genette, 1962: 10). Dentro de una relación transtextual, los escritores ficcionalizan sus conocimientos, que serán denominados “hipotextos”, y las obras reclamadas por estos escritos se denominarán “hipertextos” (Genette, 1962: 14). Así pues, "Alfonso El Sabio" fácilmente reclama otro texto, “El diente roto” de Pedro Emilio Coll (1984).
El protagonista de Pedro Emilio Coll llega a la Presidencia de la República luego de escalar posiciones importantes, sólo por el hecho de “pensar” mientras se acariciaba el diente roto: "Pasaron meses y años, y Juan Peña fué [sic] diputado, académico, ministro, y estaba a punto de ser coronado Presidente de la República" (Coll,1984: 16). Alfonso El Sabio también lograría sus éxitos futuros por pensar: “Por eso le haremos Presidente de la Academia de Jurisprudencia podría ser hasta Presidente de la Academia de Medicina o de la lengua. Si por mí fuera, lo nombraría hasta Presidente del Paraguay” (301).
Otro "hipertexto" llamado por el cuento de Andrés Eloy Blanco, y esto es evidente desde el mismo título, como lo hemos señalado, está palpable en las referencias al Rey Alfonso X El Sabio (1121-1284), no sólo en la generalidad de la "sabiduría" del protagonista o del nombre, sino también por la alusión directa a la obra jurídica del Rey español Las Siete Partidas. En un juego irónico de palabras, el autor de "Alfonso el sabio" ha escrito: "Pero es que para el doctor Alfonso hay dos siete de la mañana: las siete que le convienen a la Compañía y las siete que no le convienen. Y es lógico que las siete partidas [comillas en el original] le convengan a Alfonso el Sabio"(301).
Si nos preguntamos por qué la razón de haber incluido este cuento dentro del grupo escogido por su temática cosmopolita, observaremos que la figura principal no se conforma con lo nacional, por el contrario desea abrir las puertas de su conocimiento a todo lo internacional: "tengo diecisiete cartas de sabios franceses, suizos y alemanes" (301), dice Alfonso orgulloso de su haber. Por otra parte, también la voz cantante del cuento dice:
"En efecto, el doctor Alfonso consulta todo sus asuntos a los sabios franceses, suizos, alemanes, italianos y holandeses. Consulta a todas partes. Claro, que si en Curazao hubiera un sabio, no se iba a rebajar el doctor Alfonso consultándole. A él lo que le gusta es tratar con sabios de las grandes potencias" (302).
Una alusión a lo criollo, sin embargo, puede ser localizada en la presencia del compadre Rosendo Acosta, llanero de Apure [cursivas nuestras]. Por cierto, el final del relato se desenvuelve con la intervención de este típico personaje quien busca la ayuda del letrado. Por recomendación del narrador, quien también es abogado pero no tan "leído" como Alfonso El Sabio, el compadre Rosendo acude "al bufete del maestro"(303) para resolver un asunto complicado. Para sorpresa de ambos, el "especialista" tenía todos sus libros "encajonados, clavados, mudados" porque se cambiaba de oficina, y no podía ayudar. Ante la insistencia de los visitantes, Alfonso El Sabio solicita que le compren la Ley de hidrocarburos, luego la Ley de Minas vigente, más tarde El Código de Procedimiento Civil, por último La Constitución. Cuando el hombre erudito comienza la lectura de este último documento en voz alta: "En nombre de Dios Todopoderoso..."(304), el compadre Rosendo "con una voz agonizante, interrumpió: -¿Quiere que se lo compre doctor?". (ibid). Con este final humorístico, propio de la fina sátira del autor, termina el cuento.
• "Toño Estrada vuelve de la guerra"
Este texto parece elaborado dentro de los cánones del cosmopolitismo. La voz ordenadora está en primera persona y desde el comienzo alude al ambiente foráneo: "yo,(...) ya cuento por días mi estancia en París"(305). Se van presentando los personajes de este cuento, siempre desde la perspectiva europea: "un niño de siete años (...) Toño Estrada" (305), "hijo de un buen muchacno (...) y de una morenaza heroica", "han venido a París", "¡Los sacrificios que han hecho para venir a Europa" (ibid).
Para el papá de Toño, el contacto de su hijo con Europa, le abrirá las puertas en un futuro:
Toño se va a llevar para Caracas la visión de París (...) será para él un incentivo de la marcha. Paris¡ El mundo, (...) será el estímulo de su actividad. No tendré un Toño estático y mediocre. Tendré un Toño soñador, movido de aspirabilidad y anheloso de un marco ancho y esplendente (306).
El narrador no deja de alertar a su interlocutor cuando le dice: "¿No ha pensado usted en que eso le haga ver siempre con desdén su paisaje, el nuestro? ¿No irá usted a ser un nostálgico desertor de su panorama obligatorio? ¿Un desarraigado?" (306). Pero, este paréntesis queda allí y continúa el relato con la actuación del niño Toño, en quien el narrador se ha fijado para organizar su relato.
De esta forma, el lector conoce los sitios por donde el niño pasea con su madre: las Galerías Lafayette, El Louvre, las Galerías, Bon Marché, La Samaritana, etc., en busca de novedades para comprar regalos de Pascua. Ante la tristeza que el narrador observa en Toño, por no poder comprar juguetes tan caros, se acerca a los compatriotas y le regala un fusil al hijo de sus amigos. El muchacho se emociona porque se siente militar y no tonto; por esta razón desecha una pelota de goma que le había comprado la mamá.
En general, el texto se desarrolla con diálogos frecuentes entre los personajes. Por la voz directa de cada uno de ellos, conocemos sus conflictos internos y maneras de ver el mundo. Así, se sabe cómo la señora Estrada lleva a Toño a la Iglesia San Agustín, para que le coloque flores a la imagen del Niño Jesús que tiene un mundo en la mano. Con el recurso dialogado, más adelante, se puede advertir que Toño ha herido a su mamá en un ojo, por un tiro de su fusil.
Ante estos acontecimientos, el niño pide a su amigo el narrador que lo lleve a la Iglesia para cambiar su arma por la "pelota" que tenía el Niño Jesús. Como ve que Éste no la suelta, dice con generosidad: "Bueno, que se quede con su fusil y con su pelota. Yo quería cambiárselo"( 310). El final sorpresivo no se deja esperar: "Y mirándome con lastimosa esperanza: -¡Quién tuviera un tranvía!" (ibib). Toñito, no sólo "ha vuelto de la guerra" como reza el título del cuento, sino que ha aprendido a sacar provecho de su situación en París...
• "El cazador de Betania"
“El cazador de Betania” corresponde a un hipertexto de relatos evangélicos. La voz orquestal pasea al lector por paisajes exóticos: Betania, Bethabara, Emaús, Bethel, Arimatea, Sichen y Sichar en Samaria; y nombres bíblicos: Neri, Abraham, Ruth, Nachor, Zacarías.
Tal como si nos aproximáramos a las Sagradas Escrituras, este cuento posee el carácter proteico que ha observado Violeta Rojo(1996) en la narrativa breve. La autora comenta que los cuentos pueden tener características de géneros literarios arcaicos como la fábula o la parábola, además de otras formas narrativas no consideradas como literarias. El carácter proteico de los cuentos hace que en ellos se encuentre desde fábulas hasta ensayos e incluso se usan escritos no literarios. "Por esa razón se denomina carácter proteico, su forma como la de Proteo, es cambiante" (Rojo, 1996: 62 ).
Al referirse al "ejemplo" como caso o hecho sucedido en otro tiempo, Violeta Rojo comenta que el texto propone "el hecho" para que sea imitado o seguido. En el caso de "El cazador de Betania", título paródico que recuerda a Jesus, el Pescador de Betania. Estamos ante la presencia de un hombre fiel a los designios divinos y buen padre de sus pequeños. Esta parábola es una invitación para que el patrón sea continuado por las personas con problemas en la vida. Aunque, como veremos, el final sea sorpresivo y característico de la narrativa de Andrés Eloy Blanco.
El protagonista Neri, viudo de su esposa Ruth, necesita alimentar a sus hijos; pero "el cielo se había vaciado de pájaros; el bosque se había vaciado de liebres; los árboles se habían vaciado de frutas" (312). Por esta causa, el cazador sufre ante la miseria y al hambre de sus pequeños. Como buen padre, en vano, busca todos los medios para alimentarlos.
Los acontecimientos siguen, casi literalmente, los pasos bíblicos de Juan, hijo de Zacarías. La Intertextualidad bíblica se evidencia desde la presentación del nuevo amigo del protagonista: "Juan, (...) tenía su vestido de pelo de camello y una cinta de cuero alrededor de los lomos. Y su comida era langostas y miel silvestre. Venían hombres de Betulia, de Caná (...) bateleros del Jordán" (312). Desde las Sagradas Escrituras se evidencia la génesis: "Juan vestía un manto de pelo de camello, con un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel de abeja silvestre. Entonces iban a verlo los judíos de Jerusalén, de Judea y de toda la región del Jordán" (Mateo:4, 4-5).
El paralelismo textual entre el cuento de Andrés Eloy Blanco y los relatos bíblicos, sigue siendo evidente. Cuando Neri, angustiado porque no consigue alimento para sus hijos, pide consejo a Juan, éste contesta: "El que tiene dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga lo mismo" (313). El relato sagrado dice: "el que tenga dos capas dé una al que no la tiene, quien tenga qué comer, haga lo mismo" (Lucas: 3, 11).
Ante la tristeza de Neri, porque no consigue comida para sus hijos, Juan insiste en que tenga fe porque otra persona podrá ayudarlo: "El que viene detrás de mí, todo lo hará (...) uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar las correas de sus zapatos. Su bieldo está en su mano y limpiará su era y juntará el trigo en su alfolí y la paja quemará en fuego que nunca se apagará" (314). En La Biblia se lee: "Otro viene después de mí y más poderoso que yo y ¿quién soy yo para sacarle el zapato? (...) Él tiene en sus manos el harnero y limpiará su trigo, que guardará en sus bodegas; pero la paja quemará en el fuego que no se apaga" (Mateo: 4, 11-12). Neri, tambaleante de hambre y desesperado, es testigo de la llegada del Prometido y su bautizo:
El hijo de Zacarías se inclinaba, humilde. Su compañero era rubio y hermoso. Dorado cedro en virutas caíale en los hombros; la barba, como trigo; la veste ondeaba a la brisa de la mañana. Su gesto era lento y en la mano mojada tenía una gota con luz. El hombre joven y hermoso entró en las aguas de río. Y Juan, alzado en una piedra, echó agua sobre su cabeza y oró (...). En aquel momento [Neri] oyó una voz que le hizo volverse hacia los aires altos: - Éste mi Hijo amado, en el cual tengo mi gozo (316).
La semejanza bíblica sigue presente, la voz celestial en Lucas (3, 22) reza así: "Y del cielo llegó una voz: Tú eres mi Hijo, el Amado; tú eres mi Elegido". También en Mateo (4,16), las palabras acaecidas después del bautizo son: "Este es mi hijo, el Amado; éste es mi Elegido".
Hasta aquí la afinidad del cuento de Andrés Eloy Blanco con los textos sagrados, la inventiva del cuentista venezolano detiene el paralelismo textual y lo cruza con elementos narrativos novedosos capaces de producir: "la sorpresa, el efecto preconcebido, único, intenso" al que aludiera Barrera Linares (1993:20) en sus teorías acerca del "género" cuento.
Mientras El Espíritu Santo bíblico "condujo a Jesús al desierto" (Mateo: 4, 1), "la paloma" del relato se "quedó revoloteando sobre las aguas del Jordán" (316) y, ante el recuerdo de los hijos: "Padre, padre! Tengo hambre!" (Ibid), el Cazador "vio la paloma con las alas abiertas, que venía hacia él. Su mano empuñó el arco. La flecha fue certera. Y (...)
Uno de los hijos, urgido por el hambre, puso su lengua en la herida de la paloma y comenta: "Oh! Padre! Es dulce. La sangre de la paloma es dulce" (316). Continúa la presentación de los elementos narrativos y, cuando reparten el rico manjar, alguien llama a la puerta. Ante la sorpresa de Neri y sus hijos: "entró el hombre joven y hermoso a quien Juan había bautizado esa mañana (...) y mostró una herida en el pecho". Cuando el Cazador le pregunta acerca de quién lo ha herido, el visitante responde: "No sé. (...) Algún cazador que no me ha visto". El cuento finaliza con el estupor del hijo menor quien, al poner sus labios sobre la herida, para besarla, exclama: "-Padre! Es dulce, Padre!" (317). Con este cierre, se revela la unión de dos Personas de la Trinidad Divina: El Hijo y El Espíritu Santo, heridos por la misma flecha de Neri.
Los vertiente criollista
Para clasificar algunos cuentos de Andrés Eloy Blanco como criollistas, debemos partir de la corriente literaria basada exclusivamente en temas propios y característicos de un país: el Criollismo. Negando el primer modernismo, los motivos se relacionan con los aspectos de la vida popular y los ambientes rurales, porque representan lo más genuino y auténtico del alma nacional. Esta corriente deseaba expresar lo autóctono, en oposición al exotismo modernista y, tocaba la crítica social advertida en sus representantes. Andrés Eloy Blanco da cuenta de esta tesis en los siguientes relatos: "La aeroplana clueca", "La gloria de Mamporal", "Noche de Reyes", "La mosca" y "El niño que apagó la vela". Evidentemente, estas narraciones breves poseen rasgos específicos que las tipifican como cuentos criollistas .
• "La aeroplana clueca"
Es un cuento relatado en primera persona, a modo de diario, entre el 3 de mayo hasta el 25 de diciembre. Este relato ficcional une imágenes de los helicópteros de guerra con las aves que surcan el cielo en combate. Al entrar en juego la ficción, el lector asume el pacto de lectura con el texto y se deja llevar por la propuesta del autor: surge ante su vista el protagonista de los acontecimientos, la Aeroplana clueca N° 3. Este helicóptero/ave protege maternalmente a otros pequeños helicópteros como si fuesen polluelos. Los alimenta con bencina y cuida hasta que crecen y deben ir a la guerra. Ella misma sucumbe herida de muerte y derrama la gasolina de su vientre, por culpa del fuego directo recibido del aeroplano vencedor.
En este singular cuento, el autor asume la naturaleza con sensibilidad especial, de esta forma, podemos leer:
Sobre hojas podridas que no dan ruido. (...) [una] extensión clara y muelle; grandes árboles hacen una circunferencia que cierra un buen claro tapizado de hojarasca. Se respira humedad agreste y sabrosa. (255).
Cuando se refiere al sitio donde ha colocado al pequeño helicóptero de la H 3, como se denomina a la "madre", el narrador enumera algunas las aves de la región: "(...) el pavo, (...) el gallo,(...) las gallinas (...), la garza de Apure, (...) las palomas" (ibid). Incluso, cuando comenta el anuncio de la guerra, insiste en los elementos nativistas: "Rumores malos corren por la tierra. Tan hermosa la tierra, para marchar por ella en paz (...) para hacer que ella vuele en flores, en cogollos, en frutas altas, en pájaros". No deja de ser poeta Andrés Eloy Blanco en sus líneas narrativas, de tal suerte que así canta a la región: "tierra (...) ancha y rica (...) le llueve un torrente de sol (...) largas costas y llanuras verdes y montañas altísimas con valles colmados de trigo" (258).
El final del relato también contempla la imagen de la H3 (la aeroplana clueca) como "la dueña de este cielo doméstico; la dueña de este corral azul" cuando se refiere al cielo. Además, el mismo narrador se conmueve al relatar cómo siendo piloto de un helicóptero, confunde a la H3 con el enemigo y le dispara en el preciso instante en que ella se acercaba maternalmente a su "hijo", el mismo helicóptero que amorosamente había criado desde pequeño.
• "La gloria de Mamporal"
Se refiere a la rivalidad entre dos pueblos del interior: Manatí y Mamporal. Los habitantes se tienen mutua envidia por las glorias de cada una de las regiones. El relato está elaborado en primera persona y, por boca del "abogado consultor", nos enteramos de lo que ocurre cuando uno de los dos pueblos logra sobresalir por algún suceso importante: el otro hace lo imposible por lograr lo mismo.
De esta manera y luego de muchos acontecimientos humorísticos, el simpático final da cuenta de la forma en que habitantes del famoso pueblo de Mamporal, envidiosos porque el pueblo de Manatí ha rendido tributo al busto de un famoso prócer en su plaza principal, no pierden tiempo en erigir como héroe a un busto de bronce, abandonado por muchos años en la casa de un vecino. Como no se tiene idea de a quién pertenece el busto porque no se parece a nadie, pues, el texto concluye con una placa que resuelve el problema: "Mamporal a su benefactor".
Se ve, pues, cómo el autor en su relato toma en cuenta las dos cosas esenciales de la sátira, en acepción de Northon Frye (1977 296): la primera es el ingenio; se trata del humor basado en la fantasía y en el humor de lo absurdo. Por otro lado, esta inventiva de Andrés Eloy Blanco es una forma amena del arte literario que ataca los odios nacionales, los esnobismos, los prejuicios y los piques personales entre los pueblos del interior. De esta manera, como buen satírico, procura una línea de moral elevada y su humor, al igual que el ataque, es estilizado.
• "Noche de Reyes"
Relata la nostálgica conversación desde un "cuando yo era niño" entre el narrador ficcional y su narratario. En este caso, recordemos que todo acto de producción discursiva implica desde un principio la existencia de un destinatario (Barrera Linares, 1995: 90), esto justifica la presencia de Adriana, quien recibe la información. Comenta el organizador ficcional la forma cómo se han perdido las tradiciones en Cumaná, sobre todo aquéllas que en Navidad traían los gratos recuerdos de los Reyes Magos y los regalos en los zapatitos de los niños.
Con recuerdo evocador, viene a la mente del relator "el reflejo de las salinas de Araya" y el sabor del folklore popular de las cancioncillas conocidas que celebran la llegada de los Reyes. Las tonadas populares surgen desde el interior de su poesía cuando leemos en el texto
Los tres Reyes Magos
vienen del Oriente
con sus taparitas
llenas de aguardiente (p. 274.
De suerte que los "coros de niños pescadores danzaban delante de los tres camellos blancos, como sacados de Araya" (ibid). Así, nos enteramos de que al pasar el Rey blanco, cantaban "al alimón"; con el Rey indio "saludaban a Maremare" y con el Rey negro "brincarían al son de Negrita cucurusera mete la pata y saca la cera..." (275).
Además del colorido tradicional emanados de estos recuerdos, el narrador prosigue su comentario acerca de la última vez que puso sus zapatitos en la ventana para que los Reyes le trajeran los regalos. Dentro de su relato, fluctúan los años tristes de la "Revolución Libertadora" que, además de la mortandad, contribuyó con el empobrecimiento de la región. Cuando la voz textual rememora "la noche memorable", el relato llega al clímax porque el protagonista ha debido esperar por mucho tiempo para ver si le colocarán los obsequios en los zapatos que ha dejado en la ventana. Así, pues, narra con emoción cómo se había percatado de una silueta que se dirigía hacia la ventana: "Era ¡Gaspar! ¡Gaspar! ¡El Rey Gaspar¡" (276) y concluye, abriendo camino al final sorpresivo que cierra con toda la intencionalidad del autor: "Cogió mis zapatos y echó a correr (...) al día siguiente pasaron al Rey Gaspar (...) entre dos soldados y con las manos amarradas atrás. Se le encontraron seis pares de zapatos y seis hijos" ( ibid).
• "El niño que apagó la vela"
Narra el encuentro del narrador en primera persona con un niño, quien castigado queda solo en el salón de clases. Desde el comienzo, surgen las palabras que ubican al lector en el acontecimiento de "culpa-castigo" de un niño. Una voz omnisciente proclama:
El niño que apagó la vela cumple su castigo con la serenidad de un hombre malo. Los niños castigados proclamen en su actitud la monstruosidad de los delitos mediocres. (...) El niño que rompió algo asume una vergüenza trascendental del asesino involuntario (283).
El niño castigado se siente solo en un ambiente hostil y tenebroso recreado por su mente; cuando relaciona los números con otros elementos de la naturaleza, nos recuerda al personaje de Rafael Pocaterra (1984): el niño de "La I latina", quien comunica a sus compañeros las proezas ante el aprendizaje de las letras que yo distinguía por un método especial: la A, el hombre con las piernas abiertas (...); la O, al señor gordo (...); la Y griega una horqueta (...); la I latina, la mujer flaca (...); Así conocí la Ñ, un tren con su penacho de humo; la P, el hombre con el fardo; y la S el tullido que mendigaba los domingos a la puerta de la iglesia. (p.63)
El niño que apagó la vela está asustado ante el pizarrón de fondo negrísimo: donde blanquean cenicitas delgadas que trenzan la coreografía infernal de unos diablejos pálidos y deformes; unos hieráticos, otros barrigones y maliciosos. El 5 trae una jorobita de Polichinela malo y bruto; el 2 se arrodilla escarbando; el 6 se enrolla como una víbora (p. 284).
En una sencilla anécdota, el lector se entera de que el niño está castigado porque dejó apagar una vela que llevaba para alumbrar a otros compañeritos, entre ellos, la hija del Director. Todos habían bajado al sótano con el fin de buscar más vino para los invitados del maestro y, por medio del lenguaje infantil e inocente, se conoce que los condiscípulos, al ver el barrilito de vino, empujaron al niño que llevaba la vela. Como reza el dicho: "El que lleva la luz es el que la apaga", pues el niño quedó castigado para compensar la travesura de sus amiguitos quienes tomaron vino en la oscuridad y le rompieron "los calzones a Milita", la hija del Director.
Lo llamativo del breve cuento está precisamente en los diálogos. La mayor parte del texto ofrece variados diálogos entre el niño castigado y el narrador, quien le suspende el castigo al final de la jornada. Por las palabras del "niño que apagó la vela" se destila inocencia y miedo: "yo le tengo miedo a los muertos...Cuando no hay luz, ¡me da miedo!" (286). Por las palabras del interlocutor, se vislumbra el absurdo del castigo "¿Desde cuándo estás arrodillado?"; "¿Hasta qué hora estarás castigado?"; "¿y por qué estás castigado?". También se refleja el carácter paternalista de quien siente pena por el sufrimiento de un inocente: "A ver, cuéntame. Siéntate aquí (...) Explícame bien" (285).
Es un cuento satírico que presenta unas normas morales impuestas por una sociedad, lo absurdo de la situación está latente: el niño es acusado de molestar a la hija del Director y no se busca a los verdaderos culpables. Aquí la sátira asume criterios con los cuales se miden lo grotesco y lo absurdo. Es la presencia de la ironía, el conflicto cómico entre dos sociedades: la normal y la absurda: a decir de Northon Frye (1977: 295): "Se refleja en su doble punto focal de moralidad y fantasía".
• "La mosca".
Extraño relato y extraña cacería la protagonizada por Carlos Rodríguez quien, después de la muerte de su querida Julia, se da a conocer como "el loco de las moscas".
Con descripciones grotescas de la difunta, el autor nos pasea por la abandonada habitación donde Carlos Rodríguez, amo de la hacienda "La Busaca" en Guárico, se ha quedado solo con su muerta. Un asco nauseabundo recorre al lector ante las siguientes líneas: "vio, en la comisura izquierda de sus labios, una gotita amarilla, entre amarilla y verde, salpicada de puntitos rojos (...) una gran fetidez le alcanzó y repartió por toda la alcoba" (295).
Las descripciones lentas abundan en el cuento, constrastando con la rapidez del vuelo de las moscas, inspiradoras en el título del cuento de Andrés Eloy Blanco. El protagonista, acosado por el miedo al contagio que le podría producir la mosca que revoloteaba sobre el cadáver de su mujer Julia, deja de comer y beber. Su vida se limita a perseguir moscas para matarlas y evitar la transmisión de la enfermedad. Las moscas, en definitiva, abarcan bastante espacio en las líneas del relato: "vio con horror cómo venía bajando una mosca de la frene de Julia. Venía gozosa; se metía por las narices, ebria de impunidad" (293); "La mosca dio carreritas por todo el rostro amarillo, y al topar con la gota anaranjada que brillaba entre los labios, se estremeció toda, alzó las alas para restregarse dos patitas en el anca y empezó a chupar con delicia" (296).
Es llamativo el uso temporal que, del cuento, hace su autor. Bien ha observado Luis Barrera Linares (1995: 90), cuando teoriza acerca del tiempo en los cuentos que "un mensaje narrativo debe entenderse como el reportaje de un conjunto de acciones que se suceden en el tiempo". De esta manera, "La mosca" presenta una morosa y amorosa detención temporal por medio de los conectores. Con respecto a este tipo de "marca textual", Iraida Sánchez (1993) ha estudiado las relaciones de coherencia que existen en los textos narrativos y afirma que los conectores indican sucesión en el eje temporal. "Este término remite a palabras o grupos de palabras que señalan explícitamente la relación existente entre los segmentos constitutivos de un texto" (p. 77). En "La mosca", se leen las siguientes frases: "El alba" (296); "Mediodía" (297); "Una semana después" (ibid); "Un mes más tarde"; "Mes y medio"; "Dos meses"; para concluir en el presente "De pronto" (298).
El resto del cuento, se limita a narrar las peripecias del protagonista asqueado ante las moscas y su recurrente persecución. En una casa limpia y cuidada por "la nueva muchacha de la casa", Carlos Rodríguez lleno de alegría, logra atrapar la mosca que volaba por la habitación y, como curado de una pesadilla, "ha abierto la puerta y ha dicho a todas las moscas del mundo: -Se puede entrar" (298).
Entre los elementos "nativistas" del cuento, podríamos aludir al "olor de los establos, de las queseras, de los campos" (298) o la alusión al Nazareno de Achaguas por parte del protagonista. De todos modos, este texto narrativo también posee rasgos estilísticos propios de Andrés Eloy Blanco como sería el humor negro y la burla aparente ante la situación escabrosa de la muerte: "Parecía un melón con manteca...¡No! ¡No era eso lo que parecía!. Era una bola de mantequilla forrada en papel de seda! ¡No podía resistir las ganas de reír. Pero le dio vergüenza y pensó en otra cosa. Y tan bien que la pobrecita!" (294).
En la desembocadura
Al término de este acercamiento a la ficción cuentística del escritor, llegamos a la bifurcación. Si hemos dividido los cuentos de Andrés Eloy Blanco, guiados por la inspiración temática, criollista o cosmopolita, ha sido por dar un hilo conductor al estudio de unos relatos que, en la búsqueda de lo nacional, no han rehuido al contacto con las fuentes extranjeras. Por el hecho, ya mencionado, de que en Venezuela las dos tendencias no fueron antagónicas, se ha podido observar el encuentro de dos vertientes, aparentemente opuestas. La obra narrativa de Andrés Eloy Blanco ha sido el remanso de dos fuentes, esa característica peculiar del autor que cantó al pueblo también por medio de sus cuentos, a los que supo imprimir aquellos aires foráneos cuya inspiración no había sido extinguida por el tiempo.
Además de este paseo por el posible “deslinde” y la definitiva fusión de dos vertientes en un solo oasis literario, la finalidad específica de esta lectura ha consistido en dar a conocer la producción narrativa del escritor. Cuando se lean los hermosos poemarios Barco de Piedra, La Juanbimbada, Canto a América o Giraluna (Blanco: 1976-a y 1976-b), también habrá que recordar al narrador de los relatos breves, que poseen: ciertos dones narrativos (...) cierta gracia, llena de humor sano [y] jubiloso (...)" (Díaz Seijas, 1966: 542). Ahora es el momento de presentar estas páginas, casi desconocidas por el común de los lectores, y valorarlas en la fecha en que se conmemora el centenario del nacimiento de su autor: el polifacético escritor Andrés Eloy Blanco.
RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
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