ACERCA DE LAS AUTORAS

domingo, 4 de abril de 2010

"LA VALLA" DE EDUARDO LIENDO O LA OBSESIÓN DE SUS PERSONAJES

Liduvina Carrera


    Llama la atención cómo la crítica literaria ha procurado abordar la semántica de los textos literarios, con la ayuda de otras disciplinas del conocimiento. Maldavsky (1974), por ejemplo, ha reflexionado acerca de la articulación de teorías multidisciplinarias que convocan criterios más exactos para el estudio de la producción intelectual.

    En acepción del crítico mencionado, para abordar un texto literario, la semiótica posee tres niveles: sintáctico, semántico y pragmático. Aunque son planos claramente diferenciados desde el punto de vista teórico, se hallan articulados de tal manera que en el estudio concreto de una obra literaria son dificilmente separables. De todos modos, al categorizar el segundo nivel (la semántica), Maldavsky opina que el conjunto de enunciados de una teoría literaria debe estar compuesto, entre otras artes, por aportes provenientes del psicoanálisis, porque éste: "parece ofrecer peculiares perspectivas para enriquecer las nociones relativas al nivel semántico"(30). El psicoanálisis, como ciencia que plantea enunciados referidos a los significados inconscientes de las conductas humanas, aporta posibilidades para detectar nuevas dimensiones de sentido, de aquí que resulte valioso en la interpretación de obras literarias.

    No se trata de aplicar el psicoanálisis como teoría general para enfocar problemas semánticos, sino de propiciar una articulación entre el psicoanálisis y los enfoques semánticos. En este orden de ideas, existen seis tipos de dimensiones semánticas particulares, que parten de los valores de la estructura superyó-ideal, estos son: "las esquizoidías", "las ciclotimias", las psicopatías", "los caracteres obsesivos", "las fobias" y "las histerias de conversión".

    En estas líneas, deseamos dar cuenta de la tercera dimensión semántica, la de "los caracteres obsesivos", que caracterizan a los personajes del cuento "La valla" del escritor Eduardo Liendo (1994). De esta manera, pues, nos detendremos en esta dimensión, cuyas características más importantes son: "pensar ordenadamente" frente a "pensar desordenadamente" y "ser virtuosos" (que, a su vez, implica dos sub - componentes: uno anal o "ser limpio", y otro referido al sadismo, esto es, "ser bondadoso") frente a "ser viciosos" (con sus respectivos sub- componentes correlativos a los anteriores: "ser sucio", para lo anal, y "ser cruel", para lo sádico).

    El personaje de "La valla" se encuentra prisionero en un calabozo y desde las primeras líneas asume la voz del relato para informar al lector el motivo de sus fijaciones mentales: "la valla adquirió su dimensión de reto (...) me había penetrado la obsesión de la fuga" (p. 384). Según la propuesta semántica de Maldavsky (1974: 80), existe un ritual en la conducta del obsesivo; precisamente, esta manera ceremoniosa y repetida sirve como defensa ante ansiedades específicas. El prisionero de Eduardo Liendo, desde el comienzo del cuento, hace alardes de una obsesión continua ante la valla que rodea la prisión porque: "del otro lado se encontraba la continuidad del tiempo y la promesa de una libertad azarosa y mezquina". Tanto su neurosis como la ritualidad de las acciones, implican el establecimiento de un control de emociones, propio de las personas de "carácter obsesivo", se observa una especie de sobre valoración del pensamiento y las palabras: "Cada vez que salía al patio durante esa hora vespertina, mi atención se fijaba en tratar de precisar cuál podía ser el punto más vulnerable de la valla, según la colocación del guardia" .

    El hombre de "carácter obsesivo" intenta el dominio de la situación; por eso, en el relato de Liendo, el personaje comenta la forma cómo tenía prevista la posible fuga al saltar la valla: "Era una jugada que requería de tres elementos para ser perfecta: ingenio, velocidad y testículos". No-conforme con el autocontrol, una persona obsesiva también procura verificar la actitud de otras personas a las que por determinadas características identifica con los aspectos emocionales propios. La voz textual, en su fascinación ante la huida, fija su atención en el vigilante, quien se interponía entre su propósito de evasión y el feliz término del empeño. De tal suerte que procura su amistad: "Hice algunos esfuerzos por cordializar con él guardián (...) pero el puma no [lo] permitía".

    En las teorías analíticas modernas, el cercado simboliza el ser interior. Los místicos medievales lo llaman "la célula del alma", el lugar sagrado de las visitas y de la morada divinas. Sobre esta ciudadela de silencio se repliega el hombre espiritual para defenderse contra todos los ataques del exterior, de los sentidos y de la ansiedad; en ella reside su poder y de ella extrae la fuerza.( Chevalier, J., 1955). En el caso del personaje de Liendo, esta valla o cerco evidentemente es el espacio interior del prisionero que desea su libertad. Si lo vemos desde el punto de vista de un sitio seguro para defenderse de las ansiedades, el ente de papel (en acepción de Carmen Bustillo, 1995) de este texto, adolece de todas las angustias reiterativas en su interior:

Entre mi propósito de fugarme (y seguramente el de otros prisioneros que caminaban pensativos por el patio) y su feliz consumación, se interponía la dura y atenta mirada del puma que siempre mantenía la submetralladora sin asegurador.
    Por este motivo, desea salir de esa angustiosa soledad, vivida en la prisión y proyectada por su imaginación. Durante cinco años estuvo organizando mentalmente el plan de fuga, pero "el almanaque puso fin a la espera" y obtuvo" la costosa libertad de forma legal y burocrática".

    Aquí no termina la neurosis del personaje; por el contrario, la imagen de la valla genera nueva angustia en sus sueños: "Una noche, durante un sueño intranquilo, apareció la valla con su reto (...) la libertad no era más que una simulación porque yo había quedado prisionero de la valla y del miedo a saltarla".

    A la dimensión semántica de los obsesivos, corresponde un estilo narrativo en textos literarios. Los relatos suelen caracterizarse por la emisión de signos sobre la base de una necesidad desordenada en la continuidad temporal o espacial o por la oposición de semejanza y diferencia. En "La valla", el lector es capaz de organizar el orden cronológico por las marcas textuales que señalan el tiempo en la narración: "Desde la tarde", "en el momento propicio", "la única ocasión", "durante cinco años", "de nuevo", "una mañana", entre otras. Es evidente que el propio narrador da las claves de la organización temporal: "De nuevo el tiempo había recuperado su perdido sentido".

    Según el crítico Maldavsky (1974), en esta dimensión existen diferentes tipos de histeria con un esquema común, correspondiente a "la organización de la dramaticidad - desorganización de la dramaticidad y otro diferente donde predomina la angustia en unos casos o prevalece la erotización de la relación de la persona con su propio mensaje en otros". En el cuento, se hace evidente cierto deseo de organización interna, sufrido por el narrador en primera persona y una continua angustia: "la misma visión comenzó a repetirse cada vez más intensa, hasta transformares en un signo alarmante que surgía en cualquier situación".

    Se puede observar cómo la temática predominante en este estilo procura una sistematización ante lo caótico. El personaje visita la cárcel, cordializa con el guardia, y, al "no encontrar en sus ojos la antigua dureza", además de regalarle un llavero de plata, le pide un favor. El lector, hasta este momento, no sospecha la clase de solicitud hecha al Puma ni el final inesperado que le aguarda cinco líneas más adelante.

    El estilo literario que da cuenta de la dimensión semántica de los "caracteres obsesivos" puede provocar el aburrimiento en el lector si no se equilibra el exceso de control y se añaden variaciones y sorpresas. En este sentido, es explicable que a menudo las obras literarias con este estilo incluyan una cierta ironía como ruptura de la monotonía al introducir el caos. El final sorpresivo no se deja esperar:

    Cuando entramos al patio, su mano descansaba con afecto en mi hombro. Después él se colocó en su sitio habitual de vigilancia, mientras yo (exactametne como lo habá pensado durante años) me trepé por la valla metálica y salté hacia el otro lado del tiempo. Al caer, sentí una súbita liberación. Me di vuelta para despedirme, y apenas tuve tiempo de ver por un instante la terrible mirada del puma que me apuntaba con el arma

-Lo siento- dijo antes de disparar- yo también esperé mucho tempo esta oportundiad.
    Con este cierre, volvemos al uso del psicoanálisis como recurso de la literatura. Ambos personajes resuelven sus problemas obsesivos en el momento de consolidar su búsqueda inconsciente. Cuando el protagonista salta la valla, se siente despejado del insistente pensamiento que lo ofuscaba; pero, muy tarde para darse cuenta, sufre la ráfaga de fuego del guardián de la prisión, quien de la misma manera se estaba librando de una neurosis particular.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Bustillo, C. (1995). El ente de papel. Caracas: Vadell hermanos.

Chevalier, J. (1955). Diccionario de Símbolos. Barcelona: Editorial Herder.

Liendo, E. (1994 "La valla". En Barrera Linares, L. (coord.). Re-Cuento. Antología del relato breve venezolano (1960-1990). Caracas: Fundarte. Alcaldía de Caracas.

Maldaksvy, D. (1974). Teoría Literaria General. Enfoque multidisciplinario. Buenos Aires: Paidos.

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