Lo que nos dice claramente la metaficción narrativa es que en ella Narciso no sucumbe frente a la imagen. Gaspar, C (1991: 98).
El autor quiere apresar los más diversos niveles de realidad en el único nivel que posee: la escritura. Ortega, J (1991:6). La obra de Meneses ha marcado un hito dentro de la narrativa venezolana y no resulta extraña la actualización de sus textos en cada apreciación crítica. Como narrador experimental, el autor necesita: Construir una red de canales de comunicación muy variada y enredada” (…) “un ensanchamiento hacia el infinito del campo visual, la multiplicación de las posibilidades de conexión, asociación y relaciones: en consecuencia, la multiplicación de las posibilidades y el conocimiento. (Grupo 63, 1969:36)
Oropeza, J.N (1984:433), por ejemplo, ha comentado que El falso cuaderno de Narciso Espejo es una obra “realmente única dentro del proceso evolutivo de la prosa en Venezuela”. De la misma forma, Araujo, O (1988:29) ha expresado lo siguiente: “la obra de Guillermo Meneses me da la impresión de un libro que no termina nunca, siempre haciéndose, buscando una identidad que no encuentra”. Esta última apreciación tiende un puente hacia las nociones de Gaspar, C. (1991:97), con respecto a lo que se entiende por autorreflexibilidad textual. En efecto: “uno de los aspectos de la obra autorreflexiva es el de ofrecerse como un objeto inacabado, (…) para desplegar el proceso de su búsqueda como ficción, y a partir de ella, como reflexión sobre la realidad”. De esta manera, la novela de Meneses se contempla narcisísticamente al elaborar su propio metatexto.
A partir de la década de los veinte, se produjo la eclosión de la narrativa metaficcional, con las obras de Joyce, Proust, Kafka, Faulkner y Virginia Wolf. En ellas, ya se manifestaba una autoconsciencia de los procesos de creación ficcional, que más tarde (en la década del cincuenta), se plantearían como un corpus de textos metaficcionales. Es en este grupo, precisamente, surge el nombre significativo de Guillermo Meneses.
Miliani, D (1985) ha visto en la novela un “deshilvanar construcciones”; en El falso cuaderno…, como en el mito de Narciso, el “yo” se desdobla, se contempla en el espejo de la fuente y se interroga. La estructura de espejos contrapuestos separa y confunde, pone y yuxtapone un “yo” que es “él” y a la vez “tú”, con la otredad del “yo”. La novela retrata al narrador Juan Ruiz, quien transcribe luego los cuadernos de Narciso Espejo. A su vez, este personaje descrito por Juan Ruiz, reflexiona sobre el narrador como ente ficcional y transcribe los papeles que le había confiado antes de suicidarse. Estos cuadernos contienen la historia de Narciso Espejo y corresponden a la “novela” propiamente dicha :
El posible que yo haya inventado algunos recuerdos de Juan Ruiz, como es posible que sea Juan Ruiz quien está contando mi historia y colocando sobre mi verdadero nombre - como un antifaz - ese seudónimo a medias mitológico de Narciso Espejo. (Meneses, 1952:106).
Los actos de Narciso Espejo han tomado el lugar que los míos debían ocupar (17).
Se observa, de esta manera, cómo Juan Ruiz, el narrador, se espejea en la figura de Narciso:
“Tan convencido estoy de la igualdad de experiencias, que podría contar su vida como si fuese él el narrador. Podría cederle el “yo” de mi relato con la mayor naturalidad. Decirle:” (17)
Con respecto a estos juegos, en que los personajes se espejean mutuamente, recordemos las palabras de Liscano, J (1984:88):
Más que un juego gratuito se trata de sucesivas confrontaciones ficticias mediante las cuales, Meneses alcanza a encararse consigo mismo, en la búsqueda de la propia identidad, en la evocación de la infancia y de la adolescencia del Espejo.
En boca del propio Narciso Espejo aparecen las siguientes palabras: “Lo que yo busco en el agua es todas las preguntas a las que debo dar contestación” (Meneses, 1952: 27); Juan Ruiz y yo éramos, ambos, Narcisos admirados de nuestra imagen reflejada (119).
Esta imagen catóptrica es recurrente en la obra menesiana, como lo ha observado en otra oportunidad Lasarte Valcárcel, J (1992:49): “el espejo se vincula insistentemente en la simbología particular de Meneses, al espacio de la ficción, a la escritura”. Como diría Baltrusaitis, J (1988: 284), la imagen del espejo estaría creada como una imagen del recuerdo. Meneses (1952: 20, 21) escribe:
He tenido vocación de espejo (…) Hoy (…) siento la atracción del espejo (…) he decidido escribir los reflejos de mis recuerdos, mi biografía (…). Puedo decir también que se trata nada más de las imágenes guardadas en el fondo de un espejo.
Cuando inventé los actos en cadena inventé en cierto modo, el más importante de los disfraces que he metido en este juego de espejos de mi historia (122)
Yo te entrego el Cuaderno de Narciso. Tus memorias. Están escritas por ti. Nada malo hay en ser Narciso Espejo. En pretender aceptar la realidad del reflejo” (192)
El juego de espejos emana desde el propio nombre de Narciso Espejo: “Mi nombre es Narciso Espejo (…) Mi nombre se mira en mi apellido” (Meneses, 1952: 22). El cuaderno apócrifo (Documento C), además de estar presentado con una grafía diferente (cursiva), está titulado “Teoría de los Espejos” (p.28 y 29) y ofrece ideas como la siguiente: “Un espejo solo puede reflejar lo que tiene delante” (29). Otro dato curioso está dado por el propio escritor en su libro de reflexiones teóricas sobre la novela: Espejos y disfraces, donde recoge buena parte de lo que serían sus ideas y meditaciones sobre la creación y el oficio del escritor. (Oropeza, J.N. 1984: 434)
Así pues, en la novela existe la metaficción narrativa, porque el texto está siendo no sólo contado, sino también elaborado por su sujeto productor. "La mirada y el acto de escritura se ponen al desnudo, narran aspectos de su construcción y hacen partícipe al lector de la organización ficcional” (Gaspar, C. 1996: 70). El final de la novela no podría ser más evidente, porque las últimas líneas encierran un nuevo espacio ficcional:
Para terminar insisto en afirmar que yo no soy Narciso Espejo. Me llamo Pedro Pérez (…) y soy un hombre que escucha sus propios pasos en el silencio de las cuales nocturnas y piensa en la angustia del compañero desaparecido (209).
Si El falso cuaderno de Narciso Espejo asombra por su metaficción, famosa estructura en abyme tan apreciada años después por el noveau roman del decenio de 1960 (Genette, G 1989), también resulta sorprendente observar las características transtextuales ofrecidas por el texto y tan en boga en la narrativa del postboom.
Un elemento interesante dentro del juego ficcional, está constituido por la figura del lector, quien según Eco, U (1993: 73) debe "actualizarlo", según su "Enciclopedia. El autor elabora sus textos para un lector modelo quien ayudado por su competencia cultural cooperará con la actualización de la obra. Cuando los lectores de El falso cuaderno de Narciso Espejo, actualizan la obra, se ponen en contacto con otros textos convocados por Meneses. Es la transtextualidad de Genette, G (1962: 10), definida como ‘todo lo que pone al texto en relación manifiesta o secreta, con otros textos”.
Esta vinculación entre textos es percibida por el lector crítico quien extrae de sus recuerdos, las referencias convocadas por el texto. Para Genette, G (1962: 14), dentro de una relación transtextual, los escritores ficcionalizan sus conocimientos, que serán denominados “hipotextos”, y las obras convocadas por estos escritos se denominarán “hipertextos.
Recordando a Eco, U (1979) cuando dice que: “Toda obra de arte (…) está substancialmente abierta a una serie virtualmente infinita de lecturas posibles” (98), es hora de volver a la intertextualidad ofrecida por la novela menesiana. Entre otros textos, la obra convoca a La ciudad de Dios de San Agustín (Meneses: 1952: 37) y a frases de la Biblia: ”Antes de que el gallo cante tres veces, ya me habrás traicionado” (Meneses, 1952: 41). Líneas sueltas traen a la memoria las palabras de Emparan: “Yo tampoco quiero mando”, y de Bolívar: “Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulro”. También se ofrecen otras “salmodias” escuchadas en la iglesia: “sursum corda”, “kirie eleison”, “dominus vobiscum” (42) y frases del Padre Nuestro: “Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (53).
Meneses obliga a su lector a una lectura transtextual porque quien se aproxime a El Falso cuaderno…, debe poner en juego su competencia literaria y lingüística para reconocer los espacios intertextuales presentes en sus páginas. “El texto se impregna de las intertextualidades de otros textos”, como diría Viñas, D. (1984: 36), porque, además de ser una reflexión sobre el acto de escribir, “constituye la búsqueda del ludismo y de la síntesis combinatoria” de las novelas experimentales. (Madrid, A. 1991: 38).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Araujo, O. (1988). Narrativa venezolana contemporánea. Caracas: Monte Avila Editores. C.A.
Baltrusaitis, J. (1988). El espejo. Madrid: Miraguano. Polifemo.
Eco, U. (1979). Obra abierta. Barcelona: Ariel.
Eco, U (1993). Lector in fabula. Barcelona: Editorial Lumen.
Gaspar, C. (1991). La lucidez poética. Autorreflexibilidad poética en la obra de Roa Bastos, Cortázar, Borges y Meneses. Caracas: Fundarte.
Gaspar, C. (1996). Escritura y Metaficción. Caracas: Ediciones La Casa de Bello.
Genette, G. (1962) Palimpsestos. España: Editorial Taurus.
Genette, G. (1989). Figuras III. Barcelona: Lumen.
Grupo 63 (1969). La novela experimental. Palermo 1965. Caracas: Monte Avila Editores.
Lasarte Valcárcel, J (1992). Sobre Literatura Venezolana. Caracas: Ediciones La Casa de Bello.
Liscano, J. (1984). Literatura Venezolana Actual. Caracas/Barcelona. Alfadil Ediciones, S.A.
Madrid, A. (1991). Novela nostra. Visión sincrética de la novela latinoamericana. Caracas: Fundarte.
Meneses, G. (1952). El falso cuaderno de Narciso Espejo. Caracas/Barcelona: Ediciones Nueva Cádiz.
Miliani, D. (1985) Tríptico Venezolano. (Selección, índice y prólogo de Nelson Osorio). Caracas: Fundación de Promoción Cultural de Venezuela.
Oropeza, J.N. (1984), Para fijar un rostro. Caracas: Vadell hermanos.
Ortega, J. (1991). Una poética del cambio. Caracas: Biblioteca Ayacucho (N° 168)
Viñas, D et alii. (1984). Mas allá del boom: literatura y mercado. Argentina: Folios Ediciones.
Felicidades, ya las sigo por twitter
ResponderEliminarEl ensayo tiene la importancia de ayudar al lector a comprender,analizar e interpretar los valores literarios,psicológicos y sociales de Meneses.Estudio de reflexión para el ser humano que nunca llega a conocerse.
ResponderEliminarMarlene: gracias por tu comentario. Espero que sigas encontrando respuestas literarias a tus inquietudes como lectora de nuestros escritores. Saludos de L.C.
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