ACERCA DE LAS AUTORAS

miércoles, 21 de abril de 2010

RUFINO BLANCO FOMBONA, EL BARDO

Liduvina Carrera

¿Qué cosa es poeta? Preguntóse Kierkegard, y él mismo se repuso: Un hombre infeliz que oculta graves penas en su corazón, pero cuyos labios están de tal suerte conformados que el suspiro y el grito, al pasar por ellos, los vuelven sonoros como un bello instrumentos.  Rufino Blanco-Fombona.
Poca información existe para estudiar el matiz poético de Blanco - Fombona; sin embargo el material presente nos servirá de norte y guía para orientar nuestra búsqueda en la senda de rimas, encantos, atractivos e inspiración en general; que a lo largo de su vida turbulenta fueron remanso y tranquilidad a sus tormentos. Porque también Blanco - Fombona rimó sus lamentos y quebrantos; y suspiró sin saber por qué:

Si en otra generación (…) alguna mujer suspira antes de cerrar el volumen, el polvo de mis huesos desde la tumba, si tuviese conciencia, diría a esa hermana (…) Gracias (…). También yo alguna vez pasé la mano por la frente cuando escribía páginas de este librito o suspiré melancólico sin saber a punto fijo por qué suspiraba (Blanco-Fombona, R. 1943: “Prólogo”).
En este orden de ideas, se puede apreciar cómo el poeta, rodeado de melancolía, se dedicó a rimar y a filosofar; por eso Rafael Ramón Castellanos ha comentado: “Hacer poesía es filosofar enredado con el aroma, la luz y el color de un paisaje natural. Rufino Blanco-Fombona fue un viajero impertinente. Amaba el sol; en la mujer, el corazón romántico y en sus congéneres, la hombría turbulenta y tormentosa”. (Castellanos R.R. 1975: 47). Lo mismo se puede decir del poeta salvadoreño Gilberto González y Contreras, quien se refiere al tema en los siguientes términos:

La poesía es una cierta manera de vivir y de emocionarse, dijérase una cierta manera de transportarlo soñado a lo vivido, en una palabra, una actitud totalizadora del ser, un gesto, un cauce, un camino en que lo emocional se transubstancia en lo metafórico. Lo único que debe buscarse de propio de poesía, de específico, es una voluntad de comunicación, una forma de sentir y de ser.
Es una ruta, mucho más que un contenido específico un dominio acotado. Por eso, actual poéticamente es siempre, de cualquier poesía que se trate, actuar por correspondencia, no de un tal o cual ángulo o hacia tal o cual horizonte reservado, sino en función del ser entero, en destino totalizador, y en una perspectiva unificadora e integralista. Siendo eso la poesía nadie puede marginalizar que la actitud y el gesto del poeta, su interiorizada dimensión, sean los de la más alta temperatura del alma que es dable concebir. Así, del talón a los cabellos, de la raíz a la copa, de la semilla a la flor, puede afirmarse que no hay nada que por medio de la poesía no pueda ser aprehendido.

No existe otro problema para el poeta que el de saber cómo podrá ir troquelando en metáforas sus emociones, para que puedan ser sintonizadas por los otros hombres. La cuestión que la poesía coloca en primer plano es una cuestión de alma y sangre y está en la intercomunicabilidad, en la manera como el ser propio puede entrar en contacto con lo humano; por las escalas de lo humano con lo telúrico; y por los caminos de lo telúrico, desplobando el habla con aridez, con lo sustancial y cósmico.

Consideraba así la poesía no hay escuelas sino órdenes. Hay un orden poético de lo frío y un orden poético de lo cálido. Nuestra comprensión es perezosa. Y a causa de esto ha llamado clasicismo al orden frío y romanticismo al orden cálido. Sólo que al final de una otra tendencia, lo que fue llamarada se vuelve ceniza, el lenguaje poético se enfría y es forzoso emprender una renovación. En América, el gran movimiento modernista, encarnó sobretodo la renovación impresionista, la arquitectura sintáxica libre y la exaltación (cada vez más acentuada) del individualismo.

El eco modernista es la impulsión vital dentro de las formas de la música. Los Caracteres esenciales de esa tendencia obedecen a la virtud mágica de ruptura con el viejo idioma anquilosado. Emergió el movimiento entre aproximaciones insólitas y, de manera flexible e insinuante, de la babel cosmopolita - y casi sin sentirlo - fue pasando al nativismo y a la criolledad (González y Contreras. G. 1944: 105 – 107).
Otro escritor opina acerca del encanto de la poesía: “el don poético de la poesía es siempre triste, no sólo en el Romanticismo, sino en todos los tiempos. (Carmona Nenclares, F. 1928); de la misma forma, se afirma acerca del trovador Banco-Fombona:

El sentido del dolor es una base espiritual en este poeta (…) se siente la vena poética por la intensidad que alcanza en expresarse del dolor (...). Tiene un lirismo como opalino, feble y delicuescente. El lirismo de Rufino Blanco- Fombona resbala sin darse cuenta nuestra voluntad. En su verso no hay sutiles rayos diamantinos, sino que está esmaltado de amatista, y de ópalos de fulgores apagados y piedras sensuales. La obra tiene un rumor quieto, callado, como de fontana umbría, de una de esas fontanas escondidas en nenúfares y flores acuáticas (…). Rufino Blanco - Fombona refleja emoción o sentimientos que se embarga en sus obras, no rige a la pasión, ésta lo rige a él y lo domina. Cada poema semeja tormenta en horizonte. El idealismo domina a sus anchas. Divide al mundo en ángeles y monstruos. Nos e inspira en conceptos intelectuales, sino que le da un carácter universal y simbólico al hecho, a la aventura, al recuerdo.
El amor y la muerte no se individualizan en un ser querido, sino que están convertidos en cauces poéticos abiertos en el mismo corazón. Arte de la realidad y transforma el caso concreto en materia poética. (Carmona Nenclares, F. Ibid). En otra documentación (Castellanos R.R. 1975: 48), se lee el material poético elaborado por el poeta venezolano:

Este es el poeta que (…) desde Patria hasta Mazorcas de Oro, su último canto de jilguero, no dejó de ser un modernista joven con cierta herencia de romántico cautivo de disciplinas telúricas. He aquí cuanto al respecto hizo : - Patria (1984) - Trovadores y Trovas (1899) - Pequeña Opera Lírica (1904) - Cantos de la prisión y del destierro (1911) - Cancionero de Amor infeliz (1918) - Mazorcas de Oro (1943)
Estos seis títulos conforman su obra poética impresa (Castellanos R.R. 1975: 48). Sin embargo, Rufino Blanco-Fombona fue asiduo colaborador de EL Cojo Ilustrado, y sus composiciones poéticas también engalanaron infinidad de veces las páginas de la aplaudida publicación. El propio Rufino Blanco - Fombona auxiliará en el estudio de su producción, porque deseoso de que fuese imperecedera, escribió la Historia de los libros. (Blanco-Fombona, R. 1958).

Nacer, morir (…) Esa es la historia de muchos hombres, también es la historia de muchos libros. Aunque los libros no se ensoberbecen ni se lamentan de su suerte como nosotros, ni se creen, como cada uno de nosotros, el centro del mundo, tienen un alma, una anímula. Bastaría a probarlo, si no hubiese otras razones, el silencio filosófico, el ejemplar silencio con que suelen desaparecer cuando ya no interesan a nadie (Blanco-Fombona, R. 1958: 1199).
PATRIA (1984)


El concurrir a certámenes acredita lo corto de mi edad entonces: sólo tenía, en efecto, veinte años. El poema cumplió como pudo, ganó el premio y me dio a conocer … en Coro. R.B.F.
Su primer poema Patria, escrito en Filadelfia; fue premiado en competencia con otros en Coro, en un concurso literario celebrado con motivo del centenario de Sucre. En este poema semi épico - lírico, el poeta exalta las grandes virtudes de los héroes y de la raza española (Macdonald, H. 1925: 29). Algunos opinan que es un poema largo, formado por arrebatos Líricos épicos del autor quien había concurrido a un certamen acerca del centenario de Sucre en Coro y ganó el primer premio (Gabaldón Márquez, E. 1958: “Prólogo y estudio bibliográfico). De esta obra, existe otro comentario significativo:

Blanco - Fombona inicia su obra poética dentro de las actitudes y el decorado heroico de la poesía romántica. Su primer poema: “Patria”, laureado en Coro, en un certamen promovido para conmemorar el centenario de Sucre, gira dentro de las escuelas tradicionales y está lleno de un entusiasta clangor lírico – épico. (González y Contreras, G. 1944: 109)
De la misma manera, se cuenta con las palabras del propio autor:

La generación a que yo pertenezco nació a la vida literaria hacia 1893. Cien botones del rosal se abrieron a la misma aurora. Para 1893 vivía yo en hasta escribía en secreto, envié a un certamen promovido en Coro (1894) con motivo del centenario de Sucre, un poema: Patria , llameante de juventud y de entusiasmo lírico - épico. El concurrir a certámenes acredita lo corto de mi edad entonces: sólo tenía, en efecto, veinte años. El poema cumplió como pudo, ganó el premio y me dio a conocer… en Coro (Blanco-Fombona, R. 1958: 1199)
TROVADORES Y TROVAS (1899)

Ha sido catalogado como “un ensayo poético” (Gabaldón Márquez, E. 1958: “Prólogo y estudio bibliográfico). De esta publicación, existen los siguientes comentarios de la crítica:

Su primer gran libro de prosa y versos (…) publicado en Caracas en 1899. Esta es obra de juventud de “aquel tiempo de frescura y locos sueños” como él nos dice, o mejor, como Díaz Rodríguez habla de él diciendo que es “nervioso , inquieto, sensual y triste, superiormente organizado para el arte, en este su primer libro, flor de juventud senos presenta con las dos manos colmadas de primores, ya que de igual modo afina y abrillanta el dardo de sus versos, como cincela copas rebosantes de perfume”. En este libro se descubre un constante anhelo de originalidad y expresión de sentimientos. La edición está agotada (Macdonald, H. 1925: 29-30)
Su primer libro “Trovadores y Trovas” colmado de gracia frágil y exquisita, escrito entre1893 y 1899, sigue a Gutiérrez Nájera, a Casal, a Martín, y a Darío, asimilado con garbo y sentimiento poético. Pero no debía durar mucho su cosmopolitismo, de coso, ira de León, idilios polares, rimas galantes y noches melancólicas. Frente a esas actitudes, Blanco - Fombona descoyunta el verso y lo coloca en la ruta de lo instintivo. Los elementos de que destila este nuevo caudal estético pueden agruparse así: a) el conocimiento parnasiano - simbolista, del que extrae el gusto del verso sonoro, ligero y a la vez denso, breve y recortado a cincel: b) una cabal estudio de los primitivos y de los clásicos españoles; c) la expresión de emociones elementales y estados del alma, a la vez, bárbaros y deliciosos. (González y Contreras, G. 1944: 109-110)
Mi primer libro, Trovadores y Trovas, se publicó en 1899. El haberlo formado mitad con versos, mitad con prosas, está diciendo a las claras que no era mío el cuerno de la abundancia. Esta cornucopia la poesía uno de mis compañeros, Andrés Mata, a quien tocaron después otras abundancias y más (…) cornucopias. Recuerdo aquel tiempo de frescura y locos sueños juveniles con melancolía y con placer. Ese placer melancólico, al mirara hacía atrás, me convence de que el tren marcha, , de que a la espalda quedaron los tibios valles, las laderas floridas, los sonoros ríos de plata. (Blanco-Fombona, R. 1958: 1.200).
¡Adiós los ranchos matinales con su latir de perros vigilantes, el cocoricó de sus gallos, el humo de la cocina, el aroma de sus tiestos de albahaca, el alegre relincho de sus potros, y su lucia vaca de nieve en cuyo lomo trina al sol que apunta, la paraulata gris! (...). Hizo la edición de Trovadores y Trovas el señor Herrera Irigoyen, director propietario de El Cojo Ilustrado, revista caraqueña de buena intención y nombre absurdo. En el cómodo saloncito de El Cojo nos juntamos los escritores jóvenes, entre las once y las doce, todas las mañanas. En la tarde monopolizaban el mismo saloncito las académicos (…). Aquel saloncito de El Cojo, lleno de retratos de personajes literarios de casi todo el mundo, incluso ,naturalmente, venezolanos, es decir celebridades de menor cuantía - concurríamos a diario, entre otros: Pedro Emilio Coll, Díaz Rodríguez, Racamonde, Eloy González, A, C. Rivas, Fernández García, los colombianos Ismael E. Arciniégas y J. M. Vargas Vila, el dominicano Tulio M. Cestero y yo (Ibíd.).
La mañana que debían terminar la impresión de Trovadores y Trovas, yo estaba en espera impaciente, como es fácil de suponer. Se trataba del primer libro. (...) Por fin se presentó un empleado trayendo un ejemplar. La edición era preciosa. Todas las cabezas se inclinaron sobre el volumen. Y de todas aquellas cabezas atentas partió una carcajada unánime y estrepitosa. A Herrera Irigoyen se le había ocurrido jugar a novel autor una mala pasada. Sobre la cubierta, de una amarillo pálido, destacábase en negro, como un retrato del autor la enorme figura de un borrico. Como yo pasaba entonces por tener el horaciano genio irritable de los poetas, el señor herrera Irigoyen había mandado, con antelación a quitar de por allí sus jarrones de porcelana, sus estatuillas de mármol y su tintero de cristal. Precauciones inútiles: Yo me reí más que nadie de la ocurrencia Apenas apareció Trovadores y Trovas, hube de abandonar a Venezuela, huyéndole a aquel enano presidente Andrade. (Blanco-Fombona, R. 1958: Ibíd.).
PEQUEÑA OPERA LIRICA (1904)


“Cada vez que me dispongo a leer algo de ciertos escritores jóvenes estoy seguro de encontrar en esa lectura algo mío…” R.B.F
De esta amalgama, que es como un nacer de la propia conciencia artística, brota “Pequeña Opera Lírica 1899-1904” -, en la que se cultiva la difícil sencillez en la expresión, se fijan nuevas formas de sensibilidad lírica, combinaciones métricas y actitudes espirituales que contribuyen a la creación de una nueva manera poética, de base más emotiva que sensorial, de la que en parte saldrán en América muchos poetas y, en España, Villaespesa y Carrere.


El punto de partida de este poesía personal de pesares y sentires íntimos, es una vuelta a lo terrígena. Tiene, a pesar de todo, más de un desliz exótico, como (…) “Las Joyas de Margarita”.
En los versos de esta primera etapa de Blanco – Fombona encontramos las más graciosas combinaciones retóricas: versos eneasílabos de acentuación libre; alejandrinos cuaternarios, etc. EL mundo lo convierte en botín de su sensualidad (…). Su exotismo, sin embargo, no perdura y se impone el retorno a lo nativo, a los mediodías aldeanos, a la sonrisa considerada como máscara y como fuerza.

Este primitivismo, junto con otras felices novaciones, que a su verso le dieron agilidad y fuerza, en cierta forma puede considerarse un síntoma de liberación moral y estética. Si todavía juega con el madrigal y la matemática galante, pronto rompe de modo definitivo con el orfebrerismo y adopta una emoción agreste, “esquematizada” o matizada las renovaciones verbales y se decide a expresar el combate por la vida y el instinto de poder…” (González y Contreras, G. 1944: 112)
Pequeña Opera Lírica se publicó en Madrid en La edición es preciosa. Le debo al eficaz compañerismo de Gregorio Martínez Sierra. Creo con sinceridad que ésta es una de las cosas buenas que Martínez Sierra ha hecho en literatura. Me veía entonces casi diariamente en París con Rubén Darío. Yo gastaba a la sazón setenta mil francos anuales. Rubén Darío era uno de mis más constantes y fieles amigos.. Le admiraba entonces y le quería mucho. Ahora también le admiro, y le admiraré siempre, porque es un maravilloso rimador; pero le estimo y quiero menos desde que lo conozco más. Ya para 1904 tenía yo conciencia propia del arte y había encontrado mi camino, que es el de la sencillez en la expresión, el de la verdad en el sentimiento, el de la sinceridad literaria; el de la vida vivida, en suma, sin arrequives retóricos, ni pendengues verbales. Pero como en Pequeña Opera Lírica se contienen, no sólo poesías de 1899 hasta 1904, sino alguna que otra composición de juventud - hay un poemita de 1893 - no es extraño que tal cual ráfaga de exotismo sople por aquellas frondas líricas, aunque yo fuera repito, tratase de ser, para 1904, un poeta personalísimo y adversario acérrimo de todo exotismo y fingimiento, de cuanto no fuera muy personal o muy nacional, es decir; traducción de mis pensares o sentires íntimos, o de los sentires y pesares de mi pueblo y de mi raza. Pertenece a este linaje de poesía(…) el poemita (…). “Del siglo XVIII” (Blanco-Fombona, R. 1958)
Para 1904, fecha de aparición de Pequeña Opera Lírica, yo sabía y preconizaba que la poesía encuéntrase en la vida más a menudo que en los versos, en la acción más que en la retórica. (…) La mayoría de poetas sólo es poeta en verso y no ha vivido ni por el amor, ni por el dolor , ni por el peligro, ni por la maldad , ni por la bondad, ni por el odio, ni por la audacia, ni por la locura, una hora de verdadera poesía.

Todo hombre cuya vida no preste materia a la leyenda y al poema es el hombre secundario, aunque lo invista Naturaleza con las dignidades de orfebre fabuloso y encantador retórico. (...) Otra cáfila sin término amará más la vida y verá en ella la fuente no sólo de lo bello, sino del bien y del mal, que son materia de arte en manos del artista. A este número pertenezco yo. Y eso quise explicar en aquel poemita de Pequeña Opera Lírica (…) “Explicación” (Ibíd.).
Pequeña Opera Lírica lleva prólogo de Darío, Allí refiere él en página maravillosa, nuestra vida de París por aquellos años, aunque por medio de una sagaz transposición de tiempo y lugar púsola como transcurrida en Roma y Florencia en la época del Renacimiento. Los críticos, se acuerdan para opinar que esa es una de las más felices páginas de Darío.
Lo es en efecto. Y yo no olvidaré jamás el que se haya esculpido en mi honor, tan admirable artista, semejante busto de mármol. Leed párrafo del prólogo: “Tenía las más suaves y amables maneras y las más inesperadas y agresivas sonrisas. Una noche, en una hostería, apaleó a un mozo, se armó camorra, sacó la espada, llegó la justicia. Yo me escurrí” (Ibíd.).
Nada más cierto. Sino que la escena ocurrió en París, no en Florencia; en le Grand Café, no en una hostería; la espada que salió a relucir fue un bastón, y Rubén se escurrió cuando me vio en compromiso, aunque no tan presto que escapase ala policía. Ambos fuimos excitados a confesar nuestros nombres y calidad , y sólo después de cumplido tal requisito, luego de convencerse de que no éramos, aunque lo pareciéramos, unos pieles rojas, nos dejaron partir en paz…” (Blanco-Fombona, R. 1958)
El ejemplar de Pequeña Opera Lírica es trascendental en la obra poética de Rufino Blanco Fombona y como tal, fue traducido por M. Federico Raisin al francés, con el título de Au - de la des horizons (Más allá de los Horizontes). Su publicación fue muy celebrada en la revista El Cojo Ilustrado

Nuestro querido amigo y constante colaborador, el eminente escritor y poeta venezolano, señor Rufino Blanco - Fombona, imprime actualmente en París un tomo de poesías traducidas en lengua francesa. A los originales de este volumen de poemas pertenecen los tres hermosos sonetos que publicamos en nuestro número de hoy sonetos consagrados a pintarnos tres distintos aspectos históricos del Libertador y Padre de la Patria.
En esta primicia de su libro inédito con la cual Blanco - Fombona ha querido obsequiar cariñosamente a nuestra revista. Es de augurarse que este nuevo volumen del autor de Pequeña Opera Lírica obtendrá las obras anteriores del amable poeta. (“Sueltos Editoriales” 1908. Mayo,1). 
José Semprúm, coterráneo del autor, también ha dejado un interesante artículo en la revista mencionada. Incluso Blanco- Fombona lo transcribe de nuevo en el “apéndice” de la Canción de la prisión y del destierro (Blanco- Fombona,R. 1911. “Apéndice”: 189-203).
Porque no son un elogio, ni un improperio; sino un estudio, porque me place la grande independencia y la no menos grande probidad literaria del Doctor Semprúm; porque Semprúm tuvo el valor de hablar de mí cuando de mí no se podía hablar en Venezuela. Es quizá la última vez que en la prensa de Caracas se ha publicado mi nombre. (íbid: 189. Nota al pie de página).
A continuación la crítica que hace José Semprum a la obra poética de Rufino Blanco – Fombona, bajo el título de “A Propósito de Au de la des Horizons poemas líricos traducidos en francés por M. Federico Raisin. París, 1909 (Semprum, 1909. Nov, 1). Antes de transcribir el largo y significativo texto, es conveniente observar que en él, nunca se “deplora el entusiasmo de los jóvenes seguidores”, ni se advierte que Rufino Blanco Fombona sea un “peligro evidente para jóvenes poetas”, según acotación de Díaz Seijas. (Díaz Seijas, P. 1966: 368); por el contrario, el texto ofrece una “coyuntura propicia para estudiar (…) esta faz feliz de su ingenio, tanto más digna de atención, y examen que Blanco - Fombona ha ejercido y ejerce; notoria influencia en las generaciones juveniles de Venezuela”

Blanco - Fombona es, en realidad, uno de los poetas castellanos menos traducibles. Sus procedimientos, basados en ciertos juegos prosódicos, no muy difíciles pero sí peculiares de nuestra lengua, bastan a desconcertar al más ardido de los traductores. El simple cotejo de algunos lugares de esta versión francesa demuestra que en muchas ocasiones el texto traducido no da ni idea remota de lo que es la poesía en castellano. Y es que la traducción exacta verídica, conservando la forma métrica, es punto menos que imposible; casos como el de la Oración por todos, que en el original resulte mejorado, se dan rarísimas veces; además de que eso no es, Propiamente, una traducción. Por lo general, las personas que ejercen de traductores no son excelentes poetas, ni siquiera hábiles versificadores; y así es natural que dejen escapar lo mejor y más intenso de la obra ajena. Yo, en lugar de Blanco - Fombona hubiera preferido muna traducción en prosa, de seguro más fiel, más ajustada al original, y que probablemente alcanzaría a exponer íntegro y claro en el extranjero idioma el pensamiento y la intención del poeta.
La publicación de este volumen en que Blanco-Fombona recopila lo más acabado de su obra lírica, me ofrece coyuntura propicia para estudiar, aunque sea someramente, como lo permiten las condiciones de El Cojo Ilustrado, esta faz feliz de su ingenio, tanto más digna de atención y examen cuando que Blanco - Fombona ha ejercido y ejerce notoria influencias en las generaciones juveniles de Venezuela, influencia maléfica, preciso es decirlo, como la ejercida en todas circunstancias por los escritores de originalidad auténtica. Buena parte de nuestra juventud se empeña en seguirle, con mayor menor disimulo, a pesar de que su poesía es de las que menos debe convidar a la imitación. Naturalmente lo que en él resulta gracia legítima, sin postizos ni deliberaciones, es, en el remedo balbuceante de los imitadores, desabrida tontera. Ciertamente Blanco - Fombona debe sentirse orgulloso y contento de haber suscitado con la resonancia de versos el brotar de los primeros pimpollo líricos en el alma de la juventud; mas al propio tiempo debe de experimentar cierta perplejidad y desazón al contemplar los frutos poco gallardos que brotan de sus semillas. Le queda al consuelo de pensar, como, es la verdad, que el resultado adverso de la siembra, no procede de mala calidad de la semilla, sino de la propia tierra de sembradura. Mas ¿qué motivos impulsan a la juventud a escoger para la imitación los poemitas de Blanco - Fombona? Basta leer sus libros con algún cuidado para descubrir la clave enigma. En primer lugar, los versos de Blanco- Fombona parecen ser de sencillez engañosa; no asustan con recursos enrevesados ni artificios brumosos. Y luego, es un poeta de juventud.
Trataré de explicarme: Los ideales, sentimientos y estados de alma favoritos de la adolescencia, espontáneamente surgidos de su estado psico - fisiológico, son precisamente los que con mayor constancia y fervor canta Blanco - Fombona. Ante todo, observemos que es un poeta intensamente sensualista y, si se quiere, hasta sensual. La forma que adopta su sensualismo, risueña, franca, que no macula con feos espectáculos ni sordas inquietudes los espejismos de las imaginaciones candorosas y lúbricas, es de las más peligrosas. No es como los poetas que tienden sobre la urente urgencia de los deseos, el presentimiento de los tedios finales, como quien enluta la candela de una linterna con lúgubres vidrios. Creo que esta cualidad es una de las que explican la influencia de nuestro poeta sobre los jóvenes. La mayor parte de los que entre nosotros leen a d´Annunzio - pongo por ejemplo - lo hacen seducidos por la vibrante sensualidad y por el erotismo desaforado de sus libros. Hablo de nuestro público, del que yo conozco bien, del que se engulle las traducciones de Maucci, donde el artista italiano aparece pálido y deforme, si no es la brama perenne y subrepticia de sus personajes. A este propósito quiero contar una anécdota que me han referido y que viene muy a cuento. Un palurdo se detuvo en cierta ocasión frente al escaparate de una librería, en el cual estaba exhibiéndose el flamante volumen de los Cuentos de color de Díaz Rodríguez. Paróse el hombre a mirar buen trecho el libro, y luego entró en el establecimiento y pidió un ejemplar de los cuentos. Cierto escritor, que estaba atisbando al hombre, quedóse encantado al ver cómo el vulgo buscaba ya y leía las obras de nuestro gran estilista. Pero resulta que a poco el hombre volvió a entra en la librería, reclamando que le devolvieron su dinero, porque lo habían engañado: él creía que aquéllos eran ¡Cuentos colorados!, vale decir, obscenos. El desconsuelo del literario observador no es para dicho. Ni respondo de la autenticidad de la anécdota; pero ella da una idea bastante exacta de lo que pueda valer entre nosotros la popularidad. Aquí pueden venderse los libros llenos de lascivia descocada o diatribas venenosas. La mente del público no está preparada aún para otra clase de lecturas. El impulso sensual es en sí un derroche de energía más o menos intenso, y así como suele mostrarlos dientes untados de ferocidad, se moja con frecuencia de lágrimas. Mas el que anima los versos de Blanco - Fombona es, como digo, regocijado, lleno de cierto regodeo, de cierta morosidad suave y tranquila. No arden estos crobias con humos agrios y fuegos vibrantes de rijo, sino de modo claro y sereno: más como piedra preciosa que como brasa de pira. Sus madrigalitos están exentos de licencias y malicia. Mas Blanco - Fombona no se limita por cierto a expresar el amor de los seres animados. Las cosas mismas cobran sus miradas sentimientos e intenciones, pues su vida anegada en pasión viva y fértil lo arropa todo en un manto de voluptuosidad feliz. De este poeta sí puede bien decirse que el mundo es la representación palpable de su yo: forma de su sensibilidad de su imaginación, de su intelecto. En tal sentido puede calificársele de poeta simbólico, por cuanto los pormenores de los espectáculos poéticos son, en suma, simples cifras de su yo mismo. Simbólico, no simbolista. Blanco - Fombona por temperamento, por Educación, está a mil lenguas del simbolismo. Hasta barrunto que no debe de serle muy grata esta escuela, no obstante que algunos de sus corifeos y adalides han influido en la manera suya y lo han ayudado a perfeccionar sus procedimientos retóricos. En las Joyas de Margarita, la canción de las gemas no sólo sirve para exponer y comentar la belleza de Gretchen: de ese canto surge férvida fragancia de insensata adoración que a las cosas anima, las cosas que hablan en un lenguaje de ilusión, adquieren personalidad propia, independientemente, de donde brotan, como el rescoldo de un brasero, acentos galantes, gemidores de amor, suspirantes de caricias. La brisa que le alboroto el camisón a la linda aldeana de Prima noche, tiene igualmente tanta intención como una temblorosa mano de amante. Y en La tristeza del mármol. culmina esta nota:
Esto del mármol no es vida:
en virginidad eterna
¡ay! Gloriosas carnes mías
nunca padecéis de gozo
bajo quemantes caricias.

(Hermosos versos echados a perder en la traducción de Raisin, sea dicho de paso). Anotemos que la juventud está dispuesta siempre, si ya no se halla armada de una cultura sólida, cosa excepcional entre nosotros, a dejarse influir por el encanto un poco pérfido de esas canciones. Fácil es dar en la cuenta de que los inciertos ideales morales de la juventud, la ambición de obrar, el imperio de las fuerzas desordenadas, que son dilectos de la edad florida, encuentran en Blanco – Fombona un cantor oportuno y enérgico. Ese hermoso grito lanzado ante el ofrecimiento de la gloria, el oro y el amor, no conquistados por los propios puños, es propio de los veinte años:
¡ponme en los brazos músculos
y ambición en el alma.

Con eso tendrá el bueno para su victoria. Ni existe hombre, como no sea algún opilado zascandil monigote histérico, que no haya lanzado, hacia sus veinte años, esta exclamación de soberbia magnífica.

Se ha dicho que no es posible inyectar nada, que todo existe preformado en las obscuridades del espíritu, y que los apóstoles, los poetas, los artistas, sólo nos revelan ideas, formas de Belleza que preexistían informes en la más confuso de nuestra conciencia, sin que hubiéramos podido concretarlas por nosotros mismos. Pero llega la mano reveladora y nos descubre de improviso el tesoro. Somos, en la ignorancia, como magnates que se creen mendigos. La obra de arte es la que nos enriquece, como por arte de magia. Si alguien, pues, merece nuestro agradecimiento es el poeta. Y así se explica el entusiasmo desmedido que Blanco – Fombona despierta entre una parte de la juventud bisoña: lo escuchan esos jóvenes, y oyen que él canta las cosas que a ellos les abejean con obscuros zumbido en pensamiento. Acaso ninguna poesía de Blanco - Fombona, pinta mejor los últimos sentimientos a que me refiero, que la que se intitula La Vida. Este poemita está henchido de tal fuerza vital, de tan intensa y segura afirmación de vivir, que irremisiblemente e me viene a los picos de la pluma el adjetivo dionisiaco, el cual, por fácil evocación, me conduce al nietzschismo. Sorpréndeme bastante que al referirse a Blanco -Fombona, ninguno de sus críticos haga mención a Zaratustra. Yo, para mí, creo que el anticristo alemán ha ejercido cierta influencia sobre Blanco - Fombona; influencia de filósofo profundo sobre artista ligero. Las ideas obscuras, a fuerza de ser formidables, de Nietzshe, repercuten en la lírica del venezolano con sano eco de confianza y de risa: viene a ser como la ola majestuosa, que al llegar a la playa de oro se deshace en espumas frívolas. Blanco - Fombona canta las pasiones sanas, fuertes, robustas, que son corolario del sistema del filósofo: en sus versos el amor no se nubla de lloriqueos ni se acidula de relamidas lamentaciones; y si el sentimentalismo “idealista”, para emplear palabras de Nietzshe, aparece en estos versos, es como sombra pasajera y fugaz; y aun así las más veces con cierto matiz de ironía, de solapado júbilo:
¡Ay, Dios mío, qué daño me ha hecho
la mujer de los labios de flor!

Queja sonriente y retórica, actitud de halagador disimulo, como la de un carnicero frente a la presa. Pero sólo quiero apuntar de paso que en ciertos puntos se nota la huella de Zaratustra. El estudio de esta influencia - de que el mismo poeta no ha hecho cuenta exacta tal vez - cabe mejor en un ensayo sobre las obras en prosa de Blanco - Fombona. Valga aquí la circunstancia de que la mayoría de sus críticos le llaman hombre digno de haber figurado en el Renacimiento italiano, lisonja que no carece de fundamento. Por mi parte yo lo encuentro muy venezolano, digno hizo de nuestra zona, legítimo producto de nuestras costumbres; pero no creo que una cosa excluya la otra, ya que no es difícil encontrar analogías de cierto género entre nuestro curioso estado intelectual y social y el de los principados y repúblicas de Italia del siglo XIV.
Sólo la Carta Lírica tiene dejos de desvarío romántico. Blanco - Fombona fue uno de los que iniciaron entre nosotros el movimiento poético modernista; pero de sus maestros españoles y de Musset, a quien todos hemos adorado golosamente en nuestra primera juventud, le quedó un sedimento de romanticismo, que de vez en cuando aparece en él a flor de espíritu, residuo del vino de antaño que suele dejar untado el borde de la cátedra nueva. Sólo que ese rastro de lo pasado desaparecerá sin duda, si ya no ha desaparecido por completo, porque su copa no es apropiada para los alquermes dulzones y exasperantes de los románticos de la última época. El que haya observado la evolución de Blanco - Fombona, sabrá que él acoge y desecha con bastante facilidad las influencias de sus maestros y de las escuelas, lo cual, si indica vacilación de rumbos en el aceptarlas, atestigua segura fuerza de personalidad al huirlas. En sus primeros tiempos prevaleció en él la actitud de cólera desmelenada y agresiva. Era la época en que resonaba sobre todas las frentes el estrépito de hierro y de rabia de Díaz Mirón. Blanco - Fombona rimó sus rugidos y echó bravatas en sólidos versos. Por fortuna, su buen gusto venció a tiempo el influjo ajeno y no ha conservado apenas vestigios de él. Sus versos En la mazmorra así lo certifican. Son una protesta muy distinta de las que se encontraban a cada paso en Mirón.
Por más que alcanzara con su poema Patria un lauro en Coro, Blanco - Fombona no parece dotado para lo épico ni para lo satírico. Ni siquiera en la prosa, en sus diatribas crudas y brutales como puñetazos, logra conservar la sátira en el tono del a fría furia que el género requiere. La sátira es cosa de temperamento: y a los nerviosos como nuestro bardo les ocurre por lo común que a un intenso rapto de ira sucede un período de indulgencia transitoria: se exaltan por sacudidas, por crispaturas: ni tienen el don de observar con atenta mirada las cosas exteriores por largo tiempo: el ímpetu lírico los aleja al punto de la contemplación para encumbrarlos a ilusorias cosas de ensueño. Su retratico del aparatoso prusiano Guillermo es buena muestra de lo dicho. “Este Nerón de pacotilla” empieza en fogosa embestida; mas a poco el pobre Rex imperator nos merece piedad, porque ciñe a su frente
con la anacrónica diadema
¡ay! la corona del dolor
Cuando el satírico no se interrumpiría a apiadarse del tirano, antes bien, haría ferocísimo escarnio de su propia pena. Por esto puede calificársele de sentimental: más no por ventura sentimental al uso, pacato y llorón, sino porque sobre las llagas abiertas por las ironías derrama el vino dulce de la piedad, y porque prefiere siempre para mostrárnoslo, el aspecto más amable de las cosas. Lo ruin, lo asqueroso, lo feo, relégalo a la sombra y al olvido. Ya se comprende por lo mismo que no es un poeta moral ni moralizador. No busca ni quiere buscar el sentido de la vida; no siente el vahído de los problemas irresolutos: se limita a vivir. Es amigo de formas, no de esencias: desdeña lo abstracto; y a las ideas prefiere las sensaciones: eso se llama propiamente un sensualista. Alguna vez se preocupa de las causas y de los principios. Se dirige a Dios; ¿pero cómo?: no ebrio de duda, no con escéptica angustia metafísica, sino en dura increpación al ser de los seres, como un hombre suele dirigirse a su enemigo. Porque en suma, Blanco - Fombona pertenece a la castra de los descreídos que aún temen un engaño, y que , si en su mano estuviera, inventarían un dios personal, para gustar el goce de vituperarlo a su favor. Los incrédulos definitivos no toman en cuenta a la divinidad, ni sienten pesar sobre su entendimiento la sombra secular de Dios, trasmitida de padres a hijos: se han despojados de la herencia fatal. Para ellos los responsables de los males que el concepto de lo divino ha podido ocasionar, son los inventores de mito, no el mito mismo. Conocen el significado de aquella frase concluyente que Nietzshe le envidiaba a Stendhal. La única excusa de Dios es que no existe. Blanco - Fombona lleva en la conciencia un susurro de preces católicas, legado de sus abuelos, las cuales, al brotar por sus labios de impío se convierten en blasfemias. Las blasfemias una especie de plegaria: siempre rinde el homenaje de la creencia.
Los procedimientos formales de Blanco - Fombona, sin saber en sí propios mayor originalidad, producen obritas de peregrino encanto. En general hay en ellas cierta incoherencia, cierto desorden vago en la exposición de los motivos, cortada a trechos por exclamaciones, por paréntesis cuyo afecto es producir una intensa mayor de la frase poética.
Es impulsivo al combinar los elementos de la frase, de lo cual resultan unas veces afortunadas matrimonios de palabras, y otras ciertas dislocación ilógica de la cláusula. Su léxico, sin saber muy rico, no presenta apenas insistencias ni repeticiones. Las palabras que con mayor frecuencia usa pueden, en cierto modo, dar idea de su poesía. Cuando menos se conocen por ellas hacia qué lado se vuelve de costumbre la vista del hombre y la imaginación del bardo, al construir sus imágenes, pues la mente gusta de escoger la substancias de los símbolos entre las cosas que le son halagüeñas y familiares. Los vocablos que más abundan en estos poemas son: amor, flor, rosa, beso, cantar. De este dato puede deducirse, sin sutiles esfuerzos de la perspicacia, el carácter amatorio, florido, fresco, sensual y lírico de sus canciones. A más abundan en ellas senos, abriles, auroras, oros, brisas, etc. Sus flores favoritas son la universal rosa, lilas, gladiolas, camelias, gardenias, petunias. Las gemas, zafiros, diamantes, perlas. Gusta de escribir “boca en flor, pradera en flor, niña en botón”. Sus colores, azul y rojo. Todo esto mezclado con mano hábil en estrofas de buena ley.
En lo que toca al metro , Blanco - Fombona tiene sus pretensiones y aun sus vanidades. Asegura en sus “Notículas” que el eneasílabo de Las joyas de Margarita fue él quien lo puso a sonar en castellano por primera vez; y que los versos de Explicación “son inauditos” por el ritmo. Paréceme que estas afirmaciones no pasan de ser desenfadadas especies lanzadas en un momento de humor, ya que Blanco - Fombona posee buenos conocimientos de Literatura española. Cuanto al eneasílabo, Tomás de Iriarte, versificador habilísimo, los compuso, y muy sabrosos, en el siglo XVIII. Blanco -Fombona cita como imitados de los suyos los de la Canción de otoño en primavera, de Rubén Darío:
Juventud, divino tesoro
ya te vas para no volver:

pero si a alguien imitó el maestro, no fue ciertamente a Blanco - Fombona, sino a don José Eusebio Caro en aquella poesía Estar contigo que comienza:

¡Oh! Ya de orgullo estoy cansado
estoy cansado de razón;

a la cual se aproxima la canción de Darío no sólo por la música de los versos, sino también por ciertas coincidencias de conceptos y frases.
El metro de Explicación es muchísimo más añejo. Juan de Mena en su Labyrintho, poema de trescientas estrofas de ocho versos; y era el preferido por los poetas de la época, como el marqués de Santillana y Fernán Pérez de Guzmán. Es una de las medidas más antiguas en poesía castellana. Qué diferencia hay entre
¡Oh! Amores y rutas y alarmas, ¡Oh! Acciones (Blanco- Fombona)
De paces y guerras y muertes y hados? (Juan de Mena)
¡Qué alegre es la casa del titiritero! (B. F.)
Que todas las selvas con sus arboledas. (J. M.)
Son nuestros amores y nuestros dolores. (B. F.)
De los monifratas nin de las locuras (Fernán Pérez de Guzmán.- Confesión rimada)

No negaré que a un metro antiguo se le pueden sacar sones nuevos y remozarlo. Eso depende del poeta. Pero es seguro que todas las combinaciones del dodecasílabos estaban ya formadas en castellano. Su composición de 6 + 6 es sencilla y no tiene más requisito que la acentuación de la quinta sílaba de cada hemistiquio, por lo cual su variedad musical es admirable. Resucitar esa medida obsoleta me parece buena obra, limpiándola de “la monotonía del metro de arte mayor, el fiero taratántara que hubiere dicho Tomé de Burguillo”, según escribe Menéndez Pelayo.
Y eso es lo que Blanco -Fombona ha obrado con acierto. Por lo demás, las reminiscencias, casi imposibles de suprimir a la hora actual, porque las lecturas nos dejan un depósito inconsciente de cosas que luego se nos aparecen como nuestras, son escasas en Blanco - Fombona. La huella de Díaz Mirón, el de Lascas, es evidente en Mediadía Campestre y en Barrio Bajo. En rigor no puede imputársele imitación de otro poeta alguno. En verso es menos marcada la tendencia de Blanco - Fombona al arcaísmo de construcción y al uso de ciertos giros favoritos de nuestros clásicos del siglo de oro. En lo general, su sintaxis es pura y su locución fácil, y gusta de sembrar aquí y allá expresiones familiares que les dan a sus poemitas cierto perfume de intimidad ingenuo y delicioso.
Por su labor fragmentaria y menuda, por el mismo refinado amor de los pormenores, que convierte sus volúmenes de poesías en vuelo alígero y claro de sensaciones y sentimientos fugaces: amor errátil, flores de un día, rosas de un momento, besos de paso, cantar vagabundo, es un poeta menor, de esos que brotan, como flores de esencia rara, en el suelo largamente labrado con abonos, al pie de los formidables monumentos que erigieron manos de cíclopes en las auroras de las Edades. Y si me dicen que tanto vale una miniatura perfecta como la más opulenta catedral, estaremos acordes. Los poetas de Antología viven al lado de Homero y con la vecindad de Virgilio nada se deslustra Propercio.
A este rico análisis responde Rufino Blanco – Fombona (1911: 203-205) lo siguiente:

Poeta menor, está bien. Como sea bueno, ya es bastante. Por obra y generosidad de Semprum me encontraré en compañía de Tibulo, Catulo y Propercio. Merci, cher monsiieur. Aunque no se está mejor, de seguro, en la sociedad de estos poetas menores que en la del Doctor García, Antoñito Pimentel y los Mata, grandes hombres de Venezuela.
Mis conocimientos en literatura castellana son más modestos de lo que Semprum imagina. Se detiene allí donde para gustar a los autores es necesario el estudio de la lengua en formación (…). No he entrado en Labyrintho de Juan de Menay dejó a Pérez de Guzmán tranquilo (…) Si mis versos de Explicación suenan como los de ellos, no es que intentara remozar, a los no sé cuantos siglos, una medida obsoleta, sino que el idioma castellano en el siglo XX produjo música que ya había producido en edades anteriores. Resucitar un metro por siglos sepultado, vale como crearlo, y de haberlo intentado lo confesaría ahora.
En ninguna lengua de Europa se puede hoy, después de ocho a diez siglos de literatura crear nuevos metros. Lo más que se puede hacer es ensayar, y ya lo hemos cumplido, a ejemplo de los francos, en versolibrismo de que, entre paréntesis no soy muy partidario, y aventurar combinaciones estróficas inusitadas…”
No dije que antes de mí nadie hubiera escrito eneasílabos: dije y repito que los puse en lengua castellana de moda; y agrego que no desde 1899 con Las Joyas de Margarita, sino desde que empecé a escribir en 1893. (…) El cargo más absurdo es el de que imité en Mediodía aldeano y Barrio Bajo, las Lascas - no dice cuáles - de Díaz Mirón. Semprum, cosa rara, ha caído en el estrecho lugar común de buscar parentescos literarios imposibles entre hijos de distintos espíritus (…) Admiro a Díaz Mirón pero lo admiro en su primera, desordenada y grandiosa manera. En Lascas es más retórico que poeta..”
Repito, ni en los metros, ni por los sentimientos que se externan, ni en el lenguaje que se usa, en nada, en nada, encuentro paridad o siguiera correlación, entre mis versos y los del gran poeta mejicano.
CANTOS DE LA PRISIÓN Y DEL DESTIERRO (1911)


Ningún libro quiero tanto como Cantos de la Prisión y del Destierro. No hay allí un verso, uno sólo! Que no sea verdad, amargura, odio, amor, vida vivida. R.B.F.
Este es su libro favorito; cada canto está hecho de la misma materia que la vida, ha comentado un escritor (Macdonald, H. 1925: 32). A lo que añade González y Contreras, G (1944: 114):

Con Cantos de la prisión y del destierro, inicia una poesía ruda, desvertebrada, caricaturesca, en que el sentimental disfrazado de sátiro elude el peso del mundo sobre su sentimiento. En Estos versos de amargura, de odio másculo y amor verdadero, hay vida vivida, eclosiones pasionales y homérico deseo de venganza. En parte, marcan algunos de estos poemas un retorno a lo más popular de la tradición española, a los cancioneros y a Lope de Vega.
El propio Rufino Blanco-Fombona (1911: 68) dedica unas líneas especiales a su obra en las siguientes frases:

Cada estrofa es un momento de existencia durante los terribles días de mi última prisión entre 1904y 1910 o en las primeras horas de mi destierro, que; fueron las más amargas de este ya larguísimo exilio. Las circunstancias en que fui preso, las razones porque la barbaría me mantuvo en prisión por mis opiniones políticas, o mejor dicho, patrióticas - y los medios de que se valían para quebrantar mi altivez sin conseguirlo, todo lo he referido en la introducción que pese a los Cantos de la prisión y del destierro. También expongo allí las triquiñuelas de que me serví para escribir aquellos versos sin papel, rodeado de espías con un par de grillos, en la oscuridad e incomunicación de un calabozo. Esos versos me vengarán. Confío en ellos, mientras exista un hombre de honor, un espíritu varonil, una víctima de verdugos y una mujer enamorada, se leerán mis versos; no por bellos, sino porque fueron escritos con sangre, con llanto, con hiel, porque sonde carne y hueso, porque son los gritos humanos de un hombre que ha sufrido. Yo no tengo, respeto a Cantos de la prisión y del destierro vanidad de autor. Si deseo que perduren es para afrentar de mis enemigos; si espero que vivan es porque tengo confianza en el influjo de la verdad sobre el corazón de los hombres. ¿Por qué se apandillaron los viles contra mí? Lo dije como pensaba en versos. Mi cuerpo era esclavo por fuerza, mi alma, no . Sentía en medio de la ergástula el placer de ser libre en mi alma. Con esta idea compuse: El vuelo de Psiquis. (Blanco- Fombona, R. 1911: 68). Ni un momento dejé de pensar en la venganza homérica. Dígalo si no: Némesis. (Ibíd.: 68).
Tampoco dejé de creer que el viento, al soplar, pasa y que el mal no es eterno. Aquel desastre moral y físico, aquella tragedia iba a desvanecerse como la sombra de una pesadilla. Dentro de mi propio corazón florecerían nuevos rosales. ¿Por qué no? ¿Por qué declararse irremediablemente vencido?. Este pensamiento me hizo componer en las tinieblas el siguiente poemita de esperanza, que es prueba de confiar en la aurora: Nuevas ilusiones (Ibíd.: 122). Los cantos de la prisión y del destierro salieron a la luz en casa de Ollendorff en 1911.
CANCIONES DE AMOR INFELIZ (1919)
Se recogen en este Cancionero de amor infeliz los poemas - de mérito muy desigual - que inspiró en distintas épocas la mujer a quien la obra se consagra. R.B.F.
Entre los estudiosos de la obra de Rufino Blanco-Fombona, se cuenta con los autores ya mencionados: González y Contreras, G (1944) y Macdonald, H. (1925), quienes aportan sus investigaciones al referirse a este libro de Cancionero de Amor Infeliz. Al respecto, el primero ha comentado que en sus libros posteriores, caracterizados por el pesimismo, la exaltación de la sensibilidad y la rebeldía. Se nota que la poética de Blanco - Fombona ha derivado hacia la expresión rápida, emotiva de los hechos de su vida sentimental. En su “Cancionero de amor infeliz”, se encara con el amor y el dolor, el gesto varonil y palabras tiernas. Continúan siendo altanero y tormentoso, rico en imágenes y en giros apasionados, en que el prosaísmo alterna con la quintaesencia. Su poesía, de un modernismo refrenado a partir de “Cantos de la prisión y del destierro”, es francamente post-modernista y muerde en la sustancia de la vida popular americana (González y Contreras, G. 1944: 115). El segundo autor mencionado, ha añadido las siguientes observaciones a este panorama:

El título de este pequeño libro nos explica exactamente su contenido. Cada poema de esta colección fue inspirado por aquella mujer que dejara en Venezuela al salir desterrado de su país, por aquella mujer que fue a España a unirse con él en matrimonio(…) la misma que se suicidara pocos meses después. Esta obra nos cuenta toda la historia trágica de su desgraciado amor con tal profundidad de sentimientos que no podemos menos de sufrir con él . Esta es la obra más acabada del poeta…” (Macdonald, H. 1925: 33-34)
A lo anterior, se unen las palabras del autor de la obra:

Se recogen en este Cancionero de amor infeliz los poemas - de mérito muy desigual - que inspiró en distintas épocas la mujer a quien la obra se consagra. Salvo Canción del destierro, traducida de Copee, y dos estrofillas tituladas Al partir anteriores una y otra composición a la fecha en que el autor conoció a la muchachita de catorce años que desde entonces fue su novia y, andando el tiempo, su mujer - los demás poemines pertenecen al cancionero que ahora integran. Ambas piezas corresponden a momentos idílicos muy semejantes a los que aquí rememoran. Si no estuvieran escritas, hubiera sido necesario escribirlas.
Cuanto al título de la obrilla, convengo en que resulta un poco arbitrario, a juzgas con criterio de preceptistas: no todas son canciones en este Cancionero. Los académicos tendrán razón, según su modo de apreciar las cosas; yo, según el mío. No insisto. Cuando se habla, en estos versos, de amor, de dolor y de muerte, no se trata de ficciones retóricas, sino de realidades muy reales. No me extrañaré que parezcan fríos a los que, fríos ellos mismos y mintiendo afecciones, calientan el verbo al rojo blanco para con una romántica y aparatosa retórica de fuego, cubrir la nieve del corazón. A esta clase de escritores contra - volcanes (fuego sobre nieve, en vez de nieve sobre fuego) no pertenece el autor, ni acaso pertenezcan los poetas de veras.
Releyendo el Cancionero de amor infeliz he advertido ¡con qué pesadumbre! Que me dolía a menudo de mí propio y no de la negra suerte de aquella a quien se elevan estos altares líricos. ¿Por obra de qué oscuro y odiosos sedimento psicológico, me decía, aparezco yo - o yo también - en el ara? Luego pensé cómo, en última análisis, ella exclusivamente radia y triunfa: dolores ¿quién los produjo?. La queja no resulta egoísmo, sino férvido homenaje. Cuanto a la longitud o dimensión de este Cancionero, recordaré las palabras dichas o repetidas por Lafcadio Hearn en alguno de sus libros amarillos, evocadores del todavía misterioso Oriente: la materia de que se compone sirve de excusa a su pequeñez. Además, cada vez pienso con más ahínco que garrulería y frondosidad, máxime en verso, ameritan mordaza verdadera, y que el ideal será un día el de Peter Alterberg, el más escueto laconismo: una página, una frase, una palabra. (Blanco-Fombona, R. s.f. –b: 10-16).
MAZORCAS DE ORO (1943)


¿Mazorcas de oro? El título del libro no significa nada. Maíz viejo y amarillento (…) Este es el maíz viejo, amarillo, sin desgranar siquiera…? RBF

Libro de madurez, al cual el autor dedica su Prólogo: “Mazorcas disimule si digo de otro. Los poetas somos exagerados. He recogido aquí algunos poemas inéditos o desperdigados en publicaciones de España y América; no los mejores o los peores”.
Agrego, a objeto de engrosar el tomo, poemas de otros; somos exagerados. He recogido aquí algunos poemas inéditos o desperdigados en publicaciones de España y América ; no los mejores o los peores. Uno de los poemitas insertos aquí, el titulado Siglo XVIII, proscrito por mí de mis otros libros, a fuer de frívolo y aun libertino en demasía, es de 1898. Lo recojo ahora y lo sumo a mis bienes patrimoniales (…) Caracciolo Parra Pérez (…) lo conservaba en las memoria y me lo recitó al oído (...) resolví incorporar el poemita, por frívolo que fuere a mí parco patrimonio lírico. ¿A qué generación literaria pertenezco? (…) Tal vez sea a la generación Modernista (…) Los críticos literarios de Venezuela (…) se contradicen en este punto; y uno, Don Julio Planchart, asegura que si por edad pudiera caerse, no así por otras razones: carezco de cualidades brillantes que tuvo aquella gente. Sobre todo, no soy músico.
Fuera de Venezuela…yo existo. A recordarlo viene en mi apoyo, desde las páginas iniciales de éste volumen y evocando días juveniles, Rubén Darío. Podría agregar, de años más tardes, la de Gómez Baquero (…) “algunos poemas de Rufino Blanco - Fombona producen en más alto goce de la emoción estética” (…) o la voz del difícil y descontentadizo critico peninsular D. Enrique Díaz Canedo (…) “Blanco Fombona - opina Canedo - es uno de los buenos poetas españoles de todos los tiempos”. Mi ambición al publicar la presente obrita no puede ser más modesta. Si dentro de algunos años, al leer cualquier estudiante de Caracas, de Maracaibo, de Valencia, de Cumaná, de Mérida, se pasara la mano por la frente o levantara los ojos al cielo,si en otra generación (…) alguna mujer suspirantes de cerrar el volumen (…) diría a ese hermano hermana (…) gracias. (Blanco-Fombona, R. 1943).
Para Gilberto González y Contreras:
En su último libro Mazorcas de oro, muestrario de una producción lírica que va de 1914 a 1941(…) se incluye una bien ordenada selección de sus anteriores colecciones poéticas. Su sentido musical acude a las repeticiones intensificadoras, orquesta el romance, emprende la renovación personal de su léxico, y adopta una frase globulosa, vertebrada y pujante de músculos. De sus “Cuentos Líricos”, simbólicos, inclinados a la sátira y al buceo de su propia intimidad, para “Cine”, grupo de evocaciones breves, ágiles, atemporales y desnudas. Recoge delicados matices de emoción y de pensamientos, y en dirección culta, da una especie de copla sin popularidad. Sobrio y sencillo dice:
“En la tarde de zafir
me mirarás angustiada,
y me empezaré a morir
y tú me dirás: No es nada”.
En los once poemitas de “La Mentira” Blanco - Fombona, libre de ampulosidades, en imágenes finas y elegantes y expresión ceñida y precisa, se depura e intenta la transposición de las sensaciones a los símbolos. En “intermezzo de cinco poemas largos”, refleja el esplendor de la naturaleza americana y su amor hacia todas y cada una de nuestras naciones indoiberas, en “La Sombra”; evoca la sensual y opulenta tierra nativa en “Sinfonía del Trópico”; en “Juanita” elabora una elegía, de profunda intención y movimientos dramáticos, inspirada en las luchas sociales de España; traza en “El castigo del Ávila” un armonioso y escultórico panfleto lírico y en “Últimos Lampos”, recoge en la esencia más bree, paisajes, estados de ánimo, leves canciones de tono sentencioso y una profunda “Oración”, en la que lo pasajero y fugaz se alían en lo absoluto y eterno. (González y Contreras, G. 1944: 116-117).
Por su parte, el poeta Jorge Schmidke le escribe en una carta recogida por Ramón Castellanos (1970: 192-294):

Una nueva cifra de gloria en los fastos de la lírica continental, apareció recientemente. Ese libro era de usted, y su título: “Mazorcas de Oro”. Lo hojeé con avidez afectuosa. Presuma usted cuáles serían mi sorpresa y confusión al encontrar que tan interesante volumen estaba dedicado a mí, en una brillante, concisa y elocuente exposición epistolar, con una generosidad tan sólo digna de quien es un prócer de las Letras. “Mazorcas de Oro”(…) Excuse, querido maestro, si no estoy de acuerdo con usted al juzgarlo como un simple maíz viejo y amarillento, “para que lo devoren el tiempo y las ratas” ¿No! Estimo que todos los granos que forman esa maravillosa antología son del más duro, oro de buena ley, invulnerable al óxido del olvido, resistente a los ácidos corrosivos de la más acerba crítica.
En el libro se juntan, con similitud de inspiración, originalidad, emoción y lozanía, poemas de juventud y poemas de madurez. La exquisita labor de “Pequeña Opera Lírica” - gran sinfonía en mi concepto- allí está recogida, con ese precioso prólogo en que Rubén Darío, de señor a señor del Verso, traza magistralmente la gallarda silueta de usted como la de un magnífico paladín del Renacimiento, dominador del arte y de la vida. Dulce y simbólica fantasía de los “Cuentos líricos”. Los altos poetas como “El hombre del Caballo alado”, están condenados a cabalgar eternamente sobre el divino Pegaso, sin que les sea dable descender al oscuro valle de las miserias humanas.
Siguen luego fogosas visiones de la Patria. Rimas galantes. Canciones melancólicas de ausencia. Inquietudes de Francia. Ascetismos de España. Revisiones y perfeccionamientos, como en la doble versión de Superfluidades (182). La España tradicional, sentida o presentida entre la vorágine parisiense, como en “Toledo” y en “El beso del Rey Don Carlos”. Sucesivamente, “Últimos Lampos” (Por qué últimos, cuando el sol de su vida resplandece aún en envidiable plenitud?). Allí encontramos su maravillosa “Oración”, donde usted exhibe ante el Supremo Hacedor los nobles atributos de su alma, las bellas normas de su vida: valentía, desinterés, generosidad, espíritu de justicia, tan torpemente juzgadas por un absurdo y convencional puritanismo. Más adelante, “Gesta y Romancero del Libertador”. He aquí, en pie, el fervor bolivariano que fue siempre su culto hondo, sincero, fecundo, desinteresado. Y en otro sitio, el soberbio poema “La Sombra”, escrito en Madrid el 17 de diciembre de 1930, que puede considerarse como la mejor conmemoración que se hiciera del Héroe en aquella magna fecha luctuosa.
 Comparto el buen gusto a la frivolidad de nuestro Canciller al aplaudir con entusiasmo ese delicioso, picaresco y diminuto cromito intitulado “Siglo XVIII”. Su belleza justifica su exhumación. Su aquilatada y fina gracia de artista lo lleva con acierto a colocar en las páginas finales del libro, bajo el título de “Juventud, Primavera”, esas adorables primicias que enroscaron en sus crespos cabellos de entonces los más frescos y hermosos laureles de su gentil adolescencia. ¡Oh! Poeta, altísimo poeta!. “El mejor poema es el de la vida”, ha dicho usted en “Explicación” ¿Y cuál mejor poema que el de la propia vida de usted, en la que se han agitado en perfecto equilibrio desenfadado los atributos de Don Juan, de Byron, Casanova y Benvenuto? Maestro, usted ama, lucha, conquista, se bate, cincela. Es una de las rarísimas figuras continentales de esa talla. ¿Qué podría agregar? Un libro: “Mazorcas de oro”. El es compendio de la vida de un poeta y de un hombre; pero de un alto poeta como usted, y de un brillante ejemplar humano como usted. Una dedicatoria para mí; ésta aumenta enormemente mi gratitud, pero no podría aumentar enormemente mi vieja y fervorosa admiración, porque ella no ha tenido ni tiene límites. Lo que hace usted, es sujetarme nuevamente con un vínculo indestructible, al símbolo de bronce de su afecto. (Schmidke ,J. En: Castellanos, R .R. 1970: 192-294.
Con las hermosas palabras de Jorge Schmidke, concluye la ilustración poética, divulgada por el polígrafo modernista: “Permanezca usted tranquilo, maestro; orgulloso de su obra, desdeñoso del silencio mezquino, del ataque traidor (…) La posteridad, como a Bello, como a Baralt, le hará justicia!. (Ibíd.: 296). Como se ha podido observar, esta aproximación ha sido reseñada por medio de los escritos del mismo Blanco - Fombona, y de otros autores reconocidos de ayer y de hoy.

REFERENCIAS

Blanco-Fombona, R. (s.f.). Camino de imperfección. Diario de mi vida 1906-1914. Madrid: Editorial América.
Blanco-Fombona, R. (s.f.-b). Cancionero de amor infeliz. (Vol. XLII de la Biblioteca Andrés Bello). Madrid: Editorial América.
Blanco-Fombona, R. (1895). Patria. Versos laureados con el Primer Premio Medalla de Oro en el Certamen Literario promovido por la Sociedad Alegría, en la ciudad de Coro, con motivo del primer centenario del Gran Mariscal de Ayacucho. Caracas: Imprenta Colón.
Carmona Nenclares, F. (1928). Vida y Literatura de Rufino Blanco-Fombona. Madrid: Mundo Latino.
Castellanos, R.R. (1970). Rufino Blanco-Fombona y sus coterráneos. Bogotá: Canal Ramírez, Antares.
Castellanos, R.R. (1975). Rufino Blanco-Fombona. Ensayo bibliográfico. Caracas: Ediciones del Congreso de la República.
Coll, P.E. (1902. Noviembre, 15). “Notas literarias”. En: El Cojo Ilustrado. (Año XI, N° 262).
Coll, P.E. (1903. Marzo, 15). “El Modernismo en América”. En: El Cojo Ilustrado. (Año XII, N° 270).
Correa, L. (1911). “De clara estirpe”. En: Blanco-Fombona, R. Cantos de la Prisión y del Destierro. París: Librería Paul Ollendorff, Imprimerie Garnier.
Díaz Rodríguez, M. (1919). “Prólogo”. En: Trovadores y Trovas – Pequeña Opera Lírica. Madrid: América.
Díaz S, P. (1996). La antigua y moderna literatura venezolana. Caracas: Armitano.
Dominici, P.C. (1894. Junio, 1). “El simbolismo decadente”. En: Cosmópolis. (Año I. N° 3). Caracas.
Dominici, P.C. (1924). Tronos vacantes. Buenos Aires: Ediciones Librería Voluntad.
Macdonald, H. (1925). Rufino Blanco-Fombona. Su vida, su obra y su actitud para con los Estados Unidos. (Trabajo sometido a la Facultad de Filosofía de la Universidad de Columbia como parte de los requisitos para optar al grado de Magister en Artes). Trad: Ramiro Arratia. New York: s.p.i.
Mata, A. (1897. Noviembre, 15). “A propósito de Au de la des Horizons”. En: El Cojo Ilustrado. (Año VI.N° 124). Caracas.
Navarro Ledesma, F. (1898. Junio, 15). “Crítica a Modernismo”. En: El Cojo Ilustrado. Caracas: (Año VII N° 156).
Rama, A.. (1975). “Prólogo”. En: Rufino Blanco-Fombona Íntimo. Caracas: Monte Ávila Editores.
Rama, A. (1978). “Prólogo”. En Darío, R. Poesías. Caracas: Arte.


Fuente: La obra poética de Rufino Blanco-Fombona
Liduvina Carrera http://liduvinacarrera.blogspot.com/p/publicaciones.html

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