ACERCA DE LAS AUTORAS

domingo, 4 de abril de 2010

ROMERO GARCIA Y SU TESIS POSITIVISTA EN PEONIA

Liduvina Carrera

En todos los campos del conocimiento se procura aplicar las ideas de orden y progreso. El positivismo dotó a los intelectuales venezolanos de un método capaz de operar la gran revisión de nuestra realidad socio - histórica y también literaria. Miliani, D (1985: 37)

Como ya hemos apuntado en otra oportunidad (Carrera, L. 1995), entre los románticos, los académicos y los modernistas hubo una generación intermedia, la de los positivistas, cuyo problema no fue tanto el cambio en los estilos o las formas artísticas, como el aporte de nuevas ideas sociológicas o científicas, para orientar de otro modo las comunes preocupaciones del alma venezolana. Los estudiantes de esa generación habían hecho de su trabajo literario un instrumento polémico para interpretar la realidad histórica y social del país.

En esa oportunidad, el país se ventilaba con nuevas corrientes intelectuales y grupos de jóvenes desconocidos comenzaban a proferir ardorosas palabras. Fue una época importante para la cultura venezolana, porque se renovaban los estudios históricos y se aplicaba la sociología al examen de la realidad. Para Picón Salas (1961), ninguna generación nació con mayor vocación científica; salidos del círculo universitario del Dr Ernst, estos jóvenes estaban ansiosos de noticias y de datos para crear su propio sistema polémico y combatir lo tradicional: buscaban argumentos más que formas literarias.

Con la entrada del Positivismo, se renuevan en Venezuela los estudios universitarios. Desde las cátedras de Ciencias Naturales e Historia, se promueven las nuevas ideas. Con las enseñanzas novedosas, se establece un clima de renovación y de entusiasmo entre la juventud. En los periódicos, se respiraba un aire de libre discusión y el cuestionamiento imposible en otras épocas, ahora se hacía realidad en los días del Positivismo.

Los adolescentes reaccionaban contra la autocracia guzmancista y manifestaban su cansancio por las grandes mentiras oficiales del gran dominador. El "modernizador" Guzmán Blanco, caudillo e última moda, había traído de su amada Europa todo lo moderno: desde las compañías de ópera hasta las herejías religiosas, pero no existía libertad política. Estas ideas entusiastas y polémicas fueron adoptadas por la juventud del momento y Romero García (1986) no escapó a esta tendencia con su ficción literaria Peonía. Al respecto, apunta Díaz Seijas (1966: 337) que Romero García: "Publicó su única novela Peonía, con el objeto de satirizar al régimen de Guzmán Blanco. El estado del país, en cuanto a cultura, es el que Romero quiere presentar a grandes rasgos en sus cuadros novelados de Peonía".

Para Picón Salas, M (1961:336), era un momento singularmente auspicioso en la cultura venezolana, porque se renovarían los estudios históricos y se comenzaría a aplicar la sociología en el examen de la realidad política y ¿por qué no? en las páginas de ficción literaria de Romero García, quien también buscaba nuevos alegatos de libertad en la cultura de su tiempo.

Larrazábal Henríquez, O (1980) en su estudio referente a la novela del mencionado escritor, ha comentado que el protagonista Carlos pertenecía a la clase media caraqueña de los últimos años del mandato guzmancista y, fiel a las tendencias que circulaban entre los miembros de su generación, tenía una visión materialista, y representaba a la cultura del momento. En más de una oportunidad critica el régimen dictatorial: "Yo protesto lo mismo contra las dictaduras religiosas literarias y filosóficas que contra las dictaduras políticas" (Romero García, M. 1986 : 186): "Ese pillo de Guzmán ha corrompido al país" (150). Como Carlos es un personaje cuestionador, busca la raíz de los males que dañan las sociedades; por eso, siempre vislumbra la crítica de la dictadura guzmancista: "Cuando se palpan estas úlceras sociales se encuentra la causa del malestar en nuestros pueblos y se justifican los despotismos" (165).

Este joven, idealista, tiene plena confianza en el progreso, porque el autor literario, Romero García (1986), así se lo ha propuesto para defender su tesis positivista. Entre las ideas progresistas, defiende las siguientes:
Necesitamos brazos y los brazos vienen con una buena corriente de inmigración (121)
En todas partes del mundo la agricultura es la principal fuente de riqueza (123)
Nuestra legislación viene de fuentes que pudiéramos llamar viciosas; los legisladores venezolanos la han dado por copiar, sin saber qué opinan, no sé si olvidando o ignorando que las leyes deben ser reflejo de las costumbres, producto de ellas (174)
Cuando Carlos va a la Hacienda Peonía, llamado por tu tío Pedro para arreglar un litigio que éste tenía con un hermano Nicolás, observa que: "allí todo estaba lo mismo que en todas partes: sucio, hediondo y oscuro" (138); por eso juzga la situación:

En Venezuela se cree generalmente que una casa de campo implica desaseo, y esa comodidad de vida con los animales domésticos, que les da un aspecto de Arca (158)
Sin embargo, procura ser persuasivo cuando responde ante la negativa del tío Pedro: "Yo no trato de enseñarle nada, tío, hago una observación y nada más; usted es muy dueño de dejar las cosas como están y de hacerlas como guste" (137). Pero no es Carlos persona que se rinda ante la testarudez; al contrario, es un personaje con capacidad científica y, por esta razón, se opone a los métodos rústicos del campo y deseando un cambio, comenta: "No hay quien quiera romper con la tradición" (175). Como fino representante de las ideas de Romero García, es capaz de criticar los problemas que observa en la hacienda de su tío Pedro, debido a la forma primitiva como la maneja:

Aquí está el mal: en que no quieren hacer las cosas en regla. Estoy seguro de que si usted llama a un ingeniero que le arregle su oficina tal como debe estar, y le pide quinientos pesos por montársela, usted se espanta, y llama a cualquier bicho que se la monte mal por cincuenta pesos (p 139).
La crítica de Carlos va más allá y procura que su tío se dé cuenta de la miseria: "Provocan risa esos agricultores prácticos por sus necesidades, y terminan inspirando compasión por sus torpezas. Se reducen a una vida miserable; condenan a ella a toda su familia, hipotecan las fincas; juegan el porvenir de sus hijos y no pasan de ser esclavos del comercio" (140). En otra oportunidad, también afirma una verdad palpable en las personas que, acostumbradas a su forma de vida, no desean el progreso:

Malas mañas serán siempre una rémora al progreso; porque el dejo y el descuido, lejos de levantar, deprimen la condición humana. (158)
Su capacidad de cuestionamiento, adquirida del positivismo, le crea una mentalidad que lo hace sentirse superior, tanto así que provoca las siguientes palabras por parte del tío Pedro: "Esa es la maldita civilización; eso es lo que ustedes aprenden. Salen e la Universidad unos corrompidos" (245). Estas palabras constituyen también una forma de presentar el rechazo hacia la civilización.

En el personaje Carlos, descansa la voz teórica del autor; por ese motivo, sus opiniones son de tipo social, político y económico. El autor mismo ha dado las pautas de su tesis en el prólogo cuando menciona que la obra: "tiende a fotografiar un estado social de mi patria". Llevado por esta ideal y como joven perteneciente a la época positivista, cuestiona la economía:

Los agricultores no pueden salir de su mala situación económica mientras no haya bancos en buenas condiciones. (120).
Critica a la Iglesia a la que llama "nido de fanatismo" (183) y opina que: "el clero [es] la ignorancia: nuestro pueblo no es, si se quiere, fanático; pero deja hacer a los curas, y a éstos no les conviene que la luz se abra paso" (175). De la misma manera, procura tener una opinión para la familia como base de la sociedad. Cuando el tío Pedro comenta: "La mujer no sirve más que para la cama y para remendar la ropa, cuidar sus hijos, si los tienen y rezar ¿no es así?" (182), Carlos protesta: " No, tío (...) no es esa la misión de la mujer en nuestros días" y luego añade: "No tenemos hogar, mal podemos tener patria" (ibid).

El interés de Romero García se centra en el enfrentamiento de los métodos empíricos utilizados por el tío Pedro: "Siempre están ustedes los agricultores economizando; pero ninguno entiende la verdadera economía" (137); y los métodos modernos y productivos usados por el tío Nicolás. La diferencia entre ambos personajes se basa en la educación. La imagen que se le presenta del otro tío es diferente y novedosa: "Mi tío me iba gustando; trasegaba ron y brandy, últimos refinamientos de la civilización; en Peonia, ni amargo siquiera podía beber, porque el pulpero no lo incluia nunca en sus facturas" (151). Como Carlos quiere crear un ambiente de progreso, su voz textual dice en la novela:

Sentimos la necesidad de un porvenir mejor pues he ahí el ideal: alcanzarlo, luchemos (185). Es necesario buscar otros rumbos, volver la vista a más risueños horizontes (217) Hoy se ama con el siglo: con el vapor, la electricidad; con todos los agentes que acrecientan la vida (222)
Como bien ha dicho Díaz Seijas (1966: 446), el tío Nicolás representa el progreso, porque es el hombre ilustrado que lee, se informa, se preocupa por los problemas del mundo y puede significar la liberación del campo venezolano del marasmo en que estaba sumido a causa de la ignorancia. Pero estas ideas no se cumplen por razones ancestrales y atávicas y por las fuerzas primitivas que todo lo aniquila: "En las sociedades hay atavismo como en los individuos" (184).

Concluimos estas letras, pues, confirmando la tesis positivista de Romero García en su obra y subscribiendo las ideas de Crema, E (1952: 31) cuando aludía a que el autor de Peonía, adolescente en la generación que vio nacer en Venezuela el positivismo, fue positivista integral: como pensador, se adhirió al materialismo más o menos ateo; como científico, a la teoría de la evolución; y como sociólogo, a todos los ideales de progreso humano, desde el mejoramiento de las clases pobres y de las condiciones de la mujer, hasta el del mejoramiento de los sistemas de trabajo y de los gobiernos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Carrera, L (Julio-diciembre, 1995). "La crítica literaria de López Méndez (1863-1891) en los albores del ensayo moderno en Venezuela" En: Revista de Literatura Hispanoamericana. (Segunda época) N° 31



Crema, E. (1952) "Interpretación de Peonía" Prólogo. En: Romero García (1986). Peonía. Caracas: Monte Avila Editores.



Díaz Seijas, P. (1966) La Antigua y Moderna Literatura Venezolana. Caracas-Venezuela: Ediciones Armitano.



Larrazábal Henríquez, O. (1980). Historia Crítica de la Novela Venezolana del Siglo XIX. Caracas: U:C:V: Facultad de Humanidades y Educación. Instituto de Investigaciones Literarias.



Miliani, D (1985). Tríptico venezolano. Narrativa. Pensamiento. Crítica. Caracas: Fundación de Promoción Cultural de Venezuela.



Picón Salas, M. (1961). Estudios de Literatura Venezolana. Caracas-Madrid: Ediciones Edime.



Romero García. (1986) Peonía. Caracas: Monte Avila Editores C.A.
L.C. 1997

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