La novela de Ítalo Tedesco (2001), Otros vendrán después de mí, ofrece un personaje ficcional, cuyo referente real es el Coronel Leonardo Infante, uno de los quince oficiales de más alto rango en el ejército libertador. Este personaje actúa como protagonista de la obra, porque la construcción de su figura se le "dedica más peso en el espacio narrativo y (...) proyecta la mayor carga semántica” (Bustillo, C. 1995: 28). Indudablemente que se trata de un ente ficcional con un referente histórico y el primer problema que surge cuando se intenta explicar el efecto de un personaje es el de trazar una clara línea divisoria entre la persona humana y el personaje; porque la similitud entre ambos es demasiado grande para poder hacerlo.
Por lo expresado anteriormente, es indudable que existe cierta frecuencia en la selección de personajes históricos para ser llevados a las novelas; de manera que los rasgos prefijados suelen ser parecidos a los de la persona real, sobre la cual, el autor recrea su personaje; así que "si la historia se alejase demasiado de esos rasgos prefijados ya no serían reconocibles” (Bal, M. 1998: 91). En todo caso, al decir de Carmen Bustillo (1995): “el personaje de ficción no es un ser viviente sino una figura del discurso, y como tal debe tratársele” (21). Muchos lectores suelen comparar al personaje textual con la persona real, porque existe una “evidente correspondencia con un marco de referencia (...) [y] (...) la imagen que recibimos de ellos está determinada en gran medida por el enfrentamiento entre nuestro conocimiento previo y las esperanzas que éste crea, por una parte, y la realización del personaje en la narración por la otra” (Bal, M. 1998: 91). Sin embargo, los seres novelescos que pueblan los espacios ficcionales de las obras narrativas son constructos sobre la realidad, “son ejercicios de la palabra en su capacidad de mentir" (Bustillo, C. 1995) y, por lo tanto, deben ser interpretados por la crítica como cultivos del lenguaje.
Ítalo Tedesco, en su novela Otros vendrán después de mí, utiliza diversos recursos ficcionales para dar vida a un personaje que se va construyendo en el curso del relato. El referente histórico se va diluyendo con el manejo verbal del novelista y va surgiendo la figura inventada y recreada por el autor: el Coronel Leonardo Infante. En las obras, cuyos personajes tienen un referente histórico, probablemente no haya “necesidad (...) de corregir la historia, de mostrar la verdad” (Rodríguez, A. 1990. Enero-Junio: 83), porque se trata de una verdad novelada, inventada con las herramientas literarias del autor, cuya finalidad es proporcionar placer estético con su creación.
El ser de papel de esta novela está enmarcado en un universo ficticio, y la elaboración de su figura textual, se va dando en el transcurso del relato por medio de repeticiones, acumulaciones, relación con otros personajes y transformación, elementos, entre otros, propuestos por Mieke Bal (1998), para dar a conocer la elaboración textual de los personajes de ficción. A sabiendas de que “no es fácil, si siquiera posible, determinar qué material debería incluirse en la descripción” (Bal, 1988: 89), los elementos mencionados serán capaces de presentar “los rasgos distintivos que en conjunto crean el efecto de un personaje” (Bal, 1988: 87); en este caso, de Leonardo Infante.
Cuando un personaje es presentado por su propio nombre, queda determinado por su sexo, su posición social, origen geográfico, y a veces más. (Bal, M. 1998:92). En la novela, se puede leer: “Leonardo Infante, de nacionalidad venezolana por haber nacido en Chaguaramal, cantón de Maturín, el 28 de junio de 1798, 26 años de edad, hijo de Juan de la Cruz Infante y de Sebastián Álvarez, de estado civil soltero, de profesión militar, con el rango de Coronel de Caballería” (Tedesco, I. 2001: 157) . El nombre garantiza la unidad de las referencias que, a lo largo del discurso, elaboran al personaje y que lo sitúan como sujeto de acciones y de atributos; por lo tanto, el lector debe construir las diferentes unidades “personajes” por los signos de coherencia que el narrador va dando en forma discontinua” (Bobes Naves, M del C. 1993:77).
Aunque, los factores determinantes no son del todo seguros, el hecho de que se mencione la profesión, el sexo, algunos factores externos o peculiaridades de la personalidad crea una expectativa, cuya respuesta puede encontrarse en la historia o quedarse sin desarrollo (Bal, M. 1998:92). En el caso del personaje de Ítalo Tedesco, la figura textual se va conformando durante el relato y, por la visión de diferentes voces textuales, se va consolidando una imagen más completa.
La repetición es un recurso de construcción que se presenta en la obra, para crear la imagen de Leonardo Infante. En este caso, se debe acotar que cuando un personaje aparece por primera vez se desconoce todo acerca de su personalidad, porque las cualidades que se implican en la primera presentación no son captadas completamente por el lector. En el curso de la narración las características pertinentes se repiten con mucha frecuencia, pero de diferentes formas; este hecho va conformando la figura en sus diversos aspectos: física y espiritualmente. Desde las primeras páginas, se conoce la descripción física, por medio de la repetición de ideas; se dan los primeros matices del color de la piel: “Dicen que al negro no lo ven de noche” (161); “Te veías como un negrazo en la neblina” (203). Al mismo tiempo que el lector reconoce lo negro de su tez, también puede darse cuenta de otros rasgos que lo caracterizan, sobre todo el coraje y la arrogancia delante de otras personas que lo despreciaban: “A un negro sin escuela, pero con cojones a prueba de rajaduras y revientes, tenían que quebrárselo a la primera oportunidad” (21); “Ya habrás visto la arrogancia con que se pasea ese negro delante de nosotras” (23); “Nadie mejor que tú para saber que no veían bien a un negro subirse al grado de Coronel a fuerza de bola” (231).
El Grado de Coronel es llevado con orgullo y el color de la piel no es problema, aunque algunos personajes lo ven con desagrado: “Cuando el negro se tiraba por el centro de la calle, por las tardes, vestido de Coronel, en verde y oro, con sombrero galoneado, charreteras de plata y con el sable al cinto” (51); constituía la envidia de muchos porque: “en San Victorino decían que un Coronel negro que por las tares paseaba de uniforme era cosa del demonio” (261). Las repeticiones insisten en presentar a un personaje lisiado por las acciones de la guerra, en varias oportunidades aparecen palabras como las siguientes: “Cuando no pudo más con las piernas porque a fuerza de metralla se las sacaron del estribo, cayó al suelo” (...)“Se curó de las heridas del cuerpo. Pero quedó lisiado. Arrastraba una pierna al caminar” (17). De este modo, se percibe la forma cómo fue herido de gravedad en una pierna, hecho que lo dejó lisiado: “Antes de la metralla hizo lo que le dio la gana con una de tus piernas. Te dejaron cojo (...) para la renquera” (39); “a los 23 años era un inválido de guerra” (18). Este accidente lo marcará físicamente y se presenta como “un coronel a pie. Arrastrando una pierna, cayéndose de un lado” (22). A raíz de este defecto, heredado de su heroicidad ante los acontecimientos bélicos, sufre incomodidades: “la andadura le era difícil por los dolores que lo martirizaban a la derecha, por la pierna herida” (51); “Leonardo Infante cojeaba lentamente en dirección a su casa” (121); La cojera del Centauro lo llevaba a paso de morrocoy” (143).
De la misma forma, es posible apreciar su valentía como hombre de guerra con las siguientes reiteraciones: “Siempre Arriba del caballo. Uno solo él y el animal. Como si éste adivinara lo que el jinete quería hacer” (17); “Tu aliento de centauro olfateaba la dirección de la brisa” (190). En la medida que el lector organiza el entramado textual de Otros vendrán detrás de mí, el personaje se va delineando. Con el uso de repeticiones, es posible observar la correspondencia entre la cantidad de información que se da y el valor funcional del personaje. En Otros vendrán después de mí, la insistencia en los hechos narrados, conforma el entorno del protagonista; por lo tanto, se organiza su personalidad con los elementos aportados por el desarrollo de la narración.
En el mismo orden de ideas, los personajes complejos se definen con dificultad en el proceso de su historia, porque, si bien la conducta es expresión del ser, no lo es en forma directa y por otra parte, las causas de la conducta suelen ser complejas (Boves Naves. 1993: 80). Por ese motivo, las relaciones con los demás personajes también determinan la imagen de Leonardo Infante en la obra. La conexión del personaje consigo mismo, en una fase anterior, pertenece también a esta categoría y son capaces de cambiar, según los momentos y las transformaciones que se dan en la novela (Boves Naves, M. Del C. 1993: 78).
Desde el comienzo, el texto tedesquiano construye un personaje signado por las cartas. Un adivino llamado Malfario ofrece las claves de lectura que proporcionan la configuración de Leonardo Infante: “Morirás a causa de un pleito con un hombre visto como defensor de la justicia, que vive en el disfraz como si todo el año fuera carnaval. (...) La caída comenzará con la declaración de una mujer (...) Otra vieja ruin y deslenguada te hundirá en la desgracia. Recibirá dinero de un militar que obedece órdenes de arriba” (12). Las cartas continúan su revelación “De nada le sirven los bríos al centauro, si lo cercan las espadas-dijo el Malfario, cuando leyó en las cartas la tragedia del Coronel Leonardo Infante” (12). También se adelantan otros acontecimientos como la gloria de sus andanzas heroicas: “Serás el héroe de Pantano de Vargas y de Boyacá” (13), y el matrimonio en la cárcel: “Tendrás un matrimonio a destiempo” (13). Inclusive, se van mezclando en la narración ciertas informaciones que presentan al personaje por medio de sus acciones, y se pueden deducir algunas calificaciones implícitas en ellas: “Leonardo Infante, de nacionalidad venezolana, nacido en Chaguaramal, de estado civil soltero, de profesión militar con el rango de Coronel, de 26 años de edad” (192).
Otro tipo de relación capaz de suministrar información acerca de Leonardo infante, es la suministrada por los vecinos del barrio San Victorino, en Colombia. Por medio de repeticiones, bien logradas en el texto, es posible conocer algo más del personaje como su deseo de hacer amistades: “En San Victorino quisiste hacer amigos. Ni les interesó tu propuesta de paz” (213). La repetición de estas frases se da en diferentes capítulos de la novela, y en cada uno de ellas, se añade mayor número de comentarios que identifican al ente principal de esta obra: “El Coronel se residenció en San Victorino. Los vecinos no lo recibieron con simpatía ni le mostraron agradecimiento” (19); Lo crucificaron. A su paso se cerraban las puertas. Y se abría la murmuración de las señoras” (22); San Victorino no estimaba al Coronel. Había mucha beata rezandera con añoranzas coloniales a quienes un negro vestido de militar les parecía cosa del demonio” (61); “En San Victorino deseaban que el Coronel se fuera para otro barrio” (81); “En San Victorino no estimaban a Leonardo Infante” (...) “Le molestaba la naturalidad con que paseaba con su uniforme de militar victorioso y censuraban lo que creían arrogancia, cuando en verdad era su modo de ser” (100); “A los vecinos no les agradaba Leonardo Infante. En San Victorino le fingían respeto y lo saludaban entre dientes cuando lo veían pasar con su renquera” (121); “Al Coronel no lo soportaban en San Victorino” (127).
La relación con Santander, otro ente ficcional de la novela, también es importante para conformar la figura de Leonardo Infante, porque por este personaje influyente se organiza todo un espectáculo que llevará al protagonista a la cárcel y al subsiguiente ajusticiamiento. Santander se sintió burlado por la valentía y arrogancia de Infante quien comenta: “Le recordé sus cobardías. En su gobierno yo no era el Coronel. Era un veneco. Pobre además. Y negro. Es lo que decían. Le hice chanzas (...) jamás me escondí” (241) Por ese motivo, fue acusado incluso después de su fusilamiento, el cruel enemigo acude a desprestigiarlo: “Leonardo Infante era cadáver cuando Santander se presentó en la plaza (...) lo acusó de alevosía, premeditación, ventaja y nocturnidad, lo que nunca se pudo probar en el proceso” (326).
La conexión con algunos héroes de la Independencia arroja más detalles de la configuración de Leonardo Infante. Cuando conoce al personaje Simón Bolívar: “El Libertador. (...). el caraqueñito los vio, se bajó del caballo” (45), se da una relación afectiva que llega hasta la heroicidad. Leonardo Infante se muestra valiente al salvarle la vida: “El negro se acercó a El Libertador, lo conminó a montar, y lo salvó del peligro” (50), aunque luego se decepcione desde la prisión por el abandono que siente ante los comentarios: “Te dijeron que Bolívar te calificó de sanguinario” (211). Páez le reconoce su valor en la mejor época de Infante, por lo tanto le confiere reconocimientos: “Leonardo Infante se encontró de nuevo con la gloria. Páez lo nombró Teniente Coronel, con conocimiento de cuatro años de antigüedad” (54).
Su encuentro con las mujeres es variado en la obra; sobre todo, y específicamente con una mujer que lo impacta, existe una aproximación hermosamente dibujada en la obra: “Es Dolores Caicedo. Tu esposa” (46); para Infante fue un enriquecimiento personal: “el encuentro con María Dolores Caicedo, la mártir condenada a ser viuda sin tiempo suficiente para haber sido esposa” (206). Con el amor de esta mujer: “Se fortaleció en su ternura. Se alucinó con las emanaciones de un cuerpo un espíritu que le brindó la calidez y le mostró tanta belleza” (89). De otra mujer, recibió lo negativo de la vida: Carmen Espejo, de quien se dice en la obra: “Una mujer acusó al Coronel de no haberle pagado completo el precio que le pidió por una noche con la hija (...). Carmen Espejo, la mujer que te acusó en el juicio (...) la buhonera de una sola mercancía: su propia hija” (155). Esta relación es adversa al personaje porque lo coloca en una situación peligrosa: “Carmen Espejo me acusa por un acto de venganza” (209), y por esa acción innoble, Infante es llevado a la cárcel, juzgado falsamente y fusilado, luego, ante un paredón. Otras mujeres con las que tiene contacto Leonardo Infante, le proporcionan la oportunidad de demostrar su caballerosidad: “En San Victorino no reconocían a Leonardo Infante. Pero en la Casa de las Muñecas descubrió la solidaridad de las mujeres que los señorones despreciaban” (184). Como el propio personaje se siente despreciado por el resto de los habitantes de su barrio, surge un entendimiento solidario con las mujeres de vida fácil; por eso, las defiende de intrusos en el local: "En San Victorino había un solo lugar donde añoraban a Leonardo Infante. En la Casa de las Muñecas (...). Y se propuso limpiar el burdel de los vagabundos de San Victorino” (195).
Si el personaje de la novela se ha presentado al principio como un nombre vacío, se ha ido conformando su personalidad por medio de los recursos de la repetición y relación con otros personajes. Ahora se acudirá a otro: el almacenamiento de datos que también cumple su función en la construcción de una imagen; la acumulación de "características hace que los datos anteriores se unan y complementen, y formen así un todo: la imagen de un personaje” (Bal, M. 1998: 93). La novela de Ítalo Tedesco abunda en el almacenamiento de datos, que conforman un cúmulo de nuevas características o profundizan las ya conocidas: “Con el cansancio multiplicado en las arrugas prematuras de unos aojos que sólo saben de tragedia” (20); “Infante era uno de los guerreros de confianza” (65), “El Coronel Leonardo Infante, uno de los libertadores de Colombia” (194).
La representación de los personajes de la novela no es posible en simultaneidad, sino que, por el contrario, van apareciendo sucesivamente y van anunciándose unos a otros, mirándose, interpretándose mutuamente, lo que permite al lector conocerlos en varias dimensiones, desde variada perspectivas (Boves Naves, M del C. 1993: 78). De modo que se dan los acontecimientos desde distintas direcciones y se continúa la configuración de Leonardo Infante:
“Se sentían superiores al venezolano, a quien veían como invasor, lo trataban como extranjero, porque no los miraba con sumisión, al contrario, caminaba, con el pecho al aire, firme la mirada, orgulloso de su uniforme, y tratando de andar con paso marcial, pese a que no lo abandonaban la laceraciones de su pierna herida” (61); “Al año siguiente el Coronel recibió la tercera condecoración. Era de oro” (83); “Viví entre cuarteles. O al aire libre. En campamento de guerrilleros. El hogar para mí no es ni siquiera una palabra” (168).
El último recurso mencionado por Mieke Bal (Bal, M. 1998:94), como constantes en la elaboración de personajes es la transformación. Los entes ficcionales pueden cambiar, y estos cambios alteran, a veces, toda su configuración; de esto se desprende el hecho de que, "una vez seleccionados los rasgos más importantes de un personaje, será más fácil seguirles el rastro a las transformaciones para describirlas con claridad” (Barrera Linares, L. 1995). El personaje sufre de angustia en la cárcel y lo expresa, porque se da cuenta de que en su vida ha habido cambios en el tiempo: “Fuiste de los centauros y poco te faltó para llegar al cielo. Te tumbaron de la cabalgadura y empezaste otra andanza, la de a pie, que resultó más tormentosa” (211). Él mismo está consciente de su transformación: “Ayer qué maravilla fui, y ahora ni sombra soy” (292).
Este principio de transformación se da a raíz del desarrollo de un conflicto, porque un personaje debe sufrir modificaciones que justifiquen su participación en la historia narrada. Muy cercano a su muerte, Leonardo Infante se queja: “Aquí me veo, inocente y americano y mi fecha de partida la pusieron los que ayudé a liberar. ¡qué vaina tan arrecha, ésa! (224). Es el producto del desarrollo de los hechos que lo han llevado injustamente al borde de la muerte; como Infante experimenta cambios durante el desarrollo de la narración, se corresponde con un ser complejo, de características eventualmente contradictorias, capaz "siempre de sorprender al lector de una manera convincente” (Bustillo, C. 1995: 41).
Ahora bien, los cambios pueden ir desde el aspecto físico hasta los procesos relacionados con el mundo interior, con la sicología. En el caso de Leonardo Infante, evidentemente se menciona desde que era joven hasta la plenitud de su juventud, cuando lo matan. Para los momentos en que se realiza el juicio, al final del relato, aparece casado con María Dolores Caicedo y así lo hace saber en sus declaraciones: “Declaro que soy casado in faciae ecclesiae con la señora María Dolores Caicedo, la que se halla encinta, (...) sin que haya tenido otro hijo legítimo ni natural, porque m vida a he empleado en los diferentes viajes de las campañas celebradas en beneficio de esta República” (265). Pero la verdadera transformación se da en el aspecto espiritual y en el pensamiento del personaje. “Ayer maravilla fui. Ahora ni sombra soy. El negro de antes ya está en la otredad (...). Por el fusilamiento llegué al umbral de cruces con sauces y cipreses” (331). En las reflexiones, a la víspera de su fusilamiento, sufre por la nueva etapa de su vida/muerte: “Sólo por Dolores y por mi hijo me duele morirme. Si no fuera por ellos más bien me alegraría. Cambiaron los tiempos” (170); “Te asumes desafortunado” (211). La tristeza y la decepción lo invaden ante la creencia de que Bolívar pudo haberlo ayudado y, sin embargo, lo abandonó en los momentos culminantes de su vida: “¿De dónde habrá sacado eso El Libertador? (...) Cuando gané en el juego para ayudarlo en sus gastos todo era fraternidad”. (...) “Moriré sin saber. Me iré con ese dolor” (225). La transformación es evidente en el cambio sufrido desde que era un héroe hasta el presente: “Ya no era un centauro. Un sagitario sin arco” (22).
Como se ha visto hasta ahora, "la repetición, la acumulación, las reacciones con otros y las transformaciones son cuatro principios distintos que operan conjuntamente para construir la imagen de un personaje” (Bal, M. 1998: 94); sin embargo, existen otros elementos que ayudar a conformar a los entes novelescos, cuyos cambios suelen coincidir con ciertos acontecimientos en la fábula. En Otros vendrán después de mí, el avance de la narración complementa la tipología de Leonardo Infante, entre ellas las siguientes: “su heroicidad en Pantano de Vargas y en Boyacá. Desde las Queseras conocían de su coraje. En Quilcasé aumentó la leyenda” (17); “Si alguien supo desde niño lo que era tener gobierno y trabajar fuiste tú, y de allí salió la musculatura y la entereza, a ti que aprendiste a cantar en el ordeño” (212).Los rasgos físicos continúan presentes a lo largo de la narración: “Estás en un calabozo de dimensiones reducidas, sólo a los torturadores se les pudo ocurrir que a un fortachón como tú lo encerraran en una celda donde apenas podías estirar as piernas” (281).
Ya para finalizar, no se debe dejar fuera de estos comentarios el hecho de que, en esta novela de Italo Tedesco, existe una variedad de voces narrativas presentadoras de un Leonardo Infante como tema principal; de manera que la vida de este personaje ficcional se ve desarrollada por el uso de diferentes voces textuales. El uso de la segunda persona presenta sus recuerdos: “Tenías veintiún años. Te ascendieron a Coronel graduado. Uno de los quince oficiales de mayor rango en el ejército” (33); la tercera persona avanza en la presentación del personaje: “El lisiado perdió movilidad por intentar que Colombia fuera grande” (22); y la primera asume la descripción personal del héroe: “Los recuerdos de mi juventud son las matanzas” (224).
Por todo lo dicho anteriormente, es evidente que la novela tedesquiana posee una coherencia interna bien organizada y que su personaje principal, Leonardo Infante, ha sido cuidadosamente perfilado en cada una de las páginas de la obra. Como en el desarrollo de estas líneas sólo se pretendía la construcción del ente ficcional, no se han abordado otros temas presentes en la novela de Ítalo Tedesco; sin embargo, resultan interesantes nuevas propuestas para lecturas venideras, como serían: la influencia de García Márquez en la narración, las voces narrativas que conforman la trama textual y la base histórica de la obra, entre otras.
BIBLIOGRAFÍA
Bal, M. (1998). Teoría de la narrativa. (Una introducción a la narratología). Madrid: Cátedra.
Barrera Linares, L (1995). Discurso y literatura. Caracas: Ediciones de la Casa de Bello.
Bobes Naves, M. Del C.(1993). Teoría General de la novela. Semiología de “La Regenta”. Madrid: Editorial Gredos.
Bustillo, C. (1995). El ente de papel: Un estudio del personaje en la narrativa latinoamericana. Caracas: Vadel Hermanos Editores.
Rodríguez, A. (1990, enero-junio). “La mutabilidad de la Historia: Lope de Aguirre, príncipe de la Libertad”. E: Escritura. Teoría y crítica literaria. Caracas: (Año XV. N° 29).
Tedesco, I. (2001). Otros vendrán después de mí. Caracas: UCAB-AYOMAN FONDO EDITORIAL.
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